Gustavo Arribas se tomó un mes para preparar una coartada sólida. No lo logró: el viernes, luego de trastabillar con increíbles contradicciones en el Congreso, distribuyó las presuntas pruebas de la supuesta «operación inmobiliaria» que justificaría al menos una de las transferencias que un cambista brasileño –preso por vehiculizar coimas– confesó haber realizado a una cuenta del titular de la AFI en Suiza.

Los potenciales que pueblan el párrafo anterior no son casualidad. Los documentos que distribuyó Arribas no aclaran casi nada de lo que el funcionario debe aclarar. La escritura de la venta de su casa en San Pablo está fechada en diciembre de 2015, es decir, dos años después de que se ordenaran las transferencias por 600 mil dólares reconocidas por el cambista Leonardo Meirelles en el marco de la causa conocida como Lava Jato. Eso incluye el giro por 70.475 dólares que admitió haber recibido Arribas como parte de una «operación inmobiliaria», que primero consistió en la venta de un departamento –excusa que fue respaldada por el presidente Mauricio Macri–, pero que ahora sería producto de la venta del mobiliario de esa propiedad.

Como prueba de esa supuesta venta de muebles, Arribas difundió una nota firmada por el brasileño Átila Reys Silva, quien sostiene que compró esos elementos por 70.500 dólares. La nota fue firmada el 19 de enero de 2017, ocho días después de que estallara el caso Arribas, y a más de tres años de realizada la supuesta compra de esos muebles.
En su comunicado, Arribas intentó explicar por qué las fechas no cierran. El titular de la AFI sostiene que el comprador «tomó posesión del inmueble y de los bienes muebles existentes» el 13 de octubre de 2013, pero que «por demoras imputables al comprador, la firma de la escritura se fue demorando en el tiempo y cuando decidí trasladarme a la Argentina le extendí un poder a mi contador para suscribir dicha escritura».
Arribas dice que vendió el inmueble y los muebles en unos 600 mil dólares, según el tipo de cambio de 2013. La cifra casi duplica lo que había pagado cinco años antes por ese mismo departamento –unos 350 mil dólares, según los documentos–, pero coincide justo con el monto que confesó haber girado Meirelles a la cuenta suiza de Arribas. También en esos días, como se sabe, la firma Oderbrecht –que usó los servicios del cambista para lavar sus coimas– obtenía un contrato multimillonario asociado a una empresa del clan Macri. Las casualidades, parece, persiguen al amigo presidencial.

Según consta en la escritura, el departamento 252 de la calle Diogo Jacome 518, en San Pablo, fue vendido a la sociedad Orion Brasil Construcões. Pero los 70.500 dólares habrían sido girados por el empresario Reys Silva. De los documentos no surge y el comunicado no aclara qué relación hay –si la hay– entre el comprador de la casa y el de los muebles. El insólito relato de Arribas tampoco precisa por qué el pago por «sillas y cuadros» se hizo a través de una firma trucha de Hong Kong utilizada para lavar coimas.

El fiscal federal Federico Delgado pidió una decena de medidas de prueba para dilucidar ese tipo de dudas. El juez Canicoba Corral concedió casi todas, salvo una: poder interrogar a Meirelles. Una pena. El testimonio del cambista brasileño podría ayudar a despejar las incógnitas del cuento en dilatadas entregas que viene escribiendo Arribas. «