Los monumentos públicos están tan integrados a la ciudad que recorremos cotidianamente que no solemos reparar en ellos, excepto cuando se producen desplazamientos, con sucedió con el de Cristóbal Colón y Juana Azurduy. Es en esos momentos cuando nos preguntamos cómo se decide qué monumentos debe ponerse en una ciudad y cuándo y dónde deben colocarse. ¿Necesariamente deben ser un homenaje a hechos o personajes históricos? ¿Qué deben representar? 

El proyecto Monumental decidió tomar estas preguntas y ponerlas en debate a través de un concurso público. En Centro Cultural San Martín tuvieron lugar unas jornadas cuyas artífices fundamentales fueron Sofía Medici y Laura Kalauz. El programa de mano interpelaba al público desde la tapa: “El eje cívico quedará vacante, ¿Qué pondría usted ahí?” 

Sofía Medici viene de las artes escénicas pero nunca trabajó en teatro tradicional sino con formatos relacionados con una búsqueda específica para cada proyecto “Por eso no digo que hago teatro –explica- porque siempre se piensa como un espacio de narrativa y de ficción y si bien no le escapo a la ficción, ésta es sólo una herramienta más dentro de todo lo que puedo llegar a utilizar para armar algo.”

 Laura Kalauz tiene una formación en Ciencias de la Comunicación y de danza y coreografía pero entendidas como prácticas de investigación y de improvisación. “Como dice Sofía del teatro –afirma-, tampoco yo trabajé con la danza como un lenguaje puro o una forma a reproducir sino como una herramienta para comprender el cuerpo o hasta para pensarlo en un contexto social, el cuerpo como algo a investigar. El cuerpo es imaginación, es pensamiento, una conversación entre algo que tiene que ver con lo físico y algo que es de otra índole.” 

Ambas dialogaron con Tiempo Argentino sobre el proyecto que impulsaron.  

-¿Qué fue lo que pasó en el Centro Cultural San Martín? 

Sofía Medici: Fue la etapa de un proyecto que tuvo una anterior y que va a tener una posterior. La etapa previa fue el concurso que ideamos hace dos años cuando el monumento de Colón se mueve y es reemplazado por el de Juan Azurduy. Ese monumento había estado 100 años ahí hasta volverse invisible y al ser removido y reemplazado produce un debate que es precisamente lo que nos interesó. A partir de esto, el 9 de julio abrimos un concurso para preguntar que pondrían en lo que nosotras llamamos la culminación del eje cívico de la ciudad, que va del Congreso a la Casa Rosada. La propuesta que se presentara debía estar justificada. Hubo un jurado que seleccionó ocho proyectos y esos ocho proyectos formaron parte del debate que se produjo en el Centro Cultural San Martín. El público debatió acerca de esos ocho proyectos y se eligió un ganador con voto del jurado y del público. Los proyectos presentados fueron La Cautiva, de Sofía García Vieyra; Asentamiento, de Santiago Torrente; La vuelta del monumento de Juana Azurduy, de Gabriel Sarmiento; El contrabandista, de Lux Lindner; El nacimiento de Venus de Ana Inés Markman; Parque de las Siluetas, de Martín Seijo y Laura Lina; La Grieta, de Lolo y Lauti y Vacío, de Dani Zelko. El ganador resultó El contrabandista

¿Cuáles fueron los ejes del debate? 

-Laura Kalauz: Se debatió qué es un monumento, qué es la monumentalidad misma, quién decide qué poner, dónde y en qué momento histórico. ¿Un monumento representa, honra esconde o transforma algo? ¿Necesita monumentalidad una sociedad? Sí así fuera, qué tipo de monumentalidad queremos tener, por lo menos los que estuvimos los que participamos del debate, porque sería un poco pretencioso decir los argentinos. En base a estas preguntas se detonaban otras que tenían que ver con las presentaciones. Algunos proyectos proponían la reubicación de monumentos ya existentes como para darle visibilidad. Por ejemplo, la de Lola Mora.

 -En su momento fue escandalosa porque mostraba mujeres desnudas, por lo que se la puso en un lugar poco visible. Esto indica que los monumentos no están libres de cuestiones morales, éticas o políticas. 

-L.K: Exacto. A eso queríamos llegar para pensar incluso cuál sería la nueva monumentalidad. ¿Necesitamos bustos, necesitamos próceres, necesitamos héroes? Aparecieron muchas cosas como reposicionar monumentos, pero también apareció un proyecto que se llamaba La Grieta de Lolo y Lauti, dos artistas que proponían rajar el espacio público en dos, que es un gesto contemporáneo de comentario, de provocación, de ambigüedad. Nuestra intención era traer este tipo de cosas al debate porque pareciera que son sólo los organismos públicos los encargados de pensar en ellas. Era necesario llevar la discusión a la «gente», palabra a la que le pongo muchas comillas, para que un monumento dejara de ser algo ajeno.

 -¿Y quién decide habitualmente sobre estas cuestiones? 

S.M.:- Generalmente los monumentos son donaciones y lo que se hace cuando llegan es discutir y aprobar el lugar donde se van a poner. Por eso, lo interesante fue que además de las preguntas que teníamos nosotras, se produjeron otras. Uno de los debates más interesantes fue cómo se representa a una mujer y si debe ser representada por alguien más que ella misma. Había tres propuestas que tenían que ver con la mujer. Una era que volviera Juana Azurduy que representa lo heroico pero que fue hecha por un hombre y que tiene a una actitud guerrera, con una espada y unas manos masculinas muy grandes. Otra de las propuestas era de Sofía García Vieyra que sugería poner una escultura de 1906 de Correa con una cautiva aborigen invirtiendo el mito de una cautiva blanca y traer al presente la historia de las mujeres durante la Campaña del Desierto, donde sufrieron abusos sexuales y todo tipo de violaciones. En este planteo aparece la mujer-víctima otras vez hecha por un hombre. El planteo de Ana Inés Markman era volver a poner la fuente de Lola Mora en el espacio para la que fue creada en 1902 y que actualmente se encuentra en Costanera Sur. Esta fuente fue hecha por una mujer. 

-¿Ustedes actúan respaldadas por alguna institución? 

SM: No, nosotras somos artistas independientes. En esta etapa tuvimos el respaldo de un premio-subsidio que ganamos que fue Plataforma Futuro que es del Ministerio de Cultura de la Nación, pero todo el proyecto lo desarrollamos solas, sólo tuvimos el dinero del premio y una tutora. En la etapa que viene sí vamos a trabajar con instituciones. Nos vamos a insertar en espacios políticos e institucionales porque el Estado no financia monumentos, sólo los acepta, de modo que aunque obtuviéramos la aprobación de la Legislatura, el financiamiento tendría que venir desde una institución, subsidio o un privado.

 -¿La propuesta es siempre de un escultor? 

LK: En este caso ganó un artista visual que propone una escultura, un objeto concreto. Hay que revisar la propuesta, hacer ajustes, pero sí está presentando un objeto concreto. La etapa que sigue ahora es la presentación del proyecto en la Legislatura. Estamos conversando con legisladores y tenemos que seguir haciéndolo. Del mismo modo tenemos que conversar con curadores, coleccionistas. Como artistas independientes tenemos que buscar herramientas que existen, que están el sistema público como en el mercado para realizar este proyecto. El artista que ganó tiene una galería y tendremos que acudir también a lo que tiene este ganador. Si el ganador hubiera sido otro, las herramientas tendrían que ser otras. Siendo artistas escénicas, ahora debemos ponernos el traje de gestoras, de representantes de artistas, de agentes, de negociadoras políticas. Todas estas cosas no son lo nuestro pero en este punto es donde manoteamos a la ficción y decimos “ahora nos vamos a convertir en esto para hacer este juego”. Y esto tiene un impacto en la realidad. Lo interesante justamente es cómo la ficción puede alimentar un juego que transforma la realidad, un juego que, aunque absurdo, tiene una carga de sentido que termina transformando los estatutos, lo que se espera de un artista, de un ciudadano. 

SM:- Algo que nos interesa mucho es qué va a pasar en la Legislatura, si los legisladores van a estar de acuerdo con que detrás de la Casa Rosada haya un monumento que represente el contrabando que es el que ganó. Eso ya implica una intervención en la realidad muy fuerte. Van a aparecer discursos inesperados como aparecieron en el debate. 

KL: -Por decirlo de alguna manera, ésa es nuestra obra. Es un nuevo debate iniciado por nosotras- 

-Hablando con ustedes me doy cuenta de que uno suele entender la escultura como homenaje. ¿Cuál sería entonces la función de un monumento al contrabando? 

KL: -Lux Lindner, el ganador, tiene un discurso armado en relación a eso del que vamos a tener que apropiarnos. Tiene un marco teórico enorme para justificarlo, pero lo que dice básicamente es que antes incluso de la Colonia estuvo el contrabando que forma parte de la historia de la Argentina por la necesidad de un puerto que hiciera de intermediario entre lo que se extraía en Potosí y llegaba a Cádiz. En el medio iban quedando residuos que fueron formando la idiosincrasia nacional. Ese puerto luego fue la capital de la Argentina. 

SM: Entonces el contrabando aparece como germen del ser nacional. Lo interesante de su trabajo es que no hay un juicio sobre si ser contrabandista es bueno o malo. 

-Pero ese juicio es evitable, porque si tenemos un monumento al contrabando con qué autoridad se va a combatir el contrabando que según el escultor forma parte del ser nacional.

 KL: -Ese planteo es justamente lo que nos interesa. 

-Ningún tipo de expresión está libre de una mirada crítica. También la tortura nos constituye como país, pero si levanto un monumento a la tortura mal podría sostener un discurso contra ella. Sería diferente si el monumento alude a la víctima

SM:-Claro, un monumento al desaparecido no habla bien de las desapariciones. Por eso la pregunta es cuál es la función del monumento respecto del contrabando. ¿Lo honra, lo homenajea, lo enaltece?

KL:-Eso es algo para plantear pero por el momento lo que se da es un gesto de autenticidad. Lux no habla del hoy, sino de lo histórico, así se engendró el país. Reconozcamos que hay un proceso muy fuerte que nos conformó como nación. Es un gesto de autenticidad que nos lleva a preguntarnos si nos podemos desprender de esto. ¿Podemos ser otra cosa como Nación? Para poder soltar hay que reconocer. 

SM: Lo interesante es que hay algo geográfico en ese origen. El puerto era un lugar estratégico. Esto es un germen, pero hay otras cosas porque los argentinos no somos sólo contrabandistas. 

-Lo que quizá se ve con mucha claridad es cómo la ideología subyace en los monumentos públicos. Ustedes mencionaron La Grieta como proyecto escultórico. Y el nombre en sí mismo es ideológico porque la grieta es un invento periodístico que da a entender que la Argentina vivía en estado de homogeneidad hasta que se abrió la grieta y eso no es cierto porque la grieta es inherente a todas las sociedades en tanto tiene que ver con la lucha entre clases. Entonces, hablar de la grieta como algo dado es en sí mismo ideológico.  

SM: -Sí, los artistas que presentaron el proyecto en realidad decían lo que estás diciendo vos. Justamente decían que la grieta no es algo que ocurre ahora y lo transformaron en un hecho histórico. También señalaron que hay conceptos irreconciliables. Uno de los chicos que es gay dijo que si se encontraba con un homofóbico que le pega un chico gay, él no tiene forma de reconciliarse con eso. La forma de conceptualizar y hacer las cosas en el campo de las artes visuales tienen que ver con la cosa misma. No se trata sólo de un objeto, sino de todo lo que subyace a él. Nuestra misión ahora es juntar firmas para poder presentar ante el proyecto en la Legislatura.

-¿Cómo se puede contactar la gente con ustedes para firmar si está interesada en eso? 

SM: Nos pueden contactar en la página proyectomonumental.org. Ahí hay un mail de contacto.