Durante el gobierno de Mauricio Macri el diálogo entre el Poder Ejecutivo y el Legislativo no era una práctica habitual. Los mismos que ahora se disfrazan de abanderados de la democracia, cuando gobernaron eludían al Congreso y decidían de espaldas al pueblo. El propio Jefe de Gabinete de entonces, Marcos Peña, ha ido al recinto a gritarnos y terminó su gestión despidiéndose del Poder Legislativo por escrito.

Por eso destaco el tono, la profundidad y el respeto con el que este jueves el Jefe de Gabinete Santiago Cafiero presentó su informe de gestión en la Cámara de Diputados. También subrayo que, en lo que va de pandemia, ya hubo 35 reuniones de la Cámara a la que pertenezco a las que asistieron ministros, ministras y altos funcionarios. A eso se suma que este mes el presidente Alberto Fernández recibió a los jefes de bloque por tercera vez en lo que lleva de gestión.

Los diputados y diputadas representamos a esos ciudadanos y ciudadanas que se quedan en casa, a los que se juegan la vida en tareas esenciales, a los que hacen esfuerzos por no cerrar las empresas. Representamos a mujeres que luchan, a abuelos que extrañan, a jóvenes que esperan.

En medio de esta trágica pandemia no tenemos que perder de vista una pregunta: ¿qué quieren, qué anhelan, con qué sueñan quienes nos votaron?; ¿qué esperan de nosotros? Hice una lista de cosas que seguro no esperan: chicanas, mentiras, shows, caravanas, denuncias tuiteras, chiquitaje, peleas. ¿Alguien puede creer que estas actitudes transmiten confianza en medio de una pandemia?

A quienes desfilan por programas de televisión criticando la cuarentena me gustaría preguntarles: ¿tan lejos se sienten de aquellos que sufren? Algunos, incluso, menosprecian la muerte porque están convencidos de que les sucede “a otros”. Esos son los discursos de odio a los que hizo referencia el Jefe de Gabinete.

Porque la pandemia puso de manifiesto las desigualdades preexistentes (las económicas, las sociales, las de género), como si alguien hubiera encendido la luz en un momento inoportuno. Y también puso sobre la mesa que pertenecemos a un colectivo, que somos parte de una misma sociedad, que todos somos un poco responsables por los demás. Y eso, a algunos, no les gustó.

Tal vez sean los mismos de siempre. Los mismos que estuvieron en contra cada vez que el peronismo amplió derechos. Los mismos que, cuando les tocó gobernar, desmantelaron el sistema de salud mientras maltrataban y desfinanciaban a nuestros científicos y científicas. Los que hablaban de la inversión en lo público como “gasto” y que no tuvieron pruritos en decir que no pensaban inaugurar hospitales.

El gobierno nacional y popular que asumió en diciembre, en cambio, gestiona la pandemia bajo el lema “cuidarte es cuidarnos”, que deja en claro desde el principio que nadie se salva solo. O trabajamos unidos para salir de ésta o corremos el riesgo de hundirnos en un nuevo fracaso social.

El Ejecutivo no dudó en poner los pies en el barro y manos a la obra para gestionar la pandemia. Una crisis mundial de esta envergadura confirmó que lo que salva es el Estado presente. Ese que busca sanar las desigualdades que la pandemia refuerza. Ese que acerca herramientas a quienes peor la están pasando, como el Ingreso Familiar de Emergencia o la Asistencia al Trabajo y la Producción. Ese que, al momento de ayudar, no pregunta a quién sino que identifica las necesidades y las convierte en derechos.

Esta semana Alberto Fernández inauguró el Hospital René Favaloro, uno de los que la gestión anterior había dejado abandonado. Tal vez sea un símbolo perfecto del momento: en cuatro meses se hizo lo que no hicieron en cuatro años. Se le ganó tiempo al virus con gestión, se salvaron vidas gracias a decisiones políticas. Por eso combatimos y combatiremos los destructivos discursos de odio. Porque la historia nos enseñó que la política es mejor con amor, con pasión y con compromiso.

Si bien es valioso que entre diputados y diputadas exista una variedad de opiniones para que representemos la pluralidad, es crucial qué hacemos con esas diferencias. Convertirlas en un debate productivo es la opción más democrática y hacerlo es necesario en los momentos felices pero mucho más en los difíciles. Creo que, bajo los pilares de cuidar la salud y hacer crecer al país podemos fabricar la unidad que Argentina necesita para ponerse de pie.