«La pandemia no tiene partido político», sostiene la presidenta del PRO, Patricia Bullrich, para reorientar sus críticas demoledoras contra la extensión de la cuarentena y edulcorar sus diferencias con el «dialoguismo» del jefe de Gobierno, Horacio Rodríguez Larreta, y los intendentes amarillos del conurbano. En los cien protocolos que diseñaron los funcionarios porteños para flexibilizar gradualmente el aislamiento, el alcalde se juega su primer intento para reconstruir una agenda positiva, luego de cuatro meses de una agenda signada por la crisis sanitaria y el desgaste político que le imprime a las gestiones de todos los pelajes políticos.

La apuesta es «paso a paso», como le gusta a decir a Larreta para prevenirse desde la dialéctica futbolera y racinguista de los riesgos que ya sucedieron en distintas capitales del mundo con experiencias de este tipo. Otras ciudades aflojan y endurecen las restricciones de acuerdo a la evolución de los contagios, al compás de la incertidumbre y la angustia de sus ciudadanos.

La nueva etapa será comunicada como una iniciativa para «poner en marcha la Ciudad» a cambio de aprender a «convivir con el virus». La combinación le permitirá a Larreta contener parte de las diferencias que mantiene con el ala dura de su partido, conducida por Bullrich, con absoluto respaldo del expresidente Mauricio Macri. Si hay una concesión, dicen en la Ciudad, no es para ellos y al electorado que dicen representar. El gesto es producto de una necesidad política de evitar nuevamente una flexibilización «de hecho», a partir del malestar de comerciantes, pequeños empresarios y otras actividades económicas que están al borde del colapso o la quiebra.

Esa necesidad urgente fue parte del acuerdo provisorio que pactaron los socios de Juntos por el Cambio antes de la reunión que mantuvieron este lunes sus jefes parlamentarios con el presidente Alberto Fernández. «Diremos que en la pandemia no hay partidos políticos para reducir daños con el dialoguismo de nuestros gobernadores, pero esto durará hasta que termine la cuarentena», confió un dirigente del PRO. Y aseguró que «cuando haya pospandemia habrá partidos políticos e internas políticas». La definición es parte de la convivencia menos tirante que tendrán Macri y Bullrich con quienes tengan gestiones a cargo. La buena predisposición se acotará a los temas sanitarios que intendentes y gobernadores cambiemistas deben acordar con el Gobierno Nacional y sus vecinos peronistas, pero más allá de ese ring side, la dureza será un pasaporte para mantener e incrementar los antagonismos con el oficialismo.

En la Ciudad le bajan el tono a los chispazos y en las oficinas de Macri se ajustan al acuerdo. Los funcionarios porteños se aferran al mantra larretista de los datos sobre la evolución de la curva de contagios y prefieren dejar en un segundo plano el escenario electoral del año próximo. Sólo en los discursos, porque dentro de un semestre ya deberán definir candidaturas, organizar internas y en los tres partidos de la alianza opositora temen que el Gobierno busque suprimir las primarias del año próximo.

Cerca del alcalde hacen silencio sobre cuestiones extrapandemia pero admiten que existe un dato positivo entre tanto vértigo. Advierten un nivel de altísima exposición nacional que obtiene Larreta en las conferencias que comparte con el presidente Alberto Fernández y el gobernador bonaerense Axel Kicillof.  En comparación con el nivel de conocimiento que tenía hasta las elecciones del año pasado, la foto es muy diferente respecto a su proyección nacional. Pero también es directamente proporcional a los riesgos que puede correr su futuro político si la flexibilización de la cuarentena «se descontrola» y se multiplican los contagios.

Sobre ese filo caminará el alcalde porteño. Si tiene que retroceder ante nuevos brotes, no dejará de hablarle a la actividad productiva de la Ciudad para evitar que el malestar empeore y, tarde o temprano, se traslade a la intención de voto e imagen de su gestión. En el despoderMacri no afronta otro riesgo más grande que la imagen negativa que registra en todos los sondeos y las dudas que existen sobre el apoyo que pueda obtener de sus socios, si las investigaciones penales por espionaje ilegal lo impactan directamente. El riesgo existe, tanto como las sospechas internas que desató su negativa a permitir que periten su teléfono celular en el marco de una de las investigaciones.

Bullrich asegura en público que nadie está evaluando una eventual candidatura del expresidente para 2021, pero dentro de su propio partido se despegan de esas certezas. En el entorno de la exgobernadora María Eugenia Vidal cuentan con Macri en la cancha electoral del año que viene, pero el problema será para Larreta, porque deberá convivir con una eventual postulación del expresidente como candidato a diputado nacional por ese distrito. La posibilidad es inquietante para el larretismo porque si Macri no revierte su mala imagen puede transformarse en un lastre para los planes de sobrevida política que construye el alcalde. Porque los comicios de medio término serán una inflexión clave para la construcción de la candidatura presidencial que nunca negó.

Para llegar a ese capítulo todavía le falta saber cómo comenzará a bajar «la montaña de dolor» que había anticipado su ministro de Salud, Fernán Quirós, en referencia a la merma sostenida de contagios. Una incógnita estadística en pleno desarrollo, cuya tendencia definirá parte de las tensiones solapadas con Macri y Bullrich. Es el mar de fondo de las disputas que mantienen sobre quién representará a ese electorado cuando hayan aprendido «a convivir con el virus». «