La ola que se venía incubando desde abajo, y que los medios, las redes sociales y los encuestadores no previeron o no quisieron ver, conmovió los cimientos de la Argentina. Casi la mitad del país mandató a una nueva coalición política, con eje en el peronismo reunificado, para que restablezca la posibilidad de vivir mejor. No se trata de un objetivo fácil por las circunstancias internacionales y por las condiciones de extremo endeudamiento en que arrancará el futuro gobierno. El triunfo fue mucho más holgado del que imaginaban hasta los más optimistas. En la cuenta regresiva para estas PASO, sin embargo, se venían sumando los indicios que anticipaban una derrota lapidaria para el macrismo. Un importante banco privado de capitales chinos que opera en Argentina encargó en la última semana una encuesta a una reconocida consultora internacional: los resultados de ese sondeo anticipaban una diferencia entre el Frente de Todos y Juntos por el Cambio de por lo menos 14 puntos.

La cita a una entidad financiera no es intrascendente en este punto, ya que una de las primeras incógnitas que disparó la nueva coyuntura es qué pasará tras la apertura de la jornada financiera de hoy lunes: la incertidumbre se cierne, sobre todo, con el dólar y con las acciones de los bancos, que en los últimos cuatro años fueron los grandes ganadores de la política macrista de Leliq y altísimas tasas de interés.

 En el Frente de Todos saben que el escenario resultante de la victoria convertirá el período que resta hasta el 27 de octubre, y luego la transición hasta diciembre, en un estado de inestabilidad permanente. A fines de la semana pasada, por caso, en algunas reuniones de alto nivel de los principales bancos públicos del país se había advertido bajo cuerda que la divisa estadounidense treparía a 52 pesos en las primeras horas del lunes. Anoche, en el búnker de Todos ubicado en el barrio porteño de Chacarita, ya se analizaba ese panorama con preocupación. Este trasfondo, potenciado por la constatación de la repentina debilidad de Mauricio Macri y su gobierno, explica por qué una de las definiciones más sugestivas que pronunció Fernández en su primer discurso como ganador fue “nunca fuimos locos gobernando”. Aunque la frase completa, en rigor, apuntó a enviar un mensaje a todos los sectores que tienen capacidad de producir daño en la transición ante lo que será un recambio institucional y de partido de gobierno: “A los que están intranquilos les digo que se tranquilicen. Nunca fuimos locos gobernando.”

Está claro que la fórmula ganadora en Nación, como la dupla triunfante en PBA, tendrá que sortear lo que será un camino lleno de dificultades y acechanzas hasta el 27 de octubre. Aunque está claro que la victoria es un hecho, recién se la podrá considerar oficial cuando se cuenten las urnas de la elección general. Cambiemos enfrentará hasta entonces una situación paradójica: la agudización de la crisis –el contagio de la economía real a la financiera- podría entorpecer al Frente de Todos en su descontado acceso al poder pero, al mismo tiempo, convertiría en un vía crucis el mero ejercicio de completar el mandato. Eso explica por qué en el entorno de Alberto Fernández se está evaluando encargar a interlocutores calificados de mucha confianza -que podrían ser Guillermo Nielsen, Matías Kulfas, Felipe Solá, por citar algunos nombres- para que mantengan conversaciones con representantes del sistema financiero y de las potencias del mundo. El Frente de Todos ya pasó de pantalla: ahora enfrenta los desafíos que desea cualquier candidato, los problemas de ser el ganador. «