Si la causa Lava Jato fue el principio del fin del gobierno de Dilma Rousseff y terminó con Lula preso y proscripto, un sistema de lavado de dinero con un local de venta de chocolates puede ser el inicio de la caída de Jair Bolsonaro y su gobierno ultraderechista. Al menos así lo teme el presidente, al que se vio desbocado en un encuentro con periodistas y que podría enfrentar un impeachment por sus muestras de inestabilidad emocional.

Esta semana la fiscalía de Río de Janeiro ordenó allanar 24 inmuebles pertenecientes al hijo mayor del presidente, Flavio Bolsonaro; su exchofer Fabricio Queiroz; la segunda esposa de su padre, Ana Cristina Siqueira; y exasesores del primogénito, que fue diputado estadual y el año pasado resultó el senador elegido con mayor cantidad de votos en la antigua capital del país.

La causa no es nueva, pero el triunfo electoral de Jair Bolsonaro y la designación de Sergio Moro como ministro de Justicia hicieron mucho por atemperar la celeridad de los magistrados.

La investigación se centra en un sistema de desvío de fondos que en Brasil se conoce como «rachadinha», una «contribución» obligatoria de empleados y asesores –reales o ficticios– hacen a un dirigente político. La operación se descubrió cuando el COAF (Consejo de Control de Actividades Financieras) encontró movimientos poco comunes en una cuenta de Queiroz en los años 2016 y 2017.

El hombre había recibido alrededor de dos millones de reales (medio millón de dólares a hoy día) en 483 depósitos provenientes de 13 asesores ligados al Gabinete del diputado Flavio Bolsonaro. Su salario era de menos de 6000 dólares mensuales.

Como parte de la pesquisa, los sabuesos llegaron hasta una chocolatería en un shopping de Barra de Tijuca que explota la franquicia Kopenhagen, una tradicional marca en Brasil. La firma propietaria del local se llama Bolsotini, por las sílabas de Bolsonaro y de su socio, Alexandre Santini, que adquirieron el fondo de comercio en 2014.

Un dato sospechoso fue que en los períodos de mayor venta de chocolates, para las Pascuas, el volumen de ventas crecía menos que los depósitos en las cuentas bancarias de la sociedad. Un esquema típico de lavado de dinero que bien podría haber investigado Moro, «especialista» en la cuestión, de acuerdo a sus antecedentes en el Lava Jato, un sistema similar pero aplicado en una cadena de lavanderías de autos.

La explicación de Flavio –al que irónicamente ahora llaman Willy Wonka– sobre la diferencia fue en un primer momento afirmar que habían tenido un éxito colosal con la venta de un chocolate alusivo al 7 a 1, que fue el resultado del desastroso partido que Brasil perdió con Alemania en el Mundial de ese año.

Para el padre, Flavio es como un Neymar para los negocios. «Lo acusaron de ganar más. Lo que sucede es que quien lleva más clientes allí, gana más dinero. Es lo mismo que Neymar cuando le preguntan ¿por qué estás ganando más que otros jugadores? Porque él es lo más importante. No es comunismo».

Pero a medida que la visibilización del tema avanza en los medios hegemónicos –que tanto hicieron para sacar al PT del poder– Jair se fue poniendo más nervioso. El miércoles tuvo un entrevero a la salida de la residencia de la Alvorada que está llamada a resultar una marca de agua de su pensamiento.  Luego de acusar de la arremetida judicial al gobernador de Río, Wilson Witzel, que fue aliado en 2018 y rompió a principios de su gestión, de querer usar el caso porque quiere ser presidente en 2020, Jair Bolsonaro dijo que no todo es lo que parece en la causa contra Flavio. «Tú tienes una cara de homosexual terrible y no por eso te acusan de homosexual», le espetó a un trabajador de prensa.

Con lo cual, si ya tenía en la lista de enemigos al diario Folha de São Paulo, ahora se compró a O Globo y a todo el mainstream, que empieza a batir el parche para analizar si Brasil puede estar tranquilo con un presidente capaz de perder la compostura de esa manera.

Pero las ramificaciones del caso van más allá y Queoroz, que aún no declaró, puede ser la clave para llegar a los asesinos de la concejal Marielle Franco. Sucede que Adriano da Nóbrega, uno de los principales sospechosos del asesinato de la militante social y del conductor del auto en que viajaba, a la salida de una charla en el barrio de Lapa, en marzo de 2018, también recibía dinero de ese fondo proveniente de las «rachadinhas». DanielleMendonça da Costa, exasesora de Flavio, está casada con Da Nóbrega, un excapitán de la Policía Militar sindicato como el líder de una de las milicias más antiguas y violentas de Río de Janeiro, en la favela del Río de las Piedras, conocida como Escritorio del Crimen.  «