El caso de Belén es terrible. Primero porque pone en evidencia el poder biomédico para transformar a una abortante en asesina; y luego, porque muestra cómo, asociándose efectores de la salud inescrupulosos con la policía y un Poder Judicial conservador, tienen el poder de privar preventivamente de la libertad a una joven de 25 años, sólo con sospechas. Esa asimetría entre una mujer que aborta y el Estado en todas sus facetas es lo que, entiendo, visibiliza que la democracia está en deuda con las mujeres de nuestro país, ya que subvertir el mandato cultural de maternidad obligatoria –sea voluntaria o espontáneamente, como en el caso de Belén– implica una condena. Urge discutir como sociedad estos parámetros injustos en términos reproductivos, desiguales en términos de género y principalmente hipócritas en términos sociales. Urge que el Congreso debata. Urge que el Poder Judicial resuelva la libertad para Belén y asegure que no habrá casos similares. «