La trama para facilitar el circuito de fuga de capitales y beneficiar a los grandes grupos económicos.
El dato surge de la detallada investigación realizada por un equipo coordinado por el economista e historiador Eduardo Basualdo e integrado por Juan Santarcángelo, Andrés Wainer, Cintia Russo y Guido Perrone, y que se volcó en el libro El Banco Nación y la dictadura.
Luego de un año de recorrer las actas del directorio del Banco Nación, el equipo de investigadores se topó con esta información sorprendente que pone en números el financiamiento de la represión ilegal al proveer miles de millones de dólares a los Comandos en Jefe de la Marina, del Ejército y de la Fuerza Aérea.
El financiamiento a las Fuerzas Armadas se dio en todo el período, pero en 1979 pegó un salto muy importante, con montos que actualizados a valores de hoy equivaldrían a más de 20 mil millones de dólares. Este es uno de los factores por los cuales decimos que el Banco actuó como el brazo financiero de la dictadura, explicaron a Tiempo los economistas Juan Santarcángelo y Guido Perrone.
Según su Carta Orgánica, el Banco no podía otorgar créditos a la Nación, provincias o municipios así como tampoco podía hacerlo con organismos o reparticiones que dependieran de ellas. La única excepción, que es la que utilizó la dictadura, era que el crédito contara con la garantía especial de la Secretaría de Hacienda, que entre 1976 y 1981 estuvo a cargo de Juan Alemann, amigo del entonces ministro de Economía José Alfredo Martínez de Hoz e investigado por tormentos en la megacausa Esma.
Justamente, ese aval llevó al Ministerio de Economía a reclamar en 1983 por una deuda impaga por parte de las Fuerzas Armadas por 12 mil millones de dólares que los Comandos en Jefe no habían pagado.
La mecánica para el préstamo de dólares a las FF AA fue la misma que se utilizó durante esos años para la fuga de miles de millones de dólares por parte de los sectores más concentrados de la economía.
Buena parte de ese crédito a los Comandos en Jefe no se otorgó en el país sino en las sucursales en el exterior. No era común y tiene que ver con ese período: el Banco, que hasta ese momento tenía 12 sucursales en el extranjero y casi todas en la región, empezó a abrir sucursales en Europa, Estados Unidos y en Panamá, que se convirtió en una de las más dinámicas, explicó Perrone.
Durante el período de la dictadura, marcado por una retracción del Banco Nación, el 80% de los créditos dejaron de otorgarse en las sucursales del país y pasaron a autorizarse en el exterior.
Ese era el primer paso para el circuito de la fuga de dinero. De esa manera podían traer divisas al país. Obtenían esa plata a través de créditos y el Banco la represtaba a organismos del Estado y empresas privadas. Esto era importante porque las empresas se endeudaban en el extranjero con el Banco, lo volvían a ingresar al país, lograban ganancia por el diferencial de las tasas de interés y volvían a sacar el dinero, detalló Santarcángelo. Además, señaló que el rol del Banco fue conseguir las divisas y posibilitar la valorización financiera para que los grandes grupos económicos obtuvieran grandes ganancias con los diferenciales de interés.
Estas medidas se enmarcaron en políticas más generales del BN que en dictadura se adaptó a los lineamientos económicos de la administración Martínez de Hoz. A diferencia de su rol en los gobiernos peronistas, después del golpe dejó de financiar la producción industrial y perdió su peso histórico en el sistema financiero: pasó de otorgar el 19% de los créditos del país al 10%, en una reducción abrupta de casi el 50 por ciento. El otro gran cambio fue que sacó el foco del mercado interno, que representaba el 80% del crédito, y lo redujo al 20% al final de la dictadura.
Directivos
La investigación puso la lupa también sobre la conducción del Banco Nación durante esos años y su representación en los granes grupos de poder económico.
Juan María Ocampo, presidente entre 1976 y 1980, era accionista y directivo de Banco Ganadero Argentino SA, un grupo financiero y agropecuario. Uno de los vicepresidentes de la entidad fue Raúl Lanusse (1976 y 1977), vinculado a empresas tradicionales del agro, la industria y al grupo familiar Pedro y Antonio Lanusse SA.
Entre 1976 y 1979 el vicepresidente del BN fue Carlos Etcheverrigaray, quien provenía de Camea, controlada por una transnacional canadiense, que controlaba 11 firmas en el país.
En el directorio se destacaban personajes como Jorge Prat-Gay, padre del actual ministro de Hacienda, quien representaba al sector azucarero a través de su ingenio Leales en Tucumán. «
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