El programa Argentina Futura, perteneciente a la Jefatura de Gabinete nacional, presentó El futuro después del Covid-19, un libro digital donde cerca de 30 intelectuales reflexionan sobre la pandemia. Dirigido por Alejandro Grimson, titular del programa y asesor presidencial, y compilado por Nahuel Sosa, Lila Siegrist y Federico Escribal, aportaron textos, por ejemplo, la socióloga Dora Barrancos, la ensayista y crítica literaria Beatriz Sarlo, el filósofo Ricardo Forster y la escritora Gabriela Cabezón Cámara.

Tiempo dialogó con Grimson, doctor en Antropología de la Universidad de Brasilia, profesor del Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM) e investigador del Conicet. Como asesor presidencial, Alejandro Grimson se integró de manera creciente a las reuniones interministeriales de seguimiento de la pandemia y es uno de los referentes clave del “think thank”, el laboratorio de ideas, que asesora a Alberto Fernández.

–¿Cuál es la invitación y el intento del libro?

–Cuando se producen situaciones de crisis tan agudas como la que estamos viviendo, a toda la sociedad se le hace muy imperioso ver cómo resuelve los problemas cotidianos, del día a día. Y por lo tanto, estamos en la emergencia, en la urgencia, muy centrados sobre el presente. Este libro intenta hacer una contribución para romper los muros del coyunturalismo, y poder abrir nuevos horizontes de la imaginación cultural, social y política que permitan generar visiones acerca de futuros posibles, deseables. Porque necesitamos ir construyendo narrativas acerca de cómo llegamos hasta acá, de dónde salió esta pandemia y cómo se están distribuyendo sus efectos de manera desigual. Y cómo queremos afrontar los próximos desafíos que tengan la humanidad y la sociedad argentina. En ese sentido, no es lo mismo afrontarlo con la lógica del mercado o con la lógica de un Estado activo, que cuida.

–¿Qué conlleva la noción de crisis en medio de la pandemia?

–La pandemia es una crisis, donde lo más doloroso que tiene son todas sus víctimas. Desde las víctimas letales hasta aquellas que quedan exacerbadas por las desigualdades previas en función de la realidad, ya sea económica, territorial, de género, etcétera. A partir de eso, hay que pensar y trabajar para que la crisis también sea una oportunidad. Una oportunidad para discutir el modelo de país, el modelo de sociedad global, y definitivamente asumir el fracaso estrepitoso de los modelos basados en la especulación financiera. Y apuntar toda la energía para trabajar y construir un futuro colectivo centrado y basado en los seres humanos.

–¿Cuáles son para usted las ideas que entran en crisis?

–Lo que entra en una crisis brutal es toda la noción del individualismo. Porque en esta pandemia, en términos tanto sanitarios como económicos y sociales, queda más claro que nunca que nadie se salva solo. Entonces, (entra) toda esta cuestión de los discursos neoliberales, que hegemonizan el mundo desde hace varias décadas, cuatro podríamos decir. Obviamente, en Argentina y otros países de América Latina, hubo una clara interrupción de esa hegemonía durante un poco más de una década. Pero, en términos globales, la hegemonía es una hegemonía neoliberal hace mucho tiempo. Y esa hegemonía entró en crisis.

–¿Qué desigualdades potencia y evidencia la pandemia?

–La Argentina tiene cinco desigualdades constitutivas, estructurales, y muchas de ellas se ven exacerbadas con el tema de la pandemia. La desigualdad distributiva: la pandemia no golpea igual a los ricos y a los pobres. La desigualdad de género: las mujeres, que son las que cargan sobre sus espaldas de manera desigual el cuidado, se ven súper recargadas en el contexto de la pandemia. Desigualdades étnico-raciales. Desigualdades de edad. Desigualdades territoriales/federales. Entonces, evidentemente, sobre estructuras de desigualdad la pandemia golpea no sólo, insisto, como un fenómeno sanitario, sino como una crisis económica global. Porque lo que abrió el Covid-19 es una crisis económica global.

–En algunos sectores dominantes se habla de una supuesta dicotomía entre “salud” y “economía”.

–Lo que pasa es que a la crisis económica la desata la pandemia. No la desata la cuarentena. Y eso es muy obvio, porque en los países que no hicieron cuarentena también hay una crisis económica muy grande. Hay una recesión en casi todos los países del mundo, está cayendo el valor de las empresas, el consumo. Está cayendo el comercio internacional, el producto bruto. Lo que es falso es que a la crisis económica la produce la cuarentena. A la crisis económica la produce la pandemia. Si existiera un país en el mundo que, por razones mágicas, pudiera quedar al margen, no tener coronavirus, igual ese país imaginario sufriría el golpe económico. Porque está en crisis la economía global. El gran desafío es si vamos a ir hacia un modelo absurdo, donde cada país intenta salvarse solo, cuando eso es inviable frente a una situación de este tipo, o si vamos a ir hacia una creciente coordinación y solidaridad global.

–El presidente dijo que “el mundo no será igual” desde la propagación de la pandemia. ¿Vamos hacia una nueva “normalidad”, hacia nuevas formas de vincularnos como sociedad?

–Cuando lo peor haya pasado, y podamos retomar la vida cotidiana, no va a ser el mundo que conocíamos antes. Y no va a ser la vida cotidiana que vivíamos antes. Todavía no sabemos cómo va a ser, depende si va a haber vacuna o no. Hasta que no haya vacuna, va a ser muy decisivo mantener los distanciamientos sociales, mantener las prácticas de higiene. Ahora, lo que no sabemos es, cuando aparezca la vacuna, si vamos a haber adquirido, incorporado, por lo menos alguna de esas prácticas, y en ese sentido poder pensar de otras maneras. O si, también, vamos a tener que incorporar nuevos diseños sanitarios para procesos productivos, procesos de transporte, procesos educativos. En ese sentido, no sabemos cómo va a ser. Lo único que sabemos, es que no va a ser como lo conocimos antes.