La pandemia parió una nueva copa en el fútbol argentino. La Liga Profesional, con Marcelo Tinelli de presidente, debuta en la emergencia con un torneo dividido en seis zonas, partido en dos para la etapa final, atravesando fechas no acostumbradas para la competición, y con una nueva televisación después de patear el tablero ante la fusión de ESPN y Fox, lo que activó una guerra con River y Boca. Nada es perenne, de todos modos, en el fútbol argentino. Esta copa -que contará al final de todo como eso, una copa y no una liga, un campeonato- será en un tiempo un vago recuerdo, al menos en su organización, como ya lo es la Copa de la Superliga o la misma Superliga. Es una salida de apuro, como tantas veces. O como repetimos este año: se hace lo que se puede.

La reacción simultánea de Boca y River -ambos con comunicados idénticos- contra la ruptura del contrato de televisación que mantenían con Turner y Fox, pero que se vio sacudido por la irrupción del Grupo Disney, fue también una parada de manos frente a Tinelli. Adujeron no haber sido consultados, aunque reconocen que la AFA, a través de la Liga, tiene la potestad para tomar esa decisión. Los dos clubes tienen acuerdos aparte con la empresa ahora fusionada -algo que aún revisa el Estado argentino- por eventos laterales, como cenas de galas y otras transmisiones. Pero lo que más pesa en la cuenta es la pulseada con Claudio “Chiqui” Tapia y Tinelli, los que comandan la AFA y la Liga, dos que a su vez se desconfían mutuamente. Y el posicionamiento para el reparto del dinero.

Jorge Amor Ameal y Rodolfo D’Onofrio no estuvieron en Ezeiza el viernes para el sorteo. Mientras sacaban las bolillas, los presidentes de Boca y River preparaban el comunicado. Tampoco habían participado de las reuniones para la vuelta del fútbol. El inicio de la pandemia los había juntado a todos para cerrar la reelección de Tapia, que repartió seis vicepresidencias para contener voluntades, pero el tablero de alianzas se mueve. Boca y River quieren estar en las decisiones. Pero sus votos valen igual que el resto y los que juntan la mayoría por ahora son Tapia y Tinelli. También es cierto que son los más poderosos y los que más mueves, tan cierto como que sin el resto de los clubes no hay competición posible.

El nuevo esquema de televisación, que va camino a quedar en manos de Turner con algunos partidos por la TV Pública, deberá resolverse en los próximos días, al menos antes del viernes 30, cuando se abra el fútbol. Más difícil, en cambio, será la salida de la incertidumbre, la política y la organizacional. El calendario que sigue a esta copa de emergencia incluye un torneo en abril y otro algo más largo para completar el 2021. El fútbol argentino lleva años navegando en la inestabilidad, con campeonatos que se modifican de manera permanente. Vélez sumó un título de liga en 2013 por haberle ganado sólo un partido a Newell’s. Racing salió campeón en 2014 de un torneo que se llamó de transición, lo que suponía el inicio de una nueva etapa. De los treinta equipos de hace cinco años se bajó hasta veinticuatro para que ahora, con la suspensión de los descensos, vuelva a subir la cantidad. Las reglas de competencia se conocen sobre la marcha. No es la pandemia, es la AFA.

El presente matiza argumentos sobre el pasado. La que comienza en dos semanas es una copa nacional. Entrará a esa galería histórica junto a las que se juegan desde 1900, sin distinción entre amateurismo y profesionalismo, todas reconocidas de manera oficial. Es un asunto histórico que ya debiera estar saldado. Las copas nacionales que se jugaron a principios del siglo pasado tienen la misma validez que la que se jugará este año. Hay quienes dicen que ese fútbol del amateurismo era desorganizado, sin pautas claras, con torneos que aparecían y desaparecían. No se puede decir nada diferente de este fútbol del profesionalismo.