El próximo 10 de diciembre cambiará la composición del Congreso, y las mayorías y minorías respecto de la legalización del aborto, por supuesto, también se modificarán. La decisión política oficializada por Alberto Fernández será clave.

Desde hace una década aproximadamente, cada recambio parlamentario es mirado por un sector con mucho detenimiento. La posibilidad latente de que el Congreso consagre el aborto legal, seguro y gratuito depende, en buena medida, de las posiciones que los legisladores asumieron públicamente sobre el tema.

La principal diferencia, que desde ya no es menor, en este caso tiene que ver con que por primera vez Argentina tendrá un presidente que tanto en campaña como ya en su rol de mandatario electo se manifestó a favor de la interrupción voluntaria del embarazo.

La última vez que lo hizo fue hace pocos días, en México. Allí, en su primer viaje como presidente electo, Alberto Fernández dijo: “El Estado debe garantizar que las mujeres accedan al aborto en condiciones de asepsia.”

En 2018 la interrupción voluntaria del embarazo logró la aprobación en Diputados con 129 votos a favor y 125 en contra. Pero no pudo pasar el filtro del Senado donde la norma tan sólo alcanzó 31 votos y su rechazo 38. 

¿La nueva composición del Congreso lo favorece la aprobación?

Los números son preliminares. Aun falta ver cuántos diputados del futuro oficialismo dejarán su banca para ocupar lugares en el Ejecutivo. Sin embargo en base a las posiciones públicas de los que asumirán el próximo 10 de diciembre y a los votos de los que continuarán en sus bancas se puede presumir una mejora para las chances de que el proyecto se convierta en ley.

El debate por la interrupción voluntaria del embarazo arrancaría, según en Diputados con 114 votos a favor y 28 en contra. Los restantes 45 diputados no tuvieron manifestaciones públicas respecto al tema. Pero con tan sólo 15 de esos 45 alcanzará para que la norma vuelva a ser aprobada por la Cámara baja.

Así como pasó en 2018, el Senado aparece como la Cámara más reticente a darle sanción a cualquier proyecto que tenga que ver con la legalización o la despenalización del aborto. Más allá de que la despenalización aparece como un puente hacia la legalización y cuenta con más chances de obtener la mitad más uno de los votos, en la Cámara Alta tampoco hay seguridad.

En este caso la coyuntura de la propia Cámara, que ahora estará conducida por la expresidenta Cristina Fernández que hace un año voto a favor, y la decisión política del futuro presidente en avanzar sobre el tema, pueden ser determinantes.

En principio, al contrario de lo que pasa en Diputados, el proyecto cuenta con más rechazos que votos positivos. La cuenta preliminar muestra 35 votos negativos, 32 a favor y cinco sin postura definida.

La construcción de la mayoría

Más allá de estos números preliminares también es cierto que el interbloque del Frente de Todos será mayoría en el Senado. Eso no garantiza la totalidad de los votos en casos como este, en los que suele darse desde la conducción de la bancada libertad de acción. Sin embargo, la decisión política de los Fernández debería pesar para modificar la relación de fuerzas, como sucedió cuando el kirchnerismo tomó la decisión de  avanzar con la ley de matrimonio igualitario.

En aquel entonces, en 2010, el Frente para la Victoria no tenía mayoría pero era la primera minoría en ambas Cámaras. Las cuentas previas mostraban la dificultad de que el proyecto avanzara. Pocos días antes de que se lleve a cabo la primera sesión para abordar el tema, Néstor Kirchner reunió a todos los diputados y senadores de sus bloques en la sala de reuniones del despacho del Presidencia de la Cámara Baja.

La deliberación no se extendió demasiado. Poco más de una hora le alcanzó al expresidente para construir una victoria parlamentaria que se transformaría en uno de los hitos de la ampliación de derechos del primer gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. Para conseguir eso, Néstor Kirchner no apeló ni a la racionalidad ni a la ciencia, sólo a la política.