Con 12.936 casos el viernes, la segunda ola pareció quedar formalmente inaugurada en el país. Si bien en el número tuvo incidencia la carga que se acumuló por el feriado y una mayor cantidad de testeos, con los 10.338 de ayer, el promedio semanal se catapultó por encima de los 8000 positivos por día, mil más que la semana anterior, y 1700 más que hace 14 días. El efecto de esta suba en las internaciones y la mortalidad se verá en dos semanas. En rigor, de los 143 decesos informados el viernes, 52 habían muerto hacía más de 13 días.

De esos casi 13 mil casos del viernes, 7091 correspondieron al AMBA. Como en la primera ola, el efecto derrame arranca en la Capital, pero ahora se agrega la situación regional: Uruguay, Brasil (con 100 mil casos diarios), Paraguay y Chile (todo Santiago confinado), con récord de casos, y el peligro de las nuevas cepas, como la de Manaos, hasta 70% más contagiosa.

Para contrarrestarlo, tras la cancelación de los vuelos hacia Brasil, Chile y México, ayer comenzaron en Ezeiza los nuevos controles a los viajeros que regresan al país. Son más de 25.000 argentinos los que vacacionaron en el exterior en plena pandemia, y en Ezeiza esperan durante ese fin de semana 1060 pasajeros provenientes de esos tres países.

Deben realizarse un testeo 72 horas antes de tomarse el avión y un test de antígenos al llegar a Ezeiza, en la Terminal A, que deben costear de su bolsillo (cuesta 4000 pesos) y cuyo resultado está disponible en 15 minutos. Desde mañana, la medida corre para todos los que arriben, no sólo de esos países. Si el test es negativo, el viajero puede ir a su domicilio, donde deberá aislarse 10 días. A los siete días debe costearse un nuevo PCR, teniendo en cuenta que el de Ezeiza podría haber dado negativo si el virus recién se estaba desarrollando. Habrá seguimientos telefónicos y domiciliarios para verificar si el aislamiento se cumple. Aunque la cifra de personas a relevar será probablemente más alta que la capacidad esperada. 

Si el test en Ezeiza da positivo, al pasajero se le hace un test de PCR, y se lo aloja en un hotel por al menos una semana, también a su costo. Y se le realiza una secuenciación de genoma, para controlar si se trata de alguna de las nuevas cepas.

El foco está puesto en detectar esas mutaciones. Hasta el momento hay presencia de las de Manaos y Río, pero no con transmisión comunitaria. La responsabilidad individual es clave: en Córdoba, el paciente 0 de la cepa de Manaos en el país no se aisló al regresar del exterior e infectó a ocho personas.

El diputado de JxC de Formosa, Ricardo Buryaile, viajó a CABA sin conocer el resultado de su testeo. Ya en Capital, le informaron que había dado positivo. Por el momento, el gobierno no piensa en cuarentenas, aunque empieza a mirarse con atención la posibilidad de restricciones horarias focalizadas en las zonas que exhiban mayor aumento de casos.

En el medio, crece la incertidumbre por la presencialidad en las aulas. El secretario general de UTE–CTERA, Eduardo López, planteó que exactamente el 3 de marzo la curva de contagios en CABA deja de caer y empieza a subir: “¿Qué pasó ese día? Se cumplieron justo 14 días del 17 de febrero, la fecha del inicio improvisado del ciclo lectivo en CABA. Ahora intentan flexibilizar los protocolos”.

Esta semana en la que la Ciudad duplicó los casos respecto a hace 21 días, el ministro de Salud de Ciudad, Fernán Quirós, sostuvo en una entrevista televisiva que desde que sus hijos retornaron a la escuela no cenan más todos juntos, no se besan ni se abrazan. “Quiros, que te dice que las escuelas son seguras y los niños no contagian, desde que sus hijos van a la escuela en su casa comen en mesas separadas”, planteó el biólogo Ernesto Resnik en sus redes. Y agregó: “El problema no es solo el divorcio moral entre lo que se dice en público y se hace en lo personal (¿los niños sí podrían contagiar en su casa pero no en las de otros?), sino también el implícito símbolo de desigualdad y privilegio. Los pobres que dijeron proteger con la ‘presencialidad’ no tienen el privilegio de vivir en casas con múltiples cuartos. No es el problema de que los niños se enfermen, es el problema de llevar el virus a casa y contagiar a mayores en riesgo. La familia Quirós lo sabe, pero Quirós nunca lo dijo”. «