Como si todo lo que vive fuera parte de un sueño, Adriana habla, se ríe y tiene la euforia de lo nuevo por venir. Lo que la espera es su familia biológica, aquella de la que la dictadura la separó hace 40 años. 

Sus papás Violeta Graciela Ortolani y Edgardo Roberto Garnier querían llamarla Vanesa si era nena y Marcos o Enrique si era nene. Nunca llegaron a nombrarla, su mamá fue secuestrada cuando tenía ocho meses de embarazo y su papá dos meses después, cuando había partido de Entre Ríos a La Plata con el único fin de buscar a ese hijo que sabía a esa altura ya había nacido. 

La familia tanto de Violeta como de Edgardo se dedicaron a buscar desenfrenadamente a ese bebé que jamás habían llegado a ver. El lunes 4 de diciembre finalmente pudieron ponerle imagen a ese anhelo que tenía 40 años. 

Adriana se había acercado a la sede de Abuelas luego de enterarse de que era adoptada. Dejó sus datos y esperó ansiosa esa gran familia que ahora la abraza con fuerza. 

“Sé que hubo un ofrecimiento de un vecino que tenía un conocido que era comisario y que a su vez tenía el contacto de una Iglesia. Así me consiguieron a mí”, explica una sonriente Adriana a la prensa, luego de la conferencia que brindó en la casa de las Abuelas. 

“Mis papás de crianza no tenían contacto con los militares, eso lo puedo asegurar”, agrega Adriana.

La joven lleva horas familiarizándose con su historia y la de sus papás, sin embargo, ya se sabe parte de la historia de sus padres. “La vida le ganó a la muerte. Esta vez no pudieron, a pesar de toda la maldad y las injusticias de este país, en esta historia por lo menos el amor le ganó al odio, y eso se consiguió buscando la verdad”, afirma.

Su abuela, Blanca Díaz de Garnier tiene 86 años y vive en Concepción del Uruguay. Adriana ya se comunicó con ella y asegura que sintió que la conocía de toda la vida. “Está feliz”, agrega.

Cuando murió su mamá, Adriana se animó a decir lo que de algún modo sospechaba. Sus tíos y sus primos que siempre quisieron que sepa la verdad, apenas ella preguntó le dijeron que era adoptada. “Adoptada irregularmente en el 77…”, dice.

“En el fondo sospechaba porque yo estaba anotada en Wilde y toda mi familia en Capital Federal, no entendía por qué había pasado eso. Cuando le consultaba cosas del embarazo a mi mamá, se ponía mal, entonces no indagaba más porque increíblemente yo era muy parecida a mi mamá de crianza”.

Adriana es abogada y asegura que estudió esa carrera por conformar a sus papás. “Yo quería ser profesora de Historia o de Psicología pero ellos querían otro título y lo hice por complacerlos. Lo que notaba de ellos es que tenían un dolor en el alma y yo no sabía qué era, hice todo para complacerlos y nunca terminaban de ser felices”, dijo.

También destacó que su historia tiene algunas diferencias con muchas de nietos apropiados. “No tengo ese sentimiento encontrado por haberme criado con mis apropiadores. En mi vida es todo amor. Mis tías y primas de crianza, vinieron a verme ahora también. Cuando pregunté me dijeron que podía ser hija de desaparecidos, ‘tenés una familia que te puede estar esperando’, y eso también me dio fuerza para buscar”, expresó.

En la primera presentación que hizo la joven el resultado fue negativo pero luego se agregaron datos de su abuela biológica que permitieron que se confirmara la compatibilidad. Es una noticia importante a nivel personal, pero también lo es a nivel país. Esto nos lo debemos como Argentina”, finalizó. Adelantó además que no se cambiará el nombre «soy muy Adriana», repite pero que se agregará Vanesa como un homenaje a su mamá.