Zaida Gatti está a cargo del Programa Nacional de Rescate y Acompañamiento a las Personas Damnificadas por el Delito de Trata del Ministerio de Justicia de la Nación, una de las políticas de Estado que sobrevivió al paso del macrismo. Esta semana, la funcionaria declaró en Mar del Plata en el juicio que se le sigue a siete sospechosos vinculados con el prostíbulo La Posada, donde en 2012 fueron liberadas 16 mujeres extranjeras que eran explotadas sexualmente. Gatti sabe que cada uno de los debates orales es el momento de quiebre de muchas de estas chicas. Si no lo hicieron antes, las palabras condenatorias de un juez resultan claves para que estas mujeres asuman su estado de víctimas. “Desde 2008, cuando se sancionó la Ley 26.364 de Trata de Personas hasta diciembre de 2016, se rescataron 10.653 víctimas”, explica Gatti en una extensa entrevista con Tiempo. De esa cifra, la especialista detalla que “entre un 60% y 70% son víctimas de explotación sexual, es decir que son más de 7000 las mujeres que hemos asistido por este delito de las cuáles sólo el 2% se reconoce como víctima”.

El Programa Nacional de Rescate acompaña a los funcionarios de la Procuraduría de Trata y Explotación de Personas (Protex) en cada uno de los allanamientos que realiza. En proporción, nueve de cada 10 procedimientos corresponde a explotación sexual. De estos casos, unos 300 llegaron a juicio y tuvieron fallo condenatorio.

– ¿Por qué tan pocas mujeres se reconocen como víctimas?

-Una vez que una víctima entra en el circuito prostibulario empieza a naturalizar esta práctica que en términos de las víctimas, te dicen «es lo que me tocó en la vida». Ese “lo que me tocó” significa la profunda situación de vulnerabilidad en la que se encuentran y el haber sido engañadas para ejercer la prostitución. La vergüenza que eso genera para cada una de esas mujeres, no poder volver al barrio, y para su familia. Ni hablar si llegan a aparecer en un medio de televisión o les sacan fotos. Utilizan, inconscientemente, un mecanismo de defensa en el cual necesitan de alguna manera no identificarse con esa persona que sufrió violaciones diarias, porque cada cliente es un violador. 

-Dicho así suena muy fuerte…

-Dentro de un prostíbulo no hay relaciones consentidas. Las víctimas no eligen con quienes estar o no. Ahí no hay ningún tipo de relación sexual, sino que hay un tipo de relación asimétrica entre el cliente y la víctima; y el explotador y la víctima. Ellas no tienen altas ganancias. Es lo que tienen para sobrevivir. 

-¿Cómo se revierte?

-Para que una víctima pueda hablar de sí misma como tal tiene que haber un proceso largo. Generalmente cuando llegamos, ni hablar en el primer momento, en medio del allanamiento, ante la mirada de los explotadores, les cuesta mucho hacer una discriminación entre quien la está explotando y quien la está ayudando. He escuchado a una víctima de un pueblo de Santa Fe, decirme que su explotador del sur de Argentina era buena persona porque mantenía su casa con calefacción. Es que de otra manera se moría. Mientras tanto el hombre se llenaba los bolsillos. Fue condenado, pero para la mirada de la víctima esta persona la estaba cuidando.

-El explotador generalmente dice que las mujeres tienen las puertas abiertas para irse cuando quieran…

-Hay una confusión respecto de lo que significa la libertad, ya que la mayoría de ellas está con una deuda que no sabían que iban a tener, alejadas de todos sus vínculos sociales y familiares. En muchos casos han visto a la policía connivente con el delito y que son amigos o socios de los dueños. Muchos policías pasan como clientes, otros directamente pasan y saludan; han visto en algunos casos a jueces, fiscales, porque no solamente la connivencia pasa de la mano policial. La connivencia existe para que este negocio subsista y es diversa. Cuando les dicen si no te gusta esto andate. Si la víctima se va no tiene dónde ir y luego vuelve al prostíbulo. Entonces ella cree falsamente que es libre por no reconocerse como víctima. Ese es el punto crucial. Ella está totalmente disociada y guarda todo eso reprimido en algún sector de su aparato psíquico.

-¿Cómo se desanda ese camino?

-Se va desarmando con muchos años de terapia, de asistencia y no todas las víctimas llegan en el mismo tiempo. Por eso, al momento del juicio, que son realmente rápidos, en un promedio de dos años desde la etapa de instrucción y el debate. Por eso, en ese momento, a las víctimas todavía les cuesta mucho reconocerse así.

-¿Cómo se la aborda?

-Cada caso es particular pero si te tengo que hablar protocolarmente, una vez que la víctima es abordada en el allanamiento, empezamos a desnudar el relato del tratante y le explicamos que ellas no son las que están cometiendo delitos, porque eso las aleja de su situación de víctima y es lo que los explotadores le dicen, por ejemplo, cuando son extranjeras y tienen irregularidades en los papeles. El primer paso es que conozca sus derechos y tenga acceso a la justicia. Luego, se brinda asistencia a través del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación y todos los organismos provinciales, se busca integrarla al circuito formal del trabajo. Porque sino la víctima va a volver a ser captada por la red de trata. La tenés que ayudar y acompañar todos los días. 

-¿Ese 98% que no se considera víctima, vuelve a la prostitución?

-Que no se reconozcan a sí mismas como víctimas no significa que vuelvan al ámbito prostibulario. Si vos le das todas estas herramientas van a empezar a hacer otra cosa y salir de ese circuito. Más allá de la posición del abolicionismo y todo lo que se viene trabajando desde ese sector desde hace muchos años, no significa que las víctimas puedan elegir este trabajo. Hay organizaciones que hablan del trabajo sexual, no es el caso que yo apoyo. Esas mujeres no van a sentarse frente a un tribunal y decir que son víctimas pero cuando empiezan a contar su historia y uno las acompaña, ahí empieza el proceso de recuperación. Es más, el real cambio, por los años que tengo en este trabajo empieza cuando termina el juicio y el juez dicta una condena. «


Un fallo que fue histórico

Alika Kinan se convirtió en la primera ex prostituta del país en llevar adelante un juicio contra sus tratantes en calidad de querellante. El Tribunal Oral en lo Criminal Federal de Tierra del Fuego, en noviembre del año pasado, condenó a su explotador a siete años de prisión. Al mismo tiempo, en un fallo considerado histórico, obligó a la Municipalidad de Ushuaia a pagarle unos 780.000 pesos por facilitar su explotación sexual a través de distintas ordenanzas. “Este caso fue muy distinto porque el juicio generalmente lo impulsa el Estado, a través del Ministerio Público Fiscal, excepto el de Marita Verón, que lo llevó adelante su madre, Susana Trimarco”, analiza Zaida Gatti, al tiempo que concluye: “Esta mujer es una víctima que estuvo acompañada no sólo por el Estado, sino también las organizaciones feministas. Así y todo, ella misma pidió que su declaración sea sin la presencia de los imputados, porque aún estando fortalecida, y habiendo tomado la querella, hay un momento que te quebrás, justamente cuando te das cuenta que sos víctima”.


Les cobraban hasta el dentífrico

“Es un trabajo de muchos años con el Poder Judicial para que se pueda comprender realmente cómo debe tratarse a una víctima de explotación sexual, justamente por la dificultad que tienen ellas para denunciar a sus tratantes”, precisa Zaida Gatti, mientras sigue de cerca el juicio que se está llevando adelante en la ciudad de Mar del Plata, por el caso del prostíbulo La Posada, donde fueron rescatadas 16 mujeres, en su mayoría indocumentadas de Paraguay. Por el caso hay siete sospechosos que, al parecer, obligaban a las víctimas a vivir en lugares que ellos mismos les proporcionaban. Además, se estableció que las chicas eran trasladadas por flotas de taxis y remises que también actuaban en complicidad con los presuntos tratantes. Los diferentes testimonios del debate acreditaron que los acusados les pedían dinero a las mujeres por el alquiler, la comida que les proporcionaban, e incluso, por los artículos de limpieza que utilizaban a diario, generando así una deuda que las mantenía cautivas y obligadas a trabajar.