Comenzó como tantas otras acciones organizadas por la derecha en esta época: por las redes sociales. Con esa intención de que aparente ser una ebullición social, la lava del volcán que encuentra su cauce. La lava es el rechazo visceral al peronismo y ese rechazo va encontrando distintos contenidos para retroalimentarse. No se trata de tener una visión distinta de lo que hay que hacer con el país, algo legítimo e inevitable. Es el odio apasionado que se nutre de prejuicios y fantasmas más que de opiniones distintas sobre un modelo de nación.   

El primer cacerolazo fue para que los políticos se bajen los sueldos.  Luego le siguió el que pedía que los presos no reciban arresto domiciliario y ahora ya se manifiesta un rechazo abierto a las medidas de aislamientos social. El exministro de Macri Hernán Lomabrdi lo expresó de un modo muy claro esta semana. “Los argentinos han hecho un enorme esfuerzo y los casos igual siguen subiendo”. La crueldad de la definición, que desconoce que Argentina ha tenido en más de dos meses la misma cantidad de fallecidos que México tuvo en un solo día o la mitad de los que se producen en Brasil en 24 horas, no tiene que nublar el análisis de una situación objetiva. La cuarentena lleva más de 70 días y sus efectos económicos y psicológicos comienzan a tener un peso cada vez más fuerte en millones de personas. Sobre esa angustia trabaja la frase de Lombardi, que no es un “loquito suelto”, sino que parte de una línea de acción que acompañan otras figuras  opositoras: políticos, periodistas, intelectuales.

Hubo un acierto del gobierno nacional esta semana en la pulseada. El presidente en persona empezó a hablar del día después de la cuarentena, de los planes para reactivar la economía, de la forma en que podrían volver los chicos a las aulas. Son  mensajes que ayudan a neutralizar definiciones como las de Lomabrdi y reparan un error cometido la semana anterior, cuando desde el oficialismo se señaló de un modo reiterado que la “normalidad” anterior al coronavirus nunca retornará.

Aunque el objetivo haya sido generar conciencia en la población, ese tipo señales incrementan la angustia de quienes padecen la cuarentena y sueñan con el día en que se levante. Y esa angustia es el combustible de la derecha. Todo lo que sirva para aminorarla es un acierto.

El boomerang opositor

La campaña en contra del aislamiento no deja de estar plagada de contradicciones y efectos paradojales para quienes la impulsan. En el caso de los medios la línea argumental de sus voceros es hablar de una supuesta coacción a las libertades individuales para luego aclarar: “¿Esto quiere decir que hay que levantar la cuarentena?, por supuesto que no”. Fue Juan José Sebreli –que suele definirse él mismo como francotirador– el que llamó a no respetar las medidas de aislamiento, pero los medios del establishment juegan al “toco y me voy”. ¿Por qué? Porque lo que ocurre en el mundo y las decenas de miles de muertos que se apilan en países como Estados Unidos son un elemento de una contundencia tan aplastante que no hay manipulación informativa que pueda ocultarlo. Y obliga a ese doble discurso en que se dice que la cuarentena es una medida dictatorial pero luego se aclara que eso no implica que se esté pidiendo que se levante.

La contradicción más importante, el punto más débil de toda la campaña, es que la principal figura de la oposición, Horacio Rodríguez Larreta, aplica en la Ciudad medidas que están en línea con el gobierno nacional.

Rodríguez Larreta es el opositor que gobierna el distrito más rico de todos los que están en manos de Juntos por el Cambio. Por lo tanto, es la base fundamental para cualquier campaña electoral que quiera competir con el Frente de Todos. El jefe de Gabinete porteño, Felipe Miguel, dijo hace sólo dos días: “El aislamiento durará entre seis y diez semanas más”, es decir, hasta finales de julio por lo menos. El Ejecutivo capitalino no sólo no cuestiona la cuarentena sino que la aplica y la extiende. Larreta sabe que una montaña de muertos en los hospitales porteños –además del costo humano– sería el fin de su carrera política. Si se pensara de un modo muy maquiavélico podría creerse que hay sectores del marcismo que no ven con malos ojos que Larreta quede en el camino y por eso piden el fin del aislamiento. También puede especularse con que hay simplemente una defensa de intereses económicos muy específicos. Son análisis posibles. El único dato inapelable es que la campaña anticuarentena para desgastar al gobierno ha tenido un solo logro evidente: dividir por completo a la oposición.