El canciller argentino Felipe Solá tiene un objetivo crucial en su misión diplomática, la de sostener el vínculo bilateral entre Argentina y Brasil frente a tensiones abiertas por las declaraciones poco diplomáticas del actual presidente verdeamarelo, Jair Bolsonaro, que desde la misma posibilidad de elección de Alberto Fernández propició un destrato desmedido y casi desconocido en las relaciones internacionales.

La comitiva se nutre con Daniel Scioli, embajador argentino en Brasil, y de Gustavo Béliz, actual Secretario de Planeamiento Estratégico. Lo que muestra en prospectiva que sin duda es crucial para ambos países propiciar un vínculo diferente al actual y recuperar una relación creciente, que venían teniendo desde el PICE (Programa de Intercambio y Cooperación Económica), firmado por los mandatarios Raúl Alfonsín y José Sarney. Eso permitió un imbricado crecimiento que llevó a la formación del MERCOSUR (Mercado Común del Sur), llegando el comercio intrazona a significar el 30 por ciento de comercio exterior de los países miembro.

Ese entramado es el que se resiente con el desmanejo diplomático del presidente brasileño, que intenta tener el estilo de Donald Trump sin ser consciente de sus limitaciones internacionales.

Más aún, cuando la orientación política del presidente argentino está en las antípodas de su par, en un marco también de realineamientos políticos en el continente, donde México pasó a tener un gobierno de centroizquierda, encabezado por Andrés Manuel López Obrador; en tanto que Uruguay abandona 15 años de frenteamplismo y se prepara para la asunción del excéntrico Luis Alberto Lacalle Pou.

Argentina y Brasil están teniendo estrategias internacionales diferentes y hasta cruzadas. El gobierno brasileño reconoce aún a Juan Guaidó como presidente venezolano, en tanto que Argentina considera a Nicolás Maduro como legítimo jefe del Estado Bolivariano. Así también sucede en Bolivia, donde Brasil aceptó a Jeanine Añez como mandataria, en tanto que el gobierno argentino aún desconoce su asunción y tiene exiliado en su territorio a Evo Morales.

Casi no hay sector, servicio o área que no se vean afectados por el vínculo comercial y productivo de ambos países. Por eso, representantes del establishment económico de ambos países están operando para que los mandatarios «fumen la pipa de la paz» y busquen un marco, esencialmente diplomático, para acercar la distancia política. En definitiva, una fecha de encuentro entre Jair Bolsonaro y Alberto Fernández se manifiesta con el avance hacia ese objetivo.

En ese sentido la reunión de los representantes argentinos con su par brasileño Ernesto Araujo, está enmarcada en una esfera esencialmente diplomática, que podrá avanzar en delimitar prioridades en la relación. Pero  Brasil es mucho más que un socio comercial.

El encuentro entre Felipe Solá y el presidente brasileño Jair Bolsonaro será el punto clave de la misión, donde la capacidad política del entendimiento será la clave de una coexistencia necesaria.