A 6900 kilómetros de la Plaza de Revolución de La Habana, al pie del Obelisco porteño y sobre la Plaza de la República, Fidel Castro Ruz tuvo también su homenaje. Fue un reconocimiento con impronta argenta. También latinoamericana. Organizaciones de la izquierda y del espacio nacional-popular se congregaron en la emblemática postal turística de la avenida 9 de Julio para despedir y homenajear al Comandante de la Revolución Cubana y fundador del Movimiento 26 de Julio, fallecido a última hora del viernes a sus 90 años. La convocatoria reunió a gente de a pie, militantes y dirigentes políticos. Emocionada, casi escondida desde el asiento del acompañante de una combi de color rojo de la Fundación Madres de Plaza de Mayo, estaba Hebe de Bonafini.

“Fidel tenía cualidades que muchos desconocían. Era el tipo tierno, compañero, amigo, que se ocupaba de tus cosas personales mínimas”, contó Hebe en diálogo con Tiempo tras un silencio largo en el que intentó encontrar las palabras justas.

Con su pañuelo calzado sobre el cabello y parte del rostro, la titular de la Asociación Madres de Plaza de Mayo recordó una invitación inesperada del propio Fidel. “Una vez me distinguió invitándome a hablar con él en un acto por el 1° de mayo en la Plaza de la Revolución. Yo no lo podía creer”, repasó frente a este diario. “Cuando terminó el discurso, uno de esos de cuatro horas, me dijo ‘ahora vamos a marchar y vas a ver que todos enfocan mis champion (zapatillas)’. Querían saber de qué marca eran las que usaba. ‘Yo, antes de estrenarlas, les saco la marca’, me confesó aquel día. Podía estar en cosas grandes pero también en cosas chiquitas, en detalles como ese. Yo lo único que le pido es que Fidel, esté donde esté, nos ampare para aguantar todo esto que estamos viviendo”, completó Hebe con una sonrisa apenas visible mientras se daba aire con un abanico en el que predominaba el color rojo: en Buenos Aires, el homenaje a Fidel coincidió con una tarde de verano con una temperatura que llegó a los 30 grados.

La despedida a Fidel en Buenos Aires había sido convocada desde las redes sociales. A la invitación se había sumado la embajada cubana, que sugirió el Obelisco como escenario para la concentración. La vigilia permitió que muchos argentinos se sintieran parte del acto central, que reunió a cientos de miles de cubanos en el centro histórico de La Habana, donde se encuentra el Memorial José Martí. Cerca de las 19, cuando ya se había reunido una multitud que ocupaba toda la superficie de la Plaza de la República en dirección al sur (Constitución), se podían ver banderas de varios colores: Solidaridad e Igualdad, Corriente Política 17 de Agosto, La Cámpora, Partido Comunista, Sindicato de Curtidores de Cuero, Movimiento Estudiantil Liberación, Nuevo Encuentro, Los Irrompibles, MTL, Patria Grande, Partido Comunista Congreso Extraordinario, Seamos Libres, Kolina, FULP (Federación Universitaria de La Plata), Izquierda Latinoamericana y Espacio Popular.

No faltaban las pancartas improvisadas a mano. Algunas hechas de cartón, como una que se repetía a lo largo y ancho de la concentración: decía simplemente “Fidel vive”. También se vieron banderas cubanas atadas a los cuellos de los manifestantes, como si fuera el simpático uniforme de un boy scout o, mejor dicho, de un pionero cubano (niños que cursan el jardín de infantes y que pronuncian el famoso juramento: “Seremos como el Che”). Entre las personalidades presentes se escuchaban reflexiones sobre el rol histórico que tuvo Fidel Castro, tanto desde la consolidación de la Revolución Cubana tras el fracaso de la invasión a Bahía de Cochinos como también durante la ola de gobiernos neoliberales que azotó a América Latina en la década de los ’90.

“Fidel era el tipo que tenía los planos de la revolución y el cambio social en América Latina”, arriesgó Leandro Santoro, del radicalismo alfonsinista. Para el referente de Los Irrompibles, Fidel fue una suerte de auditor y consultor de revoluciones y procesos de transformación en otros países. “Aunque no se suele decir, el aporte de Fidel también fue muy importante en la transición democrática de Sudamérica de mediados de los ‘80”, agregó Santoro ante la consulta de Tiempo.

El abogado Gabriel Lerner, cercano a Alicia Kirchner y ex titular del Sedronar durante la última etapa del kirchnerismo, se remontó a los orígenes de su militancia política. “Yo empecé a militar en el año ’82. Desde aquel entonces y hasta 1999, con la asunción de Hugo Chávez, y salvo la experiencia de la revolución nicaragüense, Fidel fue el único líder popular triunfante con poder real. Eso fue muy importante. Más acá en el tiempo, cuando aparecieron los gobiernos progresistas y de izquierda en el Cono Sur, Fidel también se supo acomodar a los tiempos y acompañó aceptando no poner su protagonismo por delante”, planteó.

El diputado bonaerense (FpV/La Cámpora) Lauro Grande puso el foco en la relevancia que tuvo la figura de Fidel para la formación y la constancia de la juventud militante que atravesó el menemismo sin demasiadas expectativas ni horizontes para el corto plazo. “Para nuestra generación, Fidel fue un faro en medio del vacío de la década de los ’90, cuando el peronismo estaba copado por el neoliberalismo que impulsaba el imperio”, contrastó.

Entre las personalidades y los dirigentes que circulaban al pie del Obelisco, con banderas flameando, puestos de comida y remeras ofrecidas a la venta, algunos manifestantes forzaban la voz para corear los cantitos de sus respectivas agrupaciones. En el medio de la multitud se había instalado un gazebo blanco que exigía “por una Navidad sin presos políticos”. Era una alusión a Milagro Sala, cuya liberación sigue sumando pronunciamientos de peso: esta vez fue la OEA.