María Eugenia Vidal pondrá a prueba hoy en las urnas el poder de su imagen y la estrategia desplegada de cara a las elecciones de octubre en las que se juega la gobernabilidad de lo que resta de su mandato. Las PASO serán el primer examen al que es sometida su gestión.

La gobernadora asumió la responsabilidad de ser la jefa de campaña y también la cara visible del “equipo”. Vetó sin vueltas a la aliada de Cambiemos, la diputada Elisa Carrió, que quería ser senadora por la provincia para competir con la ex presidenta Cristina Kirchner y la convenció de jugar por Capital. “No había lugar para las dos”, repiten en el oficialismo. Tampoco hubo mucho lugar para Mauricio Macri, que participó poco y lejos del Conurbano, por su imagen negativa.

Vidal asumió, en cambio, el riesgo de instalar a un candidato casi desconocido para la gente, el ex ministro de Educación nacional, Esteban Bullrich, apostando a la “transferencia” de votos. Pero no resultó tan natural como parecía y, al ritmo de las encuestas, fue modificando la estrategia.

Primero lo sumó a los actos de gestión y a los timbreos, después buscó el auxilio de «Lilita» para que lo apuntalara y finalmente lo subió junto a Graciela Ocaña –primera candidata a diputada nacional- al escenario 360 para venderlo en distintos puntos de la provincia como Lanús, Tandil, Pilar, Bahía Blanca, Mar del Plata, Azul. En el medio, sumó a todo el equipo –Gladys González, Héctor Toty Flores y Guillermo Montenegro- a una maratón mediática por los canales de televisión por programas políticos y no tanto.

Cuando se soltó, Bullrich cometió errores que no ayudaron: comparó el aborto con el “Ni una menos” y destacó como un logro de la gestión macrista que “cada día hay un pibe más que está preso” frente al estupor indisimulable de Vidal.

De todos modos, la gobernadora siempre se mantuvo en el centro de la escena electoral pese a no ir en la boleta. Repitió los mismos ejes en cada discurso poniendo el énfasis en la lucha que está librando contra las mafias y en el cambio que está por llegar, explotando el rol de “madre leona” que cuida a los bonaerenses y que el consultor ecuatoriano Jaime Duran Barba pensó para ella.

Ya en el cierre de campaña subió el tono a la caza de los indecisos –“Yo no te mentí, no aflojes”- y mostró que también se puede enojar: el cruce en el programa Intratables le garantizó estar presente en las redes sociales ya entrada la veda.

La elección de este domingo servirá de ensayo para proyectar la Legislatura que se viene y de eso depende la gobernabilidad de la segunda mitad de su mandato. Hasta ahora, su socio estratégico fue el líder del Frente Renovador, Sergio Massa, a quien debió ceder la presidencia de la cámara baja el primer año y la vicepresidencia el segundo, a cambio de los votos para conseguir gobernar en «emergencia» y con un alto nivel de endeudamiento. Tanto Massa como el FpV -dividido en tres bloques en cada cámara- son los que más bancas ponen en juego en octubre.

En Cambiemos saben que la pelea es complicada y que una buena elección de Unidad Ciudadana condicionará los votos para conseguir la mayoría especial -dos tercios- y aprobar las leyes clave para el Ejecutivo. También se esperanzan con que, como ocurrió en este año y medio, el kirchnerismo no logre unificar el bloque y las grietas le permitan tener más de un interlocutor.

Para adelantarse a un escenario desfavorable, Vidal ya planea una jugada antes de octubre: enviar el proyecto de presupuesto y de ley fiscal 2018 para que sea aprobado por las cámaras “viejas”, antes de que llegue el recambio de diciembre. «

Carrió, en la cresta de la ola, se siente el Ave Fénix

«Yo fui leprosa una vez. Nadie se quería sacar una foto conmigo. ¿Te acordás Fernandito?», le preguntó Elisa Carrió al diputado nacional Fernando Sánchez en su cierre de campaña porteño. «Lilita» vive su momento político más glorioso y el domingo le podría ofrendar a Horacio Larreta un resultado récord en la Ciudad, pero no pretende un desembarco en el Gabinete porteño como contraprestación.

«Ella es una dirigente nacional», dicen quienes la rodean y aseguran que no buscará la jefatura de gobierno porteña, saque los votos que saque. 

La gestión no es lo suyo. Carrió prefiere ser la garante moral de Cambiemos, a pesar de que en los últimos meses evitó las denuncias públicas contra funcionarios cercanos a Mauricio Macri. Sus laderos aseguran que luego de la campaña volverá a arremeter contra la segunda de la AFI, Silvia Majdalani, el titular de la Corte, Ricardo Lorenzetti o Daniel Angelici.

María Eugenia Vidal la corrió de la Provincia, temerosa de la dimensión que pudiera tomar en caso de un triunfo en el mayor distrito electoral del país. Larreta, en cambio, la recibió feliz en la Ciudad. Carrió lo ayudó a hundir a Martín Lousteau y lo dejará afuera de la carrera para 2019. «Lilita» saborea su revancha ahora que la gobernadora bonaerense tuvo que pedirle ayuda para levantar a sus candidatos. «Todos quieren jubilarme de oficio pero me necesitan en esta elección», les reprochó a Larreta y Marcos Peña semanas atrás. Nadie supo si hablaba en serio o en broma.