El «Fútbol para Todos» (FPT) llega a su fin. Todavía desconocemos si será antes, durante o después del próximo torneo, del que tampoco se sabe siquiera cómo se disputará. Pero tanto la AFA como el gobierno nacional dejaron en claro que el programa creado en agosto de 2009 se termina.

Su desarrollo compone una parábola que va desde un conflicto hasta otro. Fue aprobado en un escenario de disputa política entre el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner y el Grupo Clarín. Los clubes estaban en dificultades económicas. La situación derivó en el final del contrato AFA-Clarín y cambió el paradigma de financiamiento y la relación estado-fútbol. Fue explotado para difundir propaganda gubernamental. Limitó la inversión publicitaria privada. Implicó una erogación de dinero público sin control de su destino y que no mejoró la situación de los clubes. Su objetivo central –ampliar el acceso gratuito a este contenido central de la cultura popular argentina- se cumplió con baja intensidad, porque el sistema de TV abierta en el país es precario: 44 canales, sólo siete ciudades con más de uno en la oferta. Con su materialización quedó claro que en Argentina es muy difícil ver TV (no sólo fútbol) sin pagar por ello.

El cierre llega en otra crisis. Los clubes están en dificultades económicas. A esto se suma la situación de AFA: en deuda, acéfala, investigada, intervenida de modo peculiar por la FIFA y el gobierno.

Desde 1991, los derechos del fútbol eran propiedad del Grupo Clarín. Los usó para su expansión –durante la larga década neoliberal- en el mercado de TV por cable. Presionaba a los cableros de provincias para que le vendieran sus empresas, les negaba la cesión del fútbol a quienes no lo hacían. Se convirtió así en el principal jugador del sector más dinámico de las industrias culturales. Con el programa Fútbol de Primera dominaba además la exhibición en TV Abierta, demorando la emisión de los goles hasta la medianoche de cada domingo.

Hasta el comienzo de FPT se emitía un partido por TV abierta cada fecha (viernes a la noche) en Canal 7. El resto iba por el servicio básico de cable. Salvo «el partido de la fecha», que se emitía por el sistema codificado o pague para ver. A esa crema del negocio accedía apenas el 3% del total de abonados, que pagaba un plus. El nuevo sistema implicó emitir casi todos los partidos por canales de aire que se ven por cable en todo el país.

FPT benefició a «muchos». Pero no a «todos» de modo equitativo. En el país el 97% cuenta con un aparato de TV. De esos, el 85% está abonado a un sistema de pago (cable o satélite). Desde 2010 con la TV Digital Abierta se amplió la posibilidad de ver TV en alta definición sin pagar. Ese sistema cubre hoy poco más del 80% del territorio con un paquete de 20 señales (que varían según la región) y su penetración real se acerca al 20% de hogares. Muchos tienen ambos sistemas.

La crisis actual deriva en el fin de FPT. El gobierno incumplirá una de sus promesas de campaña. Pero logra una carambola a tres bandas: finaliza el programa a pedido de los clubes; incide en el rearmado de AFA con funcionarios afines; bloquea a Moyano y Tinelli. El futuro parece abrirle la puerta a la inversión extranjera (¿será Turner?¿Será con el regreso de Clarín?¿Comprará Telefe?) y quizá hasta a las sociedades anónimas. Pasaremos del Fútbol para Muchos (que no eran todos) con dinero público al Fútbol para los que puedan pagar. Todo vuelve.