Cuando la médica norteamericana Jill Biden pise suelo argentino, se transformará en la décima personalidad del gobierno de los Estados Unidos que será recibida por el presidente Mauricio Macri desde que su par nortamericano Barack Obama protagonizó una visita de Estado al país, hace dos meses, entre el 23 y el 25 de marzo. Según informó la Casa Blanca, la esposa del vicepresidente Joe Biden visitará la Argentina luego del 22 de junio, dentro de una gira prevista que comenzará el 19 por Nicaragua, seguirá por Perú, hará escala en Buenos Aires y terminará en Panamá, para regresar a Washington el 27 de este mes. La sanitarista, y consorte del vice de Obama, será parte una visita que coronará, en escasos dos meses, una intensa agenda local encabezada por diez funcionarios de bandera estrellada que llegaron al país en apretadas y ejecutivas visitas oficiales: la confirmación material de la estrecha relación que sostiene el nuevo Gobierno Nacional con los Estados Unidos en sus primeros seis meses de gestión.
Junto a Obama y su comitiva llegó Roberta Jacobson, secretaria adjunta para Asuntos del Hemisferio Occidental del Departamento de Estado. El paso porteño de la funcionaria más importante de la Cancillería norteamericana para el continente fue el primer capítulo de una serie de visitas que continuaron con la llegada de Penny Pritzker, secretaria de Comercio, para participar de un «encuentro sobre competitividad y negocios», además de firmar un acuerdo de «entendimiento» con el ministro de Producción Francisco Cabrera, una de las más añejas y estrechas relaciones del PRO con Washington.
En la semana siguiente, del 1 al 4 de abril, la posta quedó en manos de Deborah Lee James, «secretaria de la Fuerza Aérea». La funcionaria del Pentágono mantuvo citas «con funcionarios argentinos para conversar sobre cómo incrementar la cooperación bilateral» en materia militar. Cuatro días después arribó a Ezeiza el diputado republicano por Pennsylvani Michael Fitzpatrick al frente de una delegación del Congreso  que «mantuvo reuniones con individuos y organizaciones del gobierno y el sector privado para profundizar el diálogo bilateral sobre el combate contra el lavado de dinero y el financiamiento del terrorismo en la región». Siete días después, la Casa Rosada recibió a Rose Gottemoeller, otra funcionaria vinculada a temas de Defensa, pero con el cargo de subsecretaria de Control de Armas y Seguridad Internacional del Departamento de Estado. Estuvo entre el 14 y el 15 de abril y se reunió con la canciller Susana Malcorra, el ministro de Defensa Julio Martínez y con el premier Marcos Peña. Según explicaron en la embajada norteamericana en Buenos Aires, vino para «conversar sobre oportunidades de cooperación a nivel bilateral y global». Siguió viaje hacia Colombia, Ecuador y Brasil, pero su visita fue la antesala de la llegada de Maria Contreras-Sweet. La administradora de la Agencia Federal para el Desarrollo de la Pequeña Empresa pasó por Buenos Aires entre el 26 y 28 de abril y, cuando no había terminado su visita, arribó William Brownfield, secretario de Estado adjunto para Asuntos Internacionales de Narcóticos y de Cumplimiento de la Ley, un cargo de estrecha vinculación con la agencia antidrogas nortamericana DEA. En el raíd porteño fue recibido por los titulares de la Cancillería, del Ministerio de Defensa, de la SEDRONAR y también por Peña, con el fin de hablar sobre «oportunidades de cooperación bilateral en materia de justicia y seguridad”.
Dos semanas después, entre el 15 y el 18 de mayo, la ministros de Seguridad, Patricia Bullrich; de Justicia Germán Garavano, el jefe de la UIF Mariano Federici y el titular de la Corte Suprema Ricardo Lorenzetti recibieron por separado a Leslie Caldwell, procuradora General Adjunta de la División Penal del Departamento de Justicia. Tuvo la misma agenda de temas que Brownfield, es decir, la «cooperación bilateral en materia de justicia y seguridad».
En la semana posterior, llegó el subsecretario de Comercio Internacional Stefan Selig. Del 23 al 25 de mayo tuvo largas reuniones para «eliminar impedimentos y promover el aumento del comercio bilateral y la inversión entre ambos países». Diez días después, la Casa Rosada volvió a abrir sus despachos para otro funcionario del State Dept. Esta vez fue para la secretaria de Estado adjunta para Asuntos Consulares Michele Thoren Bond. La mujer dejó Buenos Aires hace tres días, pero su misión fue trabajar entre el 5 y el 8 de junio para la implementación del nuevo sistema de visas para ciudadanos argentinos.

Antes del vuelo del Air Force One con Obama a bordo, también pasaron otros adelantados de la Casa Blanca, como Nathan Sheets, subsecretario para Asuntos Internacionales del Departamento del Tesoro, que estuvo el 15 y 16 de marzo. Entre el 10 y el 12 de febrero también estuvo Charles Rivkin, secretario adjunto para Asuntos Económicos de la Cancillería estadounidense. Diez días antes había venido Kristie Kenney, asesora principal del secretario de Estado John Kerry. El pelotón de visitantes puede superar los 40 si se tienen en cuenta las dos delegaciones de diputados que llegaron entre el 6 y el 16 de marzo. Una nueva relación carnal que, en promedio, implicó la visita de un funcionario estadounidense cada seis días desde que Macri llegó al poder, sin contar a la comitiva que acompañó a Obama. La devolución de gestos sucedió este viernes en Washington, cuando el premier Marcos Peña, y su mano derecha Fulvio Pompeo fueron recibidos por la consejera para seguridad nacional Susan Rice y un largo elenco del State Dept. En los encuentros Macri hizo llegar su deseo de recibir refugiados provenientes de Medio Oriente en el país. No fue lo único: también hablaron de Venezuela, Brasil y la flamante incorporación de Argentina a la Alianza para el Pacífico. «