La psicóloga Claudia Osiani, de 64 años, y su marido, el contador Juan Federico Hennig, de 65, compartían el viaje de sus sueños por la Patagonia argentina y chilena, cuando de un día para el otro se desató la pandemia y desde hace más de 15 días atraviesan la peor de sus pesadillas. Sin demasiada información, el crucero en el que viajaban terminó varado en Miami, donde esperan que las autoridades argentinas se pongan de acuerdo con la empresa para resolver la situación.

Hace exactamente un mes, el 7 de marzo, la pareja de Mar del Plata abordó el crucero Zaandam, de origen holandés. “Mi marido me había regalado los pasajes el año pasado. Queríamos recorrer el sur y algo muy deseado para nosotros que era llegar a Las Malvinas. Íbamos a pasear por Ushuaia, los fiordos chilenos, el Cabo de Hornos y el 21 de marzo, debíamos llegar al puerto de San Antonio, en Chile, donde íbamos a volar para Argentina”, explicó Claudia a Tiempo.

Pero los planes cambiaron. El 13 de marzo fue el último día que pisaron tierra, en la ciudad trasandina de Punta Arenas. “Ahí el capitán nos dijo que se había declarado la pandemia y que el crucero se terminaba. Además, dijo que iba a ver dónde nos bajaba”, agregó la psicóloga. Uno a uno, todos los puertos fueron cerrando sus puertas.

“Solo en la ciudad de Valparaíso se nos abasteció de combustible y alimentos pero en el medio del mar. Luego, el crucero empezó a subir por el Pacífico”, contó la mujer que describió que entre los pasajeros había nada más que 8 argentinos, 2 uruguayos y el resto eran de Europa, Estados Unidos, Canadá y Australia, mientras que los trabajadores del Crucero en su mayoría eran filipinos.

“Íbamos a la deriva hasta que se empezó a enfermar la gente. Porque hasta ese momento el barco no había cerrado ningún lugar público. La gente seguía en el casino, teatro, piscina y encima es un crucero que se caracteriza por sus turistas mayores de edad”, continuó la mujer. El 20 de marzo, los pasajeros en multitud comenzaron a “caer” en la enfermería. Ese mismo día, de estar todo normal y como si nada pasara, sonó la alarma y en menos de 5 minutos todos se guarecieron en sus camarotes. El crucero se transformó en un barco fantasma.

Claudia precisó que a esa altura, las autoridades del barco sólo se limitaron a informarles que había 80 enfermos de influenza; tres días después, el 23 de marzo, la cifra trepaba a 200 y según aseguraron, ya había 4 europeos muertos. Cabe decir que en total, había 1200 pasajeros. “Como si fuera poco, no había barbijos, guantes, reactivos, insumos, nadie sabía cómo afrontar esto”, añadió la mujer.

La pareja pasó encerrada en 12 metros cuadrados los días siguientes. La comida la dejaban del otro lado de la puerta. Dada la gravedad sanitaria, la empresa Holland America Line envió un barco gemelo al Zaandam, el Rotterdam, con personal médico para asistir a los pacientes. En el medio del mar y a través de pequeñas barcazas comenzaron a pasar a los pasajeros sanos. Luego de varias idas y vueltas, que llevó días de negociaciones, Panamá les permitió el paso a ambos barcos a fines de marzo para que continuaran su periplo.

La pareja siguió la cuarentena en el Rotterdam y tras una fuerte presión de los medios latinos en Miami, por cuestiones humanitarias, Estados Unidos montó un gran operativo sanitario y de seguridad, y dejaron atracar el barco para asistir a los pacientes. Eso duró unas horas.

Ahora, la pareja continúa aislada en su camarote. “Todos los pasajeros se fueron a sus países y quedamos nosotros nada más y la tripulación. El barco se fue vaciando. La compañía nos dijo que no nos pudieron mandar a Argentina porque el país tenía cerrado el tránsito aéreo, pero desde Argentina dicen que no pidieron tal cosa”, advirtió la mujer.

Los argentinos y uruguayos varados están en constante diálogo con los diplomáticos de sus respectivos países en Miami, quienes a su vez buscaría un acuerdo con Holland America Line. Una de las soluciones sería trasladar a los pasajeros en un vuelo chárter, que correría por cuenta de la empresa, a Uruguay que no tendría inconvenientes en recibirlos. Después, los argentinos verían el modo de retornar al país.