Martín Vizcarra llegó a la presidencia del Perú medio de refilón. El 21 de marzo pasado el presidente Pedro Pablo Kuczynski (PPK) tuvo que renunciar, complicado en parte por el escándalo Odebrecht, pero más que nada por sus propias torpezas políticas, que lo llevaron a quedar embretado en una interna de la familia Fujimori. La sombra de Alberto Fujimori, el expresidente que fuera indultado por PPK de delitos de lesa humanidad, sigue cubriendo la política peruana al punto de que en esta semana Vizcarra se jugó una parada fuerte para ponerle límite a Keiko Fujimori, la hija de «El Chino» –como se conoce al exmandatario, a pesar de su origen japonés–, que utiliza la mayoría parlamentaria en un sostenido intento por esmerilar al gobierno y forzar una salida favorable a sus intereses. Por ahora no pudo ser, pero la pelota todavía está en el aire.

Fuerza Popular, el partido de Keiko, había obtenido en julio de 2016, un total de 73 escaños sobre 130 diputados. Cierto que la bancada se fue desgajando por un par de expulsiones pero básicamente por la pelea entre los dos hermanos, Kenji y Keiko. El muchacho buscó congraciarse con su padre, acusado de múltiples crímenes en el combate a la guerrilla de Sendero Luminoso, entre 1990 y 2000, y sentenciado en 2009 a 25 años de prisión. Fue así que hizo un acuerdo con PPK para que a cambio de la amnistía sus legisladores rechazaran el juicio político al presidente que pedía Keiko, en diciembre.

Poco le duró el respiro a Kuczynski, porque a la revelación de que había trabajado para Odebrecht y las sospechas sobre contratos cuando fue primer ministro, en tiempos de Alejandro Toledo, se le sumó la difusión de un video donde se lo veía con Kenji Fujimori y otros dirigentes arreglando pagos para salvar el pellejo en el pedido de impeachment de diciembre.

Fue entonces que Vizcarra, que había sido elegido vice de PPK pero era embajador en Canadá, volvió para hacerse cargo del gobierno. El dato es que el hombre, un ingeniero de 55 años, ocupaba el cargo de ministro de Transportes y Comunicaciones y el 22 de mayo de 2017 había sido trasladado a Montreal luego de varios escándalos que lo habían obligado a renunciar a la cartera.

Parecía una presa fácil para Keiko, que perdió la elección contra PPK en el balotaje, por poco más de 40 mil votos, luego de haber obtenido el doble que Kuczynski en la primera vuelta. Luego de la arremetida contra el presidente, un dirigente de reemplazo con al menos 48 denuncias penales en su contra y desprestigiado tras su paso por el Gabinete no podía durar mucho si se lo sometía a presión.

Vizcarra quedó a merced de la aprobación de la bancada fujimorista. Pero aplicando técnicas de un deporte típicamente japonés, el judo, supo aprovechar la fuerza de su oponente. Y pacientemente viene denunciando que bloquean sus iniciativas de reforma y purificación de la política y la justicia.

El Poder Judicial peruano no está menos manchado que el político. Y el escándalo que envuelve a los presidentes de la Corte Suprema, al titular del Consejo de la Magistratura y al fiscal general fueron buen argumento para que Vizcarra planteara una amplia reforma que tiene una muy buena recepción en la ciudadanía, hastiada de tanta corruptela como le muestran los medios.

La reforma judicial modifica la forma de elección del organismo que debe nombrar y eventualmente juzgar a jueces y fiscales. La política establece controles para la financiación de las campañas electorales. Propone también la creación de un congreso bicameral, todo esto mediante la realización de un referéndum.

Para el fujimorismo, esa consulta popular puede terminar consolidando el poder de Vizcarra y dieron largas al asunto para evitar su sanción. El presidente planteó una «cuestión de confianza» el domingo, y amenazó con disolver el Congreso y llamar a elecciones parlamentarias.

En 1992, Fujimori disolvió el parlamento, hizo una reforma constitucional a gusto y piacere de las políticas neoliberales –a la moda de aquellos años– que buscaba imponer. Así, sin oposición legislativa, logró reelegirse para seguir con su plan. Pero finalmente terminó preso. Vizcarra aprendió a pulsear con la hija. Habrá que ver como continúa la historia. «


Hitler va a las urnas contra Lenin


El 7 de octubre habrá elecciones distritales en Yungar, en el departamento peruano de Ancash. Se elige alcalde y los dos postulantes más renombrados son Hitler Alba Sánchez y Lenin Vladimir Rodríguez Valverde. La curiosidad permite todo tipo de alegorías. Alba Sánchez, que asegura ser «el Hitler Bueno», carga con una mochila que él no eligió. El candidato de Somos Perú cree que en ese sitio tan alejado del mundo, el nombre sonaba atractivo para sus padres y ya fue jefe comunal, entre 2011 y 2014. «Cuando estudié la historia quise cambiarme el nombre –dijo Alba Sánchez a El Universal– pero la ya gente y los amigos me conocen así y los vecinos no tienen ese complejo».
Lenin Vladimir, por su parte, tuvo el primer altercado con su rival cuando quiso impugnar su candidatura. No lo logró pero fue perdonado por el exalcalde. «La oposición ha utilizado a ese ciudadano para que puedan confundir pero entre ‘revolucionarios’ no vamos a chocar», ironizó. El lema del controvertido candidato es «Hitler es pueblo» y «Hitler es confianza».
Las elecciones locales están pasando casi inadvertidas en Perú, sumido en las últimas semanas en una incertidumbre política por el enfrentamiento entre el gobierno y el Congreso.
En estos comicios, en los que hay 23,4 millones de habitantes aptos para votar, se elegirán unas 13 mil autoridades entre gobernadores, consejeros, alcaldes y regidores.