Este año, la Marcha Mundial de la Marihuana, celebrada cada primer sábado de mayo desde 1999 a favor de la legalización, no ganó las calles de las principales ciudades: la pandemia de Covid-19 obligó a una rigurosa celebración virtual. Sin embargo, además de modificar conductas y hábitos, el aislamiento obligatorio evidenció la autonomía sanitaria de los cultivadores de cannabis medicinal, ajenos al colapso del sistema de salud tradicional que se vio en muchos países, con sus tratamientos interrumpidos y sus filas kilométricas que redundan en un riesgo mayor.

“Al revés de lo que pasa con todo el mundo, para nosotras la cuarentena es un momento de paz”, confía Valeria Salech, referente de Mamá Cultiva. “Estamos adentro de casa, con la policía ocupada en otras cosas, sin persecuciones. Las mamás que elaboramos cannabis medicinal para nuestros hijos trabajamos en comunidad, nos pasamos plantas, aceite. Más allá de la complicación de estar encerradas, estamos contentas de haber salido del sistema de salud y no estar haciendo trámites ni colas para ir a la farmacia”.

Para Martín Armada, editor de la revista THC, en cuarentena “nunca fue más clara la importancia de garantizar el pleno derecho al autocultivo, porque es una herramienta que desfinancia el mercado ilegal y hace un aporte invaluable a la salud pública”, y para demostrarlo propone un ejemplo: “Imaginemos una familia con un nene que se trata con cannabis. En este contexto, el derecho a tener sus plantas les evitaría riesgos altísimos. Por un lado, el de exponerse a un contagio para conseguir ese cannabis. Y, en caso de no tener un cultivador solidario a su alcance, el peligro de quedar atrapados en el mercado negro, donde el cannabis es de muy dudosa calidad y los precios están atados a una especulación descorazonada”.

Josefina tiene 7 años y un diagnóstico de epilepsia refractaria que le provocaba hasta 700 convulsiones por día. El aceite de cannabis le cambió la vida a ella y a María Laura, su mamá, quien luchó hasta convertir a su hija en la primera paciente de la Argentina a la que el Estado autorizó a importar cannabis medicinal desde los Estados Unidos. Hace unos días, el retraso en la entrega del aceite por parte de la obra social IOMA generó su pedido desesperado a las autoridades y también la solidaridad de muchos cultivadores que se ofrecieron de inmediato a compartir su producción para sostener el tratamiento de Josefina.

“Quedarnos sin aceite –explica María Laura– es terminar en una terapia intensiva. Por las patologías de nuestros hijos, suelen tener cuadros respiratorios, y en invierno es común que deriven en una neumonía. En este contexto de pandemia, no sé si nuestros hijos lograrían sobrevivir”.

Frente a este escenario, Salech insiste en que la única garantía para no interrumpir un tratamiento es el autocultivo. “De esa forma, no caés en la dependencia del Estado para que autorice el ingreso de un medicamento de afuera. Hay determinadas cuestiones que el sistema de salud tradicional no resuelve”.

Mucho para dar

A través del decreto 738/2017, el gobierno anterior reglamentó la Ley 27.350 que regula la investigación médica y científica del uso medicinal de la planta de cannabis y sus derivados. Si bien los autocultivadores destacan que se trató de un gran primer paso, son los mismos pacientes y las organizaciones quienes reclaman una normativa superadora que, entre otras cuestiones, termine con su criminalización.

“Necesitamos que la ley se vuelva a reglamentar porque es la manera más rápida de incorporar al autocultivo y eso lo tiene que hacer el Ministerio de Salud a través de un decreto. El camino más largo implicaría avanzar hacia una legalización del uso del cannabis en general y apostar a una industria que tiene mucho para dar. La Argentina tiene cultura agrícola, laboratorios públicos, capacidad científica, todo para convertirnos en un país que haga punta en la región”, destaca Salech.

Hasta entonces, el cultivador solidario se seguirá arriesgando y quien pueda lo importará en dólares. María Laura lo tiene claro: “¿Qué no haría una mamá para conseguir la medicación de su hija?”.

La experiencia take away en Colorado y Holanda

El gobernador de Colorado, en Estados Unidos, Jared Polis, firmó en plena pandemia de Covid-19 un decreto para facilitar el acceso al cannabis al considerarlo un bien “esencial”. Por el plazo de 30 días, la nueva normativa autorizó la compra de marihuana a través de Internet o por teléfono (antes sólo se podía adquirir en el interior de los dispensarios).

Además, los usuarios medicinales no necesitarán visitar a un médico previamente y, luego de hacer la compra, deberán esperar la entrega del producto en el estacionamiento del local, respetando el distanciamiento social obligatorio. En California, Washington y Oregon, los dispensarios también habilitaron el servicio take away o “para llevar”.

Lo mismo ocurrió en Holanda, aunque también para el uso recreativo. Con el objetivo de prevenir que las personas permanezcan en los comercios o se formen largas filas en las calles, las autoridades, que primero habían decidido lo contrario, exceptuaron a los coffee shops del cierre obligatorio por coronavirus.