Haber pasado por la experiencia de vivir como pocos las últimas cuatro décadas del rock local transformó a Willy Crook en una figura más que conocida para el mundo de la música. Desde sus inicios, a comienzos de los ’80, tuvo el inmenso privilegio de haber sido parte de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota –tocó en vivo y en Gulp!, el recordado debut de la banda en 1985–, pero también fue amigo íntimo de Luca Prodan y parte notoria en el engranaje de la última versión de Los Abuelos de la Nada pergeñada por Miguel Abuelo. ¿El dato? Gran parte de esas cosas sucedieron antes de cumplir 25 años.

Hoy, a los 52, el cantante y razón de ser de los Funky Torinos (su banda de casi todas estas décadas) no está dispuesto a detenerse. Repasemos: es posible verlo todas las semanas en alguna parte del país con su grupo, también comparte proyectos con colegas de renombre (un dúo con Gillespi y la nueva versión de Pachuco Cadáver, con Roberto Pettinato), también hace radio semanalmente y suma como novedad Memorias improbables, su reciente libro de anécdotas donde recuerda mucho de lo bueno (y de «otras cosas también») de lo vivido junto a Charly García, La Mona Giménez, James Brown y tantos otros. «Gracias a mi longevidad hago de todo, estoy hiperactivo. Yo soy joven hace mucho tiempo, pero dosifico mi juventud. Ese es el secreto por el cual hago mucho de todo», dice Crook en su casa estudio de Once.

–Estás tocando mucho, tenés un programa de radio y hace muy poco editaste Memorias improbables, tu autobiografía. ¿Sentís que hay un mayor interés por lo que estás haciendo?

–Tal vez tenga que ver con que me puse las pilas después de una etapa en la que me olvidé de que era músico. Fue una etapa rústica, ocre, que por suerte quedó atrás. Pero previo a eso con los Funky Torinos hemos hecho varios discos, teloneado a James Brown y a David Bowie, entre muchos otros.

–Fuiste acto apertura de Bowie en su último show en la Argentina. ¿Pudiste conocerlo?

–Digamos que él me conoció (risas). Recuerdo que había tomado la precaución de llevar discos para que me los firmase, me acerqué a él y sentí, unos tres pasos antes de llegar a su persona, que puso una cara del tipo: «Oh, un fan hincha pelotas». Le vi esa cara y solidario con su sentimiento retrocedí y pensé: «Algún día le diré que yo fui el tipo que no le hinchó las pelotas en la Argentina».

–Como esa anécdota contás muchas en tu libro. ¿Cómo te convencieron para comenzar con esa tarea?

–Me lo ofrecieron desde la editorial a instancias de Norman Ramírez (un personaje muy conocido de la noche), porque le fueron a proponer que haga un libro sobre su vida. Bueno, él les dijo a ellos que todo bien, pero que al tipo que tenían que contratar para hacer un libro era a mí. Bueno, se ve que eso les quedó picando, averiguaron algunas cosas y luego se convencieron. Después me hicieron la propuesta, hablamos del dinero y, manteniéndome en la línea de los grandes escritores como Arthur Miller, Bukowski y tantos otros, me reventé el adelanto en efectivo antes de escribir un renglón (risas). Alguien dijo alguna vez que le importaba tanto la literatura que no la arruinaría escribiendo un libro. A mí me da una cierta vergüenza haberlo hecho y lo digo porque no soy político, aunque no uso la vergüenza muy a menudo (más risas). Afortunadamente las devoluciones fueron buenas, sobre todo porque la gente que me importa me dijo que el libro es entretenido.

–¿Cuánto te llevó escribirlo?

–Unos cuantos meses era lo pensado, pero después se transformó en un año. Me acompañó un periodista con el que hablábamos y me preguntaba sobre famosos, drogas, esas cosas. Me salió un libro con todo eso, pero con Charly (García) o con Pity (Álvarez) se pueden hacer ocho tomos (risas).

–Supongo que cuando te llegó la propuesta habrás pensado en biografías que leíste.

–Este libro es una muestra pediátrica de lo que viví, sobre todo porque quedaron afuera amigos. Pensé en Salvador Dalí, que tiene varias biografías, pero hay dos que son muy recomendables. Fundamentalmente opté por decir la verdad sobre los hechos.

–Alguna vez Keith Richards dijo que en su vida pasaron muchas cosas, pero a la hora de plasmarlas en una autobiografía le costaba recordarlas. ¿En algún momento te pasó lo mismo?

–Me pasó eso, sí. Yo estaba muy orgullosito y arrogante de mi memoria a largo plazo, pero cuando comenzaron a preguntarme cosas me di cuenta de que me acordaba del envase pero no del regalo. Tuve una vida muy rica en bandas porque fui muy promiscuo con la música, así que también tuve que recordar que soy muy rico en detalles.

–Como Richards, el factor de la toxicidad se siente en el libro y…

–(Interrumpe). Oh, caramba. ¡Qué coincidencia! (risas).

–¿Sentiste que a la gente le interesaba conocer esos temas?

–Lo que conté sobre el tema fue sin cierta vergüenza. Soy consciente de que para no demasiada gente puedo llegar a ser un ejemplo. Mi analfabetismo musical y mi tendencia adictiva no me parecen cosas para rescatar. Pero marcaron mi vida y no pude omitir esos detalles. Lo mío no es algo que sea recomendable y tengo cierta vergüenza, no mucha, al respecto. Conozco gente con terrible onda que no es esclava ni de ir al kiosco para comprar cigarrillos. Yo comencé con cosas psicodélicas porque quería expandir mi conciencia y eso terminó funcionando, pero luego la facilidad para acceder a sustancias no legales y no recomendadas por la OMDPB (Organización Mundial del Pórtate Bien) fue creciendo. Eso me pasó con ciertos productos que no recomendaría.

–¿Cuánto no contás en el libro? Me da la impresión de que te quedaste corto…

–Mucho. En realidad el libro es como estar planeando y las personas que me quedaron por nombrar fueron muchas.

–¿Quiénes quedaron afuera?

–Bueno, eso va a servir para otro libro (risas). Pero puedo develar que una vez hicimos una gira por Paraguay con Miguel Abuelo que era como no sé… (piensa) ¡Fue el desembarco de Magallanes! Recuerdo que cuando subimos al colectivo de gira nos miró a todos sentados y nos dijo: «A partir de este momento son libres de hacer lo que yo quiera» (más risas). Miguel era una persona de otro planeta y te llevaba a medio metro del suelo hablando de poesía, arte o esas cosas. El cretino no tocaba el suelo.

–¿Cuánto se extraña a esos amigos?

–Yo me indigno, no extraño. Que él y otros estuviesen hoy sería muy bueno para el mundo. Siempre digo que esa gente no se puede morir, sobre todo con tanta gente que sería fenomenal que lo hiciese para que el mundo sea mejor. Lo que más importa, a mi entender, es que ya no se fabrica más de esa gente. Ya no se fabrica gente como Prince, Bowie, Miguel Abuelo o Pappo. En este país quedan muy pocos, como Javier Martínez: Manal es una banda que la tengo al lado de Led Zeppellin, Pink Floyd, AC/DC. La escuela de la que provino Martínez propició que salgan miles de músicos, él y otros tantos se jugaron la vida por esto. En ese orden de ideas, la dictadura demostró su ineficiencia porque a (Charly) García tendrían que haberlo matado primero. Charly les tocó la cabeza a tres generaciones y delineó una influencia tenebrosa para una dictadura. «

La mística de los Redondos y Sumo

Como parte de la escena de los ’80, Crook tuvo la fortuna de ser parte del primer Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota y de haber compartido cientos de vivencias con Luca Prodan –a quien considera un artista único–, entre muchas otras experiencias.

«Es imposible referenciar a Sumo –sentencia–. Y la percepción de las cosas que quedaron grabadas o filmadas no alcanza. Sólo si estuviste ahí se puede entender cabalmente una banda como esa. Por eso, cuando pasan cosas como las que pasaron con Sumo y pudiste estar ahí, la ausencia de referencia actual certifica que lo que presenciaste era único. Eso es lo que falta actualmente, bandas que se parezcan a sí mismas. Si Sumo hubiese nacido en Londres, el mundo estaría escuchándolos todavía», señala.

En referencia a Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, explica: «Los Redondos fueron otra cosa. Tengo que aclarar que cuando toqué con ellos no eran una banda en la que muchos querían tocar, no tenían la proporción que tienen ahora. La vida cultural de los ’80 fue muy rica. En lugares como Cemento o Einstein podían tocar con diferencias de días Los Twist, La Sobrecarga, los Abuelos, Violadores, todas bandas que sólo se parecían a ellos mismos. Más allá de ese pasado, siento que lo mejor está por empezar, y te lo digo yo, que soy joven desde hace mucho tiempo. Adulto no voy a ser jamás porque me lo dijeron muchas señoritas que me acompañaron (risas)».

Miércoles: días de radio

Los miércoles desde las 22 hasta la medianoche, Crook conduce El yo quién club (por Nacional Rock), un programa de radio donde la música es la protagonista, pero también un espacio que semana tras semana se nutre de músicos y personalidades invitadas como Claudio Gabis, Luis Ortega, Botafogo y muchas más. «En la radio solemos bucear por múltiples estilos y diferentes décadas. Bobby Flores, con quien me entiendo mucho, me propuso que hiciera un programa. Entonces me dio un horario muy bueno, propio de un amigo, los miércoles por la noche. Ahí no pongo lo que hay que poner según el mercado, no hay listas como en casi todos los programas. En ese contexto elijo tema por tema y me llevo a mi partenaire Juan Cava, que es mi baterista en los Funky Torinos y que también es profesor de Literatura. Escúchennos y después me cuentan», concluye.

Participaciones emblemáticas

Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, Gulp! (1985): «Haber estado con ellos me hizo aprender mucho sin darme cuenta. Es el disco que todos recuerdan. Y para mí, más allá de lo que se lo pueda criticar como obra, es algo caro a mis sentimientos».

Riff, Paladium ’86 (1986): «Fue grabado en un lugar mítico para las crónicas de los ’80. Ahí acompañé a la banda heavy del país bajo el mando de Pappo, que no te dejaba subir al escenario así porque sí. Una banda monstruo.»

Los Encargados, Silencio (1986): «Es un disco increíble. En las bandas en las que tocaba, Redondos incluidos, yo sabía que había cosas que no iba a poder hacer jamás. Melero y los suyos hacían música de manera opuesta a todos. Por eso me fui con ellos.»

MUNDO CROOK

Memorias improbables, de Willy Crook. Editorial Planeta, 200 páginas.

-Willy Crook & Funky Torinos en vivo: viernes 21 de septiembre. Funciones a las 21 y 23:50. Bebop Club, Moreno 364.