En las elecciones nacionales uruguayas del 27 de octubre, el gobernante Frente Amplio fue el partido más votado, con el 39%. El Partido Nacional, con el 29%, fue el mayor de la oposición. La exigencia para ganar en primera vuelta es superar el 50%, de modo que el frenteamplista Daniel Martínez y el nacionalista Luis LacallePou disputarán la presidencia el 24 de este mes.

Las primeras señales fueron desfavorables para el oficialismo: perdió la mayoría propia en el Poder Legislativo; y en la noche del 27 convocaron a votar por Lacalle en segunda vuelta los candidatos del Partido Colorado (12%) y de Cabildo Abierto (11%). Sobre esta base, el candidato nacionalista sostiene que, como la oposición es mayoría y lo respalda, gobernará unida y el FA será «una minoría aislada». Pero la cuestión es bastante más compleja.

Los partidos opositores tradicionales también perdieron votantes. Cabildo Abierto se formó este año, lo integran notorios ultraderechistas y su líder es Guido Manini, excomandante del Ejército. Manini fue destituido porque cuestionó las condenas a militares por terrorismo de Estado. Sin los legisladores de Cabildo Abierto, la «coalición multicolor» que promete Lacalle no podrá gobernar. Para contar con ellos deberá aceptar, aunque sea en parte, proyectos de Manini.

Pero la oposición todavía no habla de proyectos. Recién ayer se filtró un borrador de acuerdo propuesto por el Partido Nacional, que en algunas áreas plantea revertir políticas aplicadas en los últimos 15 años por los gobiernos del Frente Amplio, en otras promete «adecuarlas» o «mejorarlas» sin explicar cómo, y en otras es indescifrable por su vaguedad. Además, Lacalle anuncia que, si llega a la presidencia, presentará un proyecto de ley de urgente consideración con medio millar de artículos, pero comenzará a discutirlo con sus socios después del balotaje.

En estos datos se apoya el Frente Amplio para sostener que Martínez ofrece «certezas» y «garantías», mientras que Lacalle pide «un cheque en blanco» y representa el peligro de graves retrocesos en todas las áreas, desde la estabilidad económica hasta la «agenda de derechos», pasando por la política salarial.

Los logros de Uruguay son reconocidos por todas las mediciones internacionales, y si bien en los últimos años el avance aminoró, es obvio que los efectos de la coyuntura mundial adversa son mucho más leves que en el resto de la región. Sin embargo, el relato de la oposición alega que el país vive una crisis gravísima, y culpa al Frente Amplio de despilfarrar recursos, castigando a los productores de riqueza para pagar subsidios sociales (el parecido con el discurso en Argentina sobre «la grieta» no parece casual).

Martínez asegura que, mientras Lacalle Pou se apoya en los jefes de partidos, él obtendrá el respaldo de la gente que no quiere un gobierno integrado por Manini. Vino en su ayuda, involuntariamente, Jair Bolsonaro, al declarar el martes que él «hincha» para que en Uruguay gane la oposición y forme un gobierno «más alineado» con las ideas del presidente brasileño.