«Mi mamá me ama. Mi mamá me mima» predicaban los viejos libros de lectura. «Pobre mi madre querida…» se lamentaba Gardel. «Madre hay una sola» suele decirse todavía aun cuando las mujeres pueden casarse entre sí, lo que hace posible que un hijo tenga dos madres. 

La cultura proclama a la madre como una mujer amorosa, sacrificada y única a la que es obligatorio dedicarle desde monumentos a posters con frases cursis, desde poesías lacrimógenas a publicidades que la muestran como «la reina del hogar» venida a menos por el descrédito de la aristocracia que estimuló la Revolución Francesa, lo que la obliga a fregar inodoros, cuidar del hogar y darle de comer al gato. Sin embargo, las madres reales no siempre se ajustan a este estereotipo. La escritora Ingrid Proietto se anima a dar por tierra con la idealización de la figura materna y a decir en una novela lo que solo suele decirse entre las cuatro paredes del consultorio del psicoanalista. En Honrarás a tu madre (Ediciones del Dock) traza el retrato de una mujer manipuladora y extorsiva cuyas embestidas no dejan de tener un costado ridículo. «Una madre –reflexiona María Moreno en la contratapa– que intenta suicidarse ahorcándose con una medibacha, pretende haber estado a punto de arrojarse al vacío desde una ventana en cuyo borde estuvo sentada durante horas a pesar de que su pantalón blanco permanece impoluto o tomando veneno para las hormigas, está más cerca de un personaje de Niní Marshall que de Sylvia Plath.»

Aunque la teoría literaria separe tajantemente la voz del narrador de la voz del autor, en este caso resulta difícil no pensar que en algún punto narradora y autora tienen cosas en común. «Todos mis libros tienen algo autobiográfico –explica Proietto– pero quizá este tenga más. Comencé a escribirlo a partir de mails que nos mandábamos con mis hermanas en un momento muy crítico de nuestra madre en que tuvo una fantasía de suicidio. La fantasía consiste en pensar en suicidarse pero no hacer nada efectivo para lograrlo. Solo tomó mucho alcohol y tuvo un coma alcohólico que derivó en una internación. Eso generó una locura familiar y un intercambio de mails con mis hermanas que fui guardando. En un momento comencé a leerlos, a hacerles unas modificaciones mínimas y a subirlos a Facebook. Empezó entonces un ida y vuelta con la gente que los leía. Algunas personas se sentían identificadas con lo que contaba. Muchos me decían que tenía que hacer un libro con ese material.»

El pedido le produjo cierta resistencia porque consideraba que ese texto era más una forma de catarsis que literatura. Sin embargo, ese aliento de sus seguidores dio sus frutos. «Fue por ese pedido de la gente –cuenta– que comencé a trabajar ese material como si trabajara cuentos. Recordé que Ricardo Strafacce me dijo que mi libro anterior, Tres de cada nueve mujeres son felices, que era de cuentos, si lo hubiera trabajado más podría haberlo convertido en una novela. En ese momento yo sentía que escribir una novela era imposible para mí. Pero este material que tenía un tema común me permitió escribir una novela a partir de pequeños relatos. Lo trabajé pensando en eso y limpiándolo muchísimo de lo que era catarsis. Me impresionó el hecho de escribir a partir del ida y vuelta con mis lectores de Facebook, muchos de los cuales no conozco.»

Ya probado el texto en Facebook, por primera vez Ediciones del Dock hizo una exitosa venta anticipada. «Aún no lo había terminado –dice  Proietto– y ya lo había vendido. Pero ahora me quiero matar porque es mucha exposición, aunque no puedo negar que también me divierte. No hay forma de explicar que narradora y autora no necesariamente se corresponden y que el libro, aunque con elementos autobiográficos, es una ficción. Creo que me llevó más tiempo limpiarlo de lo autobiográfico que escribirlo. Además, soy muy obsesiva con la corrección.» Entre los efectos que produjo el texto figuran un pedido para que saque un segundo volumen y un verdadero campeonato de sufrimiento entre los lectores para determinar quién tuvo la madre más mala.

La precisión y la síntesis son características distintivas de la escritura de Proietto. Quizá por eso se la suele identificar con la poesía, un género que, sin embargo, nunca transitó. «Mucha gente me vincula con la poesía –explica– porque de chica, a los 14 años, hice un taller con Diana Bellesi y tengo muchas amigas poetas, pero Diana jamás consiguió que yo escribiera un solo poema. Sí adquirí cierta forma de escribir que requiere la poesía, como las frases cortas que no pueden tener ni una repetición. Un día Diana me dijo que tenía que dejar un poco de lado lo perfecto para  poder narrar, para avanzar en la escritura y contar una historia. Ahí me di un poco de libertad para abrirme más.»

Las vocaciones suelen despertarse de manera caprichosa. En la vocación literaria de Proietto tuvo mucho que ver su abuela. Luego de un 10 en una composición escolar puesto por una profesora próxima a jubilarse que nunca había calificado así a ningún alumno, la madre de su madre consideró que algo había que hacer. «Por suerte, no sé cómo –cuenta– fui a dar al taller de Diana. Yo era una nena en medio de un grupo de gente grande que se había leído todo. Iba al taller con el uniforme del colegio de monjas.» Tanto Diana Bellesi como Griselda Gambaro leyeron el original y le hicieron sugerencias. A ambas les profesa la admiración y el respeto que se tiene por los grandes maestros.

La autora se declara admiradora de la literatura norteamericana de Raymond Carver a Lorrie Moore y Lucia Berlin. También de la colombiana Emma Reyes. Afirma que Honrarás a tu madre fue una experiencia muy intensa. Es fácil comprenderlo, porque como dice Juan José Millás, una madre nos lleva nueve meses en el vientre y luego uno la lleva dentro toda la vida.  «