Los recuerdos son indelebles. La melancolía es eterna. San Lorenzo es Boedo y el barrio es el Gasómetro. Para unificar tanto sentimiento, asoma la figura del Sapo Villar, pequeña en estatura aunque gigante como ninguna respecto de la cantidad de veces que se calzó la azulgrana. Sergio Bismark, bautizado con ese segundo nombre por el barco alemán anclado en el puerto de su Montevideo natal, es quien más veces transitó el campo de juego del mítico estadio del Ciclón. A días de cumplirse el centenario del primer partido disputado en el denominado Wembley Porteño, el lateral derecho que compartió los últimos once años de vida del templo del fútbol, añora sus miles de vivencias en el corazón del Ciclón. No lo puede hacer en el predio, porque allí sólo resaltan algunas ofertas. Desde el café que lleva el mismo nombre que el club y con Avenida La Plata de por medio, el Sapo se encarga de recordar parte de su rica historia en el Luna Park del Fútbol.

–¿Hoy cuando mirás el supermercado qué ves?

–Sigo viendo el estadio. Porque lo tengo metido en la cabeza al Gasómetro. Lo que veo hoy es pura indiferencia, porque lo único que quiero es que lo que tengo guardado en mi memoria, vuelva.

–¿Por qué es tan mítico el Gasómetro?–Porque ahí había magia. Donde hoy hay un supermercado, antes había magia. En aquel momento había magia de Basso, de Coco Rossi, de Roberto Telch, de Rendo, del Bambino Veira, de Albretch, como tantos otros. Por eso es lo que es y la gente lo recuerda todo el tiempo.–Al jugar de lateral tenías bastante contacto con los plateístas. ¿Alguna de las dos te trataba mejor?–Las dos siempre me quisieron. Capaz que me divertía más la de este lado (dice y señala hacia el corazón del predio, en referencia a la que estaba debajo de la Jacobo Urso) porque era la platea de niños, y son esos chicos que ahora tienen más o menos 50 años y me recuerdan partidos o jugadas mías. Como la otra vez que me agarró un hincha y me dijo: «Yo tenía ocho años y te vi hacer la misma jugada que años después hizo Maradona ante Inglaterra. Una lástima que no hiciste ese gol Sapo.» Pero la mayoría dice que me admiraban porque les sacaba la pelota a los rivales sin pegar. Porque en un puesto simplón, en el que si sacás la pelota y la tiras afuera ya la gente te aplaude, yo trataba de no revolearla y hasta de gambetear. Trataba de divertir a la gente que pagaba para ver el partido.–¿Del vestuario tenés algún recuerdo especial?–No, yo no era de tener cábalas ni nada. Pero sí me acuerdo que para ingresar al vestuario, tenías que caminar como 200 metros entre la gente. Cuando terminabas lo mismo y nada de empresas privadas de seguridad que te cuidaran, como ahora. Esos metros eran increíbles, porque enseguida sentías si habías jugado bien, no tanto o mal.–¿Pudiste disfrutar la vida social del club?–Sí, sobre todo porque quería saber cómo eran los carnavales de acá muy diferentes a los de Uruguay, que son con murgas y comparsas. Al principio vivía a siete cuadras del estadio y varias noches venía a disfrutar. Vi a Sandro en sus famosos recitales, al Dúo de Dos. No venía a los bailes, pero sí a ver artistas y cómicos.–¿Y la gente no te reconocía?–Nooo, si a mí no me conocía nadie. Ahora soy un poco más conocido que antes. Cuando el Sapo dice que no lo conoce nadie, exagera. Porque si bien el camperón azulgrana que luce tanto para la entrevista con Tiempo como para entrenar a los chicos del Fútbol Recreativo de San Lorenzo, lo mimetizan con el barrio, él no es uno más. Villar es quien disputó 446 partidos con esos colores, como ningún otro de manera oficial. Además es quien, como integrante de los Matadores, salió campeón invicto en 1968, el que obtuvo el bicampeonato del ’72 y el de 1974. Por eso un sector del Nuevo Gasómetro lleva su nombre. Y por eso hasta suena razonable que entre tanto desguace, demoliciones y partes repartidos entre galpones, iglesias y canchas de rugby, el Sapo atesore en su casa un banco de la platea baja y un tablón del Templo de Madera. –Llegaste para ser parte de los Matadores, que marcaron una época en Boedo.–Vine de un equipo desconocido como Defensor de Montevideo. El intermediario que cruzó el charco me ofreció a varias instituciones y el único que me quiso fue San Lorenzo. Cuando llegué, el entrenador era Tim (Elba de Pádua Lima) y como todo brasileño le gustaba jugar y con buenos laterales. Él no me conocía y me preguntó: «de qué juega usted?» De 4 le dije. Me dio la camiseta y me dijo, «bueno demuestre». Igual llegué a un equipo lleno de fenómenos.–¿Desde adentro se preveía el desenlace que tuvo el Gasómetro?–No, para nada. Nos tomó de sorpresa. Y quizás eso dolió más. Para tener noción de lo que significó, al no haber redes sociales ni nada de lo de ahora, es que el tema era particular y cuando nos dimos cuenta de lo que pasaba ya era tarde. Además, era una época difícil en Argentina, y lamentablemente no hubo defensa del club.–¿Por qué creés que sucedió?–Porque nos querían sacar de acá. Fue un despojo en base a mentiras para abrir calles y eso nunca sucedió. Después uno se entera que hicieron negociados con los terrenos, entonces no quedan dudas de que fue un despojo.–¿Qué perdió el barrio?–Mística. Acá jugaba la Selección, jugaron extraordinarios jugadores. Se perdió eso, en un momento quedó vacío. Es como si vos pasaras por la 9 de Julio y no tenés el Obelisco. Hay un vacío, una cosa desnuda. Así siento que le pasó a la Avenida La Plata.–¿Cómo le explicás al que no entiende, los motivos de la vuelta a Boedo?–Es como volver a las raíces, a la cuna, a la casa de los padres, donde uno nació. Perder todo eso, incluida la inocencia y la dulzura, y después volver a recuperarlo es especial. Pero lo más lindo de todo esto es que los más chicos, los que no conocieron el Gasómetro, son los que más interés tienen en volver al lugar de origen.–Te sumaste con la compra de metros cuadrados para que el estadio vuelva…–Acompaño porque es un volver a vivir. Volver a lo nuestro. Hay mucha gente que vivió cosas únicas acá, que conoció a su novia en los bailes y formó su vida gracias a San Lorenzo.–¿Que se perdió el hincha que no conoció el Gasómetro?–Lo mejor. Este estadio fue místico. Acá jugaron de los mejores jugadores del fútbol argentino y de Sudamérica.

El origen del nombre

El Gasómetro no es un nombre oficial del estadio, pero fue conocido popularmente con ese nombre debido a la semejanza de su estructura exterior con los gigantescos depósitos de gas licuado, conocidos como gasómetros, que funcionaban en aquella época.

7 de mayo de 1916 se disputó el primer partido en el Gasómetro. San Lorenzo derrotó 2 a 1 a Estudiantes por el campeonato.

25 partidos jugó la Selección Argentina en el Gasómetro en las Copas América de 1929, 1937 y 1946.

37 años hace que se cerró. Fue un partido, ante Boca y terminó empatado 0 a 0 por el Metropolitano 1979.

11 títulos conquistó San Lorenzo en el Gasómetro. Tres fueron en el amateurismo y ocho profesionales.