«Nuestro problema no es solamente que haya sido electo Jair Bolsonaro como presidente de Brasil. Nuestro gran problema es que junto con él fueron elegidos tipos muy complicados para la gestión de la lucha por la seguridad, especialmente en Río de Janeiro. Bolsonaro tiene un discurso genérico, totalmente simplista sobre la gestión de la seguridad y violencia, pero en Río fue electo (el juez) Wilson Witzel, que también tiene un discurso muy fascista y claramente lo construye desde un proceso de guerra y exterminio contra el tráfico de drogas, que también utilizan para perseguir a la población negra y pobre, además de los movimientos». La descripción corresponde a Jailson de Souza e Silva, creador del Observatorio de Favelas, una organización social donde participaba la concejal y activista por los Derechos Humanos Marielle Franco, asesinada a balazos el 16 de marzo. Lo dice de visita en Buenos Aires, invitado para participar del Encuentro Internacional de Ciudades Igualitarias, definido como la «contracumbre» del Urban 20, el evento encabezado por el alcalde porteño, Horacio Rodríguez Larreta, como antesala municipal del G20.

En medio de los debates de urbanistas y organizaciones sociales, cinco referentes de movimientos brasileños dialogaron con Tiempo, para compartir su análisis sobre la elección del excapitán del Ejército y dirigente ultraderechista como presidente del gigante amazónico a partir del próximo 1° de enero. «La democracia de Brasil está en riesgo», responden a coro los protagonistas de este diálogo colectivo integrado también por Bartiria Lima, de la Confederación Nacional de Asociaciones de Moradores (CONAM); Nelson Sauler He, referente de la Plataforma por el Derecho a la Ciudad; Graca Xavier, del Movimiento Nacional de Lucha x la Moradía – Brasil); y Rudrigo Rafael Souza e Silva, representante del Movimiento de Trabajadores Sin Techo (MTST).

Durante la campaña electoral, pero también luego de ganar los comicios, el líder ultraderechista amenazó con tipificar como «terrorismo» a distintos movimientos sociales y especialmente a los Sin Tierra y a los Sin Techo. «¿Cómo se preparan ante estas amenazas?», consultó este diario a los dirigentes invitados a Buenos Aires.

Más allá de la tentativa autoritaria

«Es una amenaza específica contra los movimientos Sin techo y Sin tierra. Lo esperábamos, porque forma parte del programa de defensa de la propiedad que promociona Bolsonaro», explica Souza e Silva del MTST. «Ahora tenemos una profundización de la crisis, pero esta campaña busca frenar la radicalización del proceso de lucha y la importancia que tiene la discusión territorial y las discusiones urbanas que estamos impulsando. Pero la ofensiva de Bolsonaro tiene una base moral que apunta masivamente contra la organización de las mujeres, de la comunidad LGBTT. Por eso consideramos que la elección de Bolsonaro representa la tentativa autoritaria de exclusión del poder tradicional por parte de los hombres heterosexuales blancos, porque ven el avance de la organización de estos sectores, reivindicando derechos y políticas públicas. Nuestras prácticas democráticas han sido consideradas por Bolsonaro como las enemigas de su proyecto, que mezcla elementos fascistas, fundamentalistas religiosos, y militares», explica el joven oriundo del norte amazónico.

Ante los ataques y las amenazas de los ultraderechistas electos, todos los entrevistados admiten su preocupación, pero agregan que cuentan con herramientas políticas y organizativas para afrontar el miedo que busca sembrar Bolsonaro, con una iniciativa política que busca ir más allá de la defensa de la democracia en Brasil. «Todas las organizaciones y entidades estamos en una etapa de mucha coordinación, dentro de un frente para discutir las problemáticas y fortalecer nuestra intervención en distintos puntos, pero especialmente en Río de Janeiro», contesta Bartiria Lima de CONAM. «No vamos a temer porque no sepamos claramente lo que viene, sino que estamos preparados y unidos para entender este proceso, porque sabemos que luego de la elección y su próxima asunción, Bolsonaro va a combatir a todo el activismo y perseguir a todas las organizaciones. Por eso estamos pensando también en formas de seguridad ante un gobierno violento, con un presidente que estimula la violencia. Ante ese desafío tendremos más seguridad en la comunicación, pero también apostaremos a evitar el aislamiento y hablar con la población y transmitirle seguridad también para no ceder ante el miedo».

Vencer el miedo sin perder la iniciativa política

Para la dirigente Xavier, del Movimiento Nacional de Lucha por la Vivienda, la confirmación del nivel de riesgo de la democracia brasileña es vivido en el pellejo propio. «No decimos que la democracia está en peligro porque sí. Los dirigentes de las organizaciones sociales están ante la muerte, la prisión o migrar a otro país, y estas no pueden ser las posibilidades. Por eso estamos buscando ampliar los lazos de la solidaridad internacional también y anunciarles a los países del mundo que la democracia de Brasil está en peligro. No podemos retroceder y volver a una época de dictadura. No queremos que esta ofensiva fascista aumente la pobreza y que multiplique las amenazas a los dirigentes y los asesinatos pero, para evitarlo, necesitamos profundizar el diálogo con nuestro pueblo», asegura la mujer.

Para ella, la estrategia del miedo es parte fundacional de los planes de Bolsonaro. «Su primera actitud luego de ganar fue un desfile militar. Estamos ante una vergüenza nacional porque en vez de una fiesta popular hizo un desfile militar para amenazar. No tenemos miedo y estamos unidos y firmes psicológicamente para afrontarlo, para dialogar también con las fuerzas armadas y con toda sociedad desde una cultura de paz y de amor, nosotros somos todo lo contrario al odio que busca capitalizar Bolsonaro», insiste con firmeza Graca.

Militares en seguridad interior

Uno de los elementos menos advertidos fuera de Brasil es la disposición del presidente interino Michel Temer de habilitar la presencia de efectivos del Ejército en ciudades como Río de Janeiro, ante la cantidad de hechos delictivos y asesinatos. Sauler He, del Instituto Polis y de la Plataforma por el Derecho a la Ciudad aclara: «Río no está intervenido, sino que los militares pueden actuar en temas de seguridad interior. Si bien no es que los militares están gobernando el estado de Río de Janeiro, lo que sí está pasando es que los militares intervienen en materia de seguridad interior. No es una buena política, porque lo que hace falta es un mayor fortalecimiento de la policía civil, que no tiene una estructura para desarrollar la seguridad pública y las investigaciones, como el caso del asesinato de Marielle Franco y de otros brasileños. Los especialistas de seguridad pública de Brasil saben claramente que no han tenido resultados positivos».

Souza e Silva, en nombre del Observatorio donde trabajó con Marielle, agrega que el elemento más preocupante es el rol de los paramilitares. «Las Milicias son fuerzas paramilitares que se fortalecen cada vez más. Llegaron después de las Unidades de Políticas de Pacificación, que secundarizaron las funciones de la policía. Ahora esas milicias tienen la posibilidad de crecer. En Río hay 2,8 millones de personas que viven bajo el control de la milicia y la cuestión es que tenemos a la policía polarizada por la disputa de grupos mas éticos y otros más corruptos, y una llamada banda podrida que tiende a recuperar el poder. Para las fuerzas de ultraderecha la clave es fortalecer la Milicia, por eso las organizaciones que militamos en zonas controladas por la Milicia estamos cuidando a nuestros compañeros, porque venimos de elegir a tres chicas que serán concejalas y ahora corren los riesgos que corrió Marielle. Sin duda hay riesgo de vida para nuestra organización y para nuestros militantes», responde, mientras retoma el guante de sus compañeros para sostener la iniciativa política, sin perder de vista la autocrítica que debaten todas las organizaciones sociales en Brasil.

Dialogar con los votantes de Bolsonaro

«Tenemos una sociedad muy consevadora, y la base social de Bolsonaro son los blancos escolarizados de clase media, liberales e individualistas. Pero quienes votaron a Bolsonaro son una mayoría muy grande, que los supera, y que está compuesta por gente que sumó el voto y que había votado a Lula antes, pero que está desilusionada por la situación de seguridad, la cuestión moral y el rol de los medios. La cuestión moral de la corrupción y el desgaste de los partidos tradicionales generó este proceso de Bolsonaro, que ahora buscará atacar todas las estructuras que garantizan los derechos fundamentales. Sobre eso aplicará medidas económicas excluyentes y desde el punto moral perseguirá los derechos de las mujeres, de los homosexuales. Ante eso, vamos por la defensa de la democracia. Ahora el cambio social pasa por la defensa de la democracia. Insisto, no es sólo Bolsonaro, sino los grupos fascistas. Por ejemplo: un tipo que rompió la placa de Marielle tuvo 200 mil votos. Ese perfil de votante no quiere más personas en las universidades, ni en las movilizaciones y ese es nuestro desafío. Lo que espero es que en medio de este proceso no me maten», contestó sin temor alguno el fundador del Observatorio de Favelas.

El proceso que vive Brasil ha desatado incógnitas en todos los movimientos sociales del continente y especialmente en Argentina, cuando falta un mes para el tercer aniversario del mandato presidencial de Mauricio Macri. «Nuestro mensaje a los movimientos hermanos es que no repitan los mismos errores de la izquierda en Brasil. Es necesario hacer una autocrítica, pero también buscamos analizar cómo se comporta la izquierda. Tenemos unidad en la lucha, pero tenemos que hacer un proceso de revisión de nuestros compromisos, por eso es necesario que la izquierda tenga hoy otras herramientas para construir un discurso radical en relación a las cuestiones estructurales. Porque Bolsonaro representó la radicalización que muchos sectores querían y que la izquierda no representó. Por ejemplo, en Estados Unidos, el fenómeno de Bernie Sanders representa a un sector de la sociedad norteamericana que es crítica del capitalismo y que plantea que hay que cambiar este sistema, no es cuestión de garantizar apenas la democracia sino radicalizar el proceso de poder popular. Creemos que eso se construye en los territorios, como lo estamos haciendo en los barrios con la conquista de servicios públicos y organización barrial», grafica este joven representante de los Sin Techo, un movimiento presente en casi todos los estados brasileños y en las grandes ciudades.

Creatividad ante la adversidad

«Tenemos que globalizar la resistencia. Tenemos que crear esperanza porque hay una desesperanza muy generalizada. El mercado logró crear un sentimiento antipolítica e instaló que la política es corrupta, pero en realidad detrás están los grandes empresarios que quieren mantener sus ganancias. Tenemos que salir del programa de resistencia y enfrentar a las élites que se transnacionalizan. No alcanza con defender lo que construimos hasta ahora, sino desarrollar nuestra inteligencia creativa, que es una característica muy particular de los movimientos sociales. No dudamos de que tenemos que discutir un proyecto de felicidad para las personas. Los medios y la ultraderecha dicen que en Brasil vamos a ser como Venezuela por el comunismo, pero nosotros queremos construir un proyecto colectivo de felicidad, compuesto por las personas que queremos cambiar. Nos dicen terroristas porque llevamos amor y felicidad, porque ahora quieren ampliar esos intentos hegemónicos y autoritarios. Responderemos con nuestra potencia creativa de construir felicidad. La organización está en nuestros territorios y podemos mostrar que estamos juntos y juntas. No podemos dejar que el miedo nos aísle en nosotros mismos. Tenemos que crear este proceso de unidad y protección, con creatividad y generosidad», resumió el joven, convencido, al igual que sus pares, de la capacidad de su movimiento para transitar esta nueva etapa en Brasil, a pesar de Bolsonaro. «