El 75 aniversario del nacimiento del movimiento popular más importante de América Latina se convirtió en un contundente apoyo al presidente Alberto Fernández y su incipiente administración del Estado en medio de la pandemia. Había sido el propio mandatario quien por todos los medios intentó desalentar la movilización por motivos sanitarios, aunque sí logró que se convirtiera en una enorme caravana de vehículos que se replicó en distintos puntos del conurbano bonaerense y las provincias. «Empezamos el tiempo de la reconstrucción argentina y me toca ponerme al frente de ese barco. Estoy seguro de cuáles son los intereses que represento y que no claudicaré en los compromisos asumidos», dijo en un discurso en el que convocó a la unidad y al amor “por el pueblo”.

A las 13, horario pautado para poder ingresar al sitio virtual 75 octubres, hubo 40 servidores que ingresaron de manera simultánea. Esto saturó la aplicación que iba a permitir la manifestación virtual, según explicó Miguel Cuberos, subsecretario General de la Presidencia, encargado del acto virtual. El contacto remoto se trasladó a las redes sociales del sitio, donde se pudo seguir el acto oficial que condujeron Gabriela Dedelisi y Pedro Rosemblat. Allí, el protagonismo en las pantallas lo tuvo la militancia. La primera en hablar fue la presidenta del Pellegrini, le siguieron los docentes del colegio Rodolfo Walsh de La Matanza. Los escuchaban atentos los ministros del gobierno nacional y la cúpula de la CGT, dispuestos en los asientos del salón Felipe Vallese, joven militante a quien el presidente mencionó en su discurso como “el primer desaparecido”. “También a nosotros nos toca hacernos cargo en medio de la tragedia. Confieso hubiera querido que se queden en sus casas, a los que se convocaron con sus autos, les agradezco el afecto”, reconoció tras la salida masiva en vehículos particulares que se desató durante la tarde.

Estuvieron presentes, pero también de manera virtual, todos los gobernadores y gobernadoras peronistas, incluso el esquivo cordobés Juan Schiaretti. Allí, Alberto eligió mencionar a dos artífices de la unidad: el actual presidente del partido -se espera que sea sucedido por el Jefe de Estado en ese cargo-, el diputado José Luis Gioja, y el gobernador de La Pampa, Sergio Zillioto. También nombró a los tres dirigentes sindicales más encumbrados pero separados en sus estructuras: el anfitrión Héctor Daer, Hugo Moyano, y “el otro Hugo”, el diputado Yasky, titular de la CTA. Es que más temprano había movilizado el líder camionero junto con otros gremios como los taxistas, y luego habló desde la sede del SMATA. Ese desmarque del acto central tuvo el objetivo doble de apoyar a Alberto, pero de diferenciarse de la conducción de Daer. El dirigente que estuvo en los dos actos fue el ministro de Interior Eduardo “Wado” de Pedro, quien antes de llegar a la sede de Azopardo pasó a saludar por el local del SMATA.

En las butacas, sentados de manera distanciada, estaba la representación parlamentaria oficialista: Sergio Massa, titular de la Cámara Baja; Máximo Kirchner y Cristina Álvarez Rodríguez ,autoridades del bloque de diputados. La vicepresidenta, Cristina Fernández, no concurrió. Pero sí fueron, además de su hijo, sus descendientes políticas, la titular de la Anses, Fernanda Raverta, y la intendenta de Quilmes Mayra Mendoza.

Alberto hizo en su discurso un claro paralelismo entre aquella movilización fundacional del ’45 y su antecedente antipopular de la marcha del 19 de septiembre en la que se pedía la renuncia de Perón, y la situación actual. “Se envalentonaron de ver tanta gente en la calle. Eso les hizo creer que se podían llevar puesto a ese general”, dijo en clara alusión a las movilizaciones anticuarentena que se sucedieron este año en el centro porteño. “Hay una parte de la Argentina que pregona el odio, que desea el mal al otro” comparó. “Los diarios de la época decían lo mismo que ahora.  Hablaron del aluvión zoológico, en contra de un pueblo que reclamaba su parte en la sociedad”, dijo.

Mencionó a Perón, a Néstor y al papa Francisco. Pero cuando la nombró a Cristina detalló las principales medidas de su gobierno: “otorgó derechos a las minorías como nunca nadie en democracia”, dijo y enumeró: la asignación universal, el matrimonio igualitario, la identidad de género y la muerte digna.

“Nosotros creemos en la diversidad, la sociedad con discurso único no es una buena sociedad”, dijo en un mensaje hacia adentro y hacia afuera del peronismo. “Nos pusimos al frente para garantizar el funcionamiento del sistema de salud que otros destruyeron”, sostuvo en lo que fue la única referencia a la oposición. “Si nos unimos de una vez por todas y dejamos de lado odio y rencores, podemos hacer otro país”, arengó. Y recordó el “amor” entre Perón y Eva, y Néstor y Cristina. “No es el anti banderazo, no hay odios ni rencores. Hay ganas de poner de pie a la Argentina de una vez y para siempre”.

“Empezamos un tiempo distinto, el tiempo de la reconstrucción argentina. Me toca a mí estar al frente de ese barco. Estoy seguro de los intereses que represento y no claudicaré”, aseguró. Y llamó a militar “sin odios” porque dijo: “Las víctimas del odio fuimos nosotros”. “En nombre de la libertad nos echaban del gobierno, en nombre de la democracia nos fusilaban y nos hacían desaparecer compañeros”, recordó, y se llevó uno de los aplausos del salón. Adentro del salón y desde los autos y los balcones sonaba la marcha peronista mientras salía un sol pleno después del chaparrón.