Crónica del violento intento de silenciar a Tiempo Argentino

Por: Javier Borelli

En la madrugada del lunes, una patota liderada por el empresario Martínez Rojas irrumpió a golpes en el edificio donde funciona la redacción. Durante la ocupación destrozaron herramientas vitales, robaron insumos informáticos, rompieron cerraduras y mampostería. La sospechosa pasividad policial, que escoltó a los violentos cuando abandonaron el inmueble.

Veinte patovicas ingresaron por la fuerza a la redacción de Tiempo Argentino en la medianoche de ayer, expulsaron por la fuerza a sus trabajadores que hace dos meses vienen editando el diario de manera autogestiva, generaron destrozos en áreas claves para la publicación del matutino y, casi siete horas después, salieron por la puerta que ellos mismos habían forzado, pero esta vez custodiados por la policía y en camino a sus hogares. No hubo detenciones a pesar de los delitos flagrantes,  por lo que la cooperativa Por Más Tiempo exigió al Estado que asuma su responsabilidad de garantizar la seguridad de los periodistas y su derecho a trabajar e informar.

Entre el repiqueteo de las gotas contra el pavimento y los truenos que resonaban por las calles vacías de Buenos Aires, ninguno de los trabajadores de Tiempo se percató de que una puerta de calle estaba siendo forzada. Era la salida de emergencia de Radio América, que ocupa la planta baja del edificio de Aménabar 23 donde también se edita el diario semanal autogestivo. Una vez dentro del inmueble decidieron forzar una segunda puerta, justamente la que comunica los dos medios, y se lanzaron a la búsqueda de los trabajadores de Tiempo que se encontraban resguardando las herramientas de trabajo, como determinó el Ministerio de Trabajo en un acta firmada en su sede en el mes de febrero.

Se dividieron en grupos y avanzaron con rapidez topándose primero con Norma Fernández y luego con Gabriel Agüero, que estaban en distintos pisos del diario. Los amenazaron y los forzaron a irse. Gabriel incluso fue llevado afuera a los golpes por varios integrantes del grupo de tareas que ingresó al diario.

Pocos minutos más tarde se reuniría con ellos dos bajo la lluvia Nahuel de Lima, un compañero que posee una discapacidad motriz y que fue arrastrado tres pisos por escalera luego de ser despertado de su descanso laboral a los golpes. “Estaba durmiendo y me desperté con una patada en las costillas. Me gritaban que me fuera a la mierda, intenté tomar las zapatillas y me volvieron a pegar”, recuerda Nahuel tomándose el costado izquierdo de su torso. “Después me tomaron entre tres para bajarme por la fuerza y les pedí que me dieran mis muletas, sin las cuales no puedo caminar. Primero me dijeron que no, pero al final lo hicieron”.

Apenas quedaron los tres afuera, Gabriel llamó al 911 y Norma a uno de los delegados del diario, que comenzó un operativo de difusión para que el hecho cobre visibilidad. Para la una de la mañana ya había unos 15 compañeros de Tiempo haciendo guardia bajo la lluvia y tratando de convencer a los agentes de seguridad que se guarecían dentro del patrullero que tenían que intervenir para impedir que se destruyeran las herramientas de trabajo de la cooperativa. La respuesta de los agentes fue que la fiscal contravencional nº 6 a cargo de Verónica Andrade les había ordenado esperar.

Tiempo concurrió a la Comisaría 31 para formalizar la denuncia y para exigir una respuesta inmediata tanto de la justicia como de las fuerzas de seguridad, tal como quedó reflejada en la declaración testimonial de ayer a las dos de la mañana. Sin embargo, nada sucedía.

Para las tres de la mañana ya había más de 100 personas bajo la incansable lluvia haciendo presión para recuperar la redacción. Había trabajadores de la cooperativa, colegas de otros medios, representantes de organizaciones sociales, cooperativas de trabajo, empresas recuperadas, lectores y organismos de derechos humanos. Las provocaciones que lanzaban los 20 patovicas desde adentro y los ruidos de destrucción motivaron el ingreso que hizo que la policía, ahora si, se decidiera a intervenir.En ese momento, se produjeron forcejeos con los efectivos de seguridad. Varios de los trabajadores que intentaban ingresar al edificio resultaron heridos.

Desde el interior del edificio, los patovicas respondieron con gas pimienta y polvo de matafuegos. .

Tras consultar con la fiscal Andrade, el subcomisario Carlos Gastón Aparicio ingresó junto a los trabajadores del diario pidiéndoles una reunión a los intrusos y garantizándoles desde un primer momento su salida sin detención. Así, aseguraba Aparicio, se lo había dicho la fiscal.

A la reunión concurrieron cuatro representantes de los trabajadores: el presidente y el secretario de la cooperativa, Javier Borelli y Randy Stagnaro; el director de Tiempo, Gustavo Cirelli, y el diputado provincial por el Frente para la Victoria, Lauro Grande. Ellos cuatro, junto a tres agentes de la policía, se reunieron durante una hora con los 16 patovicas que aún quedaban en el edificio de Amenabar 23 en un contexto de franca hostilidad por parte de los intrusos.

Entre los ocupantes, uno se destacaba por su prepotencia: Juan Mariano Martinez Rojas, el hombre que se hizo conocido el 22 de enero último por el anuncio de la compra de Tiempo y Radio América y que, hasta entonces, apenas había aparecido en unas publicaciones correntinas asociado a estafas en la compraventa de autos usados de alta gama. El mismo hombre también que nunca acreditó legalmente su carácter de titular de estos medios.

Martínez Rojas amenazó a los periodistas delante del subcomisario Aparicio y solicitó que los trabajadores también fueran dejados fuera del edificio. Ahí fue nuevamente la voluntad del colectivo de Tiempo y la rápida intervención de la abogada penalista María del Carmen Verdú la que logró evitar una nueva vejación hacia los periodistas autogestivos. La fiscal Andrade tuvo que hacer lugar al pedido de permanencia de los trabajadores en la redacción en resguardo de sus herramientas de trabajo. Ahí recién la policía y los trabajadores pudieron recorrer las instalaciones y ver los daños.

Ahí también quedó constancia de que los ocupantes no buscaron otra cosa más que obstaculizar la salida del diario ya que los destrozos más importantes habían ocurrido en la oficina de sistemas, donde se rompió una puerta, se sustrajo un disco rígido y se cortaron las conexiones del servidor local del diario; en el piso de la redacción donde se cortaron los cables de red aislando un trabajo que necesariamente debe hacerse en equipo; y en la oficina de administración donde se rompió mobiliario y se removieron papeles. Todos lugares clave para garantizar la salida del diario.

A pesar de la flagrancia de los delitos, el subcomisario Aparicio dejó en libertad a los intrusos a quienes apenas identificó y luego custodió en su salida, que se produjo alrededor de las 7 de la mañana y delante de las cámaras de Televisión que ya se habían acercado a la redacción de Palermo. Mientras tanto los trabajadores de Tiempo trataban de arreglar los desmanes hechos lo antes posible para preparar esta edición de emergencia.

Con el correr de las horas las solidaridades fueron en aumento. Organizaciones sociales, organismos de derechos humanos, artistas y legisladores de casi todo el arco político repudiaron este ataque a la libertad de expresión.

Ese rechazo también dibujó un capítulo especial en el Congreso. El Frente para la Victoria anunció que pedirá la interpelación de la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, y de su segundo, Eugenio Burzaco. Además, el titular de la comisión de Libertad de Expresión de la Cámara baja anunció la convocatoria de ese cuerpo para repudiar el violento ataque.

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