La gobernadora María Eugenia Vidal medirá este domingo el impacto real de la gestión de Mauricio Macri entre los votantes bonaerenses y las chances que tiene de conseguir su propia reelección en octubre.

Vidal viene de ser la protagonista de una campaña polarizada, sin propuestas y centrada en el miedo a “la vuelta del pasado”. Carga con una enorme responsabilidad: descontar el peso negativo de la imagen del presidente Macri que la arrastra hacia abajo en su propia intención de voto para intentar salvar las dos releecciones. Aunque el domingo no se definen cargos, la diferencia de votos con el Frente de Todos será clave para diagramar la estrategia y la suerte de la carrera a las generales.

A lo largo de estas cuatro semanas, la gobernadora apostó como Macri a mostrar los logros de la gestión con especial énfasis en la obra pública y lo que «no es sarasa», un guión que repitió en los medios, los spots oficiales y también en los actos 360 que realizó en distintos puntos de la provincia.

La mandataria abrió la campaña relacionando a su rival directo, Axel Kicillof, con La Cámpora, en un intento por demonizarlo. Y marcó así un tono discursivo que explotaron luego ministros y candidatos, especialmente en las redes sociales, para criticar y cuestionar al precandidato por su pasado como ministro de economía. Vidal jugó además con ventaja al tener en pantalla su primer spot en plena final de la Copa América, cinco días antes de lo permitido, en abierta violación de la veda.

Ya en el tramo final, salió a pedir el voto de manera directa, como Macri. Casi a modo de ruego, les pidió a los jubilados que vayan a votar aún cuando no estén obligados por la edad. Lo mismo hizo con los jóvenes que votan por primera vez. Son dos de los sectores a los que apunta para descontar la diferencia que le puede sacar Kicillof. El objetivo es garantizar la mayor participación el domingo, un punto que el oficialismo entiende que lo favorece.

En materia de votos, en el equipo de la gobernadora dividen a la provincia en tres: la primera sección electoral donde pronostican una elección “pareja” y es la que definirá la suerte de la reelección; la tercera sección electoral, que la dan por perdida, y el interior provincial, donde necesitan ampliar la diferencia que hicieron tanto en 2015 como en 2017 para poder descontar los puntos que perderán en el Conurbano. El objetivo está puesto en las grandes ciudades como Mar del Plata, La Plata y Bahía Blanca, entre otras, que son las más importantes en número de electores.

En La Plata repiten que «para ganar Vidal necesita sacar más votos de los que sacó Esteban Bullrich en 2017», cuando fue electo senador nacional por la provincia, ya que el actual piso de votos que tiene hoy el Frente de Todos es muy alto. En ese momento, el ex ministro de Educación nacional sacó 41,3%, más aún que Vidal cuando fue electa en 2015, con el 39,4.

La apuesta para descontar los puntos que le quita la presencia de Macri es el corte de boleta. El objetivo es repetir los casi 7 puntos que logró en 2015, cuando se desmarcó de Mauricio Macri en la provincia. Claro que el escenario era otro y su rival era Aníbal Fernández.

¿Cómo podría nutrirse ese corte a favor? En principio, del Frente Despertar, que lleva a José Luis Espert como presidente y no lleva candidato a gobernador, ya que la Justicia bajó la boleta del diputado «ex lilito» Guillermo Castello. Pero también consechará de la boleta que lleva a Roberto Lavagna como presidente y a Eduardo «Bali» Bucca como mandatario provincial, quien casi no aparece en las encuestas.

En la recta final, en La Plata no muestran el mismo optimismo que en la Casa Rosada. No hablan de elección pareja ni mucho menos. Se esperanzan con una diferencia de de «menos de 4 puntos», pero admiten que es una misión difícil.