A un año de la derrota electoral de octubre, Juntos por el Cambio volverá a sacar a la calle a su núcleo más duro de votantes y adherentes para protestar contra el gobierno del presidente Alberto Fernández. En la alianza opositora aseguran que es un movimiento inorgánico y aluvional. Pero así como sucedió hace ocho años, durante la tarde del jueves 8 de noviembre de 2012, cuenta con el activo auspicio y organización de referentes del ala más dura del PRO. Entonces era Laura Alonso. Actualmente son conducidos por la presidenta del partido, la exministra Patricia Bullrich. Apuestan a consolidar una continuación de las caravanas del «Sí Se Puede», movilización que encabezó Mauricio Macri entre las PASO y las presidenciales del año pasado  para remontar la desventaja de 17 puntos. En ese momento las marchas surgieron como respuesta al fracaso que había mostrado la estrategia de apostar solo al activismo en redes sociales. Ahora los socios de la alianza opositora se debaten y preguntan hasta donde servirá esta estrategia para las elecciones del año que viene y cómo harán para seducir a los indecisos si el discurso es hegemonizado por su sector más antiperonista.

La protesta de este domingo será la sexta del año. Buscará contar con un mayor alcance nacional, especialmente en el interior, a través de organizaciones rurales, sectores de la Mesa de Enlace y el espacio «Campo Más Ciudad». Fue el primero en movilizarse antes de la asunción de Fernández. Es conducido por un dirigente de la Coalición Cívica de Córdoba y, según reconocen dentro del macrismo, cuenta con el apoyo del extitular de la Sociedad Rural y exministro de agroindustria, Luis Miguel Etchevehere. Por eso en algunas provincias como Entre Ríos, Santa Fe, Córdoba y Buenos Aires, los organizadores apuestan a que las caravanas sirvan para capitalizar el conflicto que estalló hace tres semanas en la localidad entrerriana de La Paz, cuando Dolores, la hermana del empresario, buscó tomar posesión de una parte de la Estancia Casa Nueva para desarrollar un proyecto agroecológico junto al Movimiento de Trabajadores Excluídos (MTE), cuyo referente es Juan Grabois.

La furia que buscó transmitir Etchevehere cuando no podía cruzar la tranquera de la estancia que pocos días después le devolvió el Poder Judicial es parte de su apuesta electoral. Cuenta con el aval de Bullrich y del excandidato a vicepresidente Miguel Pichetto para disputar la gobernación de su provincia. El movimiento no es fortuito. Confirma que el sector que se referencia directamente en Macri se recostará en sus votos más duros. Y buscará darles representación electoral para acordonar ese capital político. Las movilizaciones de este domingo se enmarcan en ese proceso preelectoral que, según cuentan quienes visitan a Macri, resulta un bálsamo reparador para alguien  rodeado por un puñado de exfuncionarios que solo le prodigan elogios y siempre le dan la razón.

La reaparición pública del expresidente forma parte de ese rompecabezas. Pero la mayoría de las piezas en juego ya no le responden al fundador del PRO, aunque posea una acción de oro como «gran elector» y se autoproclame propietario de los votos. Así como lo hace valer en los medios y en la conversación pública con sus seguidores más ultras, también lo insufla desde la conducción del partido, con Bullrich a la cabeza. Más allá de esa influencia existen otras tribus del PRO y los aliados, como la UCR y la Coalición Cívica, que no se imaginan otra elección con Macri en la cabeza de sus boletas.

En ese pelotón están Elisa Carrió, la exgobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal y el alcalde porteño, Horacio Rodríguez Larreta, que ya trabaja para posicionarse como el candidato presidencial en 2023. Detrás de ellos están los referentes de la autodenominada «ala dialoguista» del PRO, integrada por el exministro del interior, Rogelio Frigerio y el extitular de la Cámara baja, Emilio Monzó. Aunque Carrió los “detesta”, ahora están unidos detrás del «Macri ya fue».

La convivencia entre el núcleo ultra y las coincidencias que construyen los dirigentes críticos de Macri no será fácil, pero ambas partes se necesitan. Los dialoguistas tienen cada vez menos acuerdos con las orientaciones que impone una Bullrich empoderada que podría transformarse en una sombra electoral para Larreta en su propio territorio. Los socios viven un cotidiano duelo de tahúres, aunque todos reconocen que no tienen a dónde ir.

«Es un juego a dos puntas y el garante es Horacio. Tiene que hacer equilibrio entre darle margen a los duros y enviar mensajes que quiere ir hacia el centro. Eso implica hacer equilibrio. No se puede limitar a los duros sino tratar de conducirlos», detalló a este diario un integrante del partido amarillo que es testigo de esos tironeos cotidianos.

Esta tensión formará parte de las marchas de este domingo. Allí estarán dirigentes como Bullrich, exfuncionarios como Hernán Lombardi o Gerardo Millman, y diputados del sector duro del PRO como Fernando Iglesias, Omar De Marchi o Jorge Enriquez, que ya comenzaron a diferenciarse en la Cámara baja de las decisiones que adopta la conducción del espacio. Iglesias y De Marchi votaron en contra del presupuesto 2021 cuando la mayoría de sus pares habían resuelto abstenerse. Ahora buscarán marcar una posición reactiva ante cualquier interlocución con el Gobierno. La apuesta es que la acumulación callejera impacte hacia el interior de los tres partidos opositores para dinamitar cualquier giro al centro. ¿Qué margen queda para otra cosa?, se preguntan los dialoguistas ante un escenario sanitario y económico para el año próximo que no se condice con las ilusiones de los duros. Ellos siguen hablando de una crisis irremontable en los próximos meses, aunque asoma un escenario de pospandemia para el año electoral que se avecina totalmente distinto. La posible aplicación de las vacunas que pasen la fase 3 de experimentación y un efecto rebote de la economía podrían tener impactos totalmente diferentes a los que pronostican en los duros de la oposición.

Las expectativas políticas para este domingo fueron reflejadas con claridad este viernes por el periodista Jorge Fernández Díaz, uno de los principales propagandistas de ese espacio sobreideologizado. «Tenga cuidado la oposicion -advirtió-No van a la vanguardia de la resistencia contra el kirchnerismo. A la vanguardia va la gente. El republicanismo popular. Van los que hacen los banderazos, que son una minoría que representa a una gran mayoría que se queda en sus casas y piensa como ellos. No sólo el 41% son los desencantados de este gobierno que también creían que Fernández iba a dominar a Cristina y que ella no iba a chavizar la justicia», disparó el reconocido escritor. “Esa gente lleva una resistencia emocionante, con consignas republicanas. Es una verdadera rebelión cívica y pacífica. La oposición va a tener que hacer lo que dice esa gente y no al revés», sentenció Fernández Díaz, en un mensaje dirigido al corazón de la alianza opositora, mientras concluía una cuidada entrevista en el canal de cable del diario La Nación para presentar La traición, su último libro.