Reynaldo Bignone era bastante alto. Raúl Alfonsín no tanto como el general de división. El escribano Eduardo José Carranza Vélez todavía menos que los dos anteriores. Lo político es una dimensión infinita de lo humano. Tan concreta y material por momentos, tan abstracta y teorizante por otros. El sábado 10 de diciembre de 1983, esto mismo se ve en los gestos que vienen a continuación. Alfonsín recibe los atributos de Bignone (primero la banda al hombro, luego el bastón con un gesto infinitesimal, retentivo).

Luego encaran la mesa sobre la que este trío está a punto de firmar, todos con mano derecha. Se trata de uno de los objetos más valiosos de la Casa Rosada, pero tiene un sutil problema de altura. Parece diseñada para épocas de estaturas en promedio menores.

Bignone firma el acta con una inclinación que no parece alcanzar, por lo que debe flexionar apenas las rodillas. Una pequeña genuflexión. Menos desproporcionado, Alfonsín igual debe inclinarse bastante sobre el papel para firmar con la misma pluma que el escribano sacó del bolsillo de su saco.

Carranza Vélez también firma para certificar el acto porque los escribanos, como todo el mundo sabe, nunca salen en la foto pero provocan alquímicamente que lo importante exista. Acaba de volver la democracia representativa a la República Argentina.

El calendario actual indica que el hombre o la mujer que asuma, renueve o vuelva a la titularidad del Poder Ejecutivo nacional lo hará tras 40 años exactos de esa escena, el domingo 10 de diciembre. 2023 ya es historia y casi no queda tiempo para nada.

No existe tal cosa como vacaciones en un año electoral porque, como se dijo más arriba, lo político es la urgencia en llamas al mismo tiempo que el cálculo estratégico para que las palabras y las cosas suenen con la armonía de la transformación social. Con insatisfacción, ilusión, frustración, esperanzas, hambre o todas las anteriores haremos la fila, daremos el DNI, entraremos al cuarto oscuro, volveremos con el sobre y lo depositaremos en la urna. También nos vamos a inclinar sobre las mesas bajas de las escuelas para firmar el acta, lo vamos a hacer varias veces y en La Pampa, por ejemplo, lo vamos a hacer por primera vez en exactas tres semanas: el 12 de febrero se votan las PASO provinciales.

Ahí anda entonces la democracia cuarentona: está en todos lados, como los escribanos, lo cual no quiere decir, como también pasa con los escribanos, que siempre haga bien su trabajo. ¿Hay margen antes del cumpleaños para que hagamos de ella algo más que una serie de domingos burocráticos? Por supuesto que sí, pero sus números -los del bolsillo, los de la deuda, los del porcentaje de la torta- alejan las fantasías.

De momento la política ofrece en superficie algunas pocas cosas. Este lunes, Lula saludará con la bandera de la vulnerada democracia brasileña al encuentro con los líderes regionales de la CELAC. Juntos por el Cambio se apresta a escenificar el rechazo a Nicolás Maduro y logrará el milagro de correr por derecha hasta al Departamento de Estado mientras dirime una interna no euclidiana de candidatos en ojotas. La Cámpora anuncia una campaña para romper la “proscripción” de CFK. La ultraderecha se agazapa.

En general, lo urgente hunde lo importante. 2023 ya es historia. Pero lo importante está en abierta disputa: ¿para dónde vamos? Tendremos que resolver esto mediante el voto, ese humano privilegio. «