La corrupción hace milagros. Consigue, por ejemplo, que las denuncias por sobornos o lavado de dinero se conviertan en un acto de fe. Sólo se cree en los delitos dependiendo de quiénes sean los acusados y en dónde se publiquen las investigaciones, no vayamos a cometer el pecado de ser congruentes y medir a todos con la misma vara e indignarnos por igual con todo acto de corrupción. Ni lo mande Dios.

Ah, porque si acusan a un político/a que apoyo (o directamente venero), entonces el hecho de corrupción denunciado es un invento (o capaz existe, pero bueno, todos roban, lo importante son “las políticas que se aplican”) y las causas judiciales son meras “operaciones”.

Pero si acusan a un/a político/a que no me gusta (o directamente detesto), entonces sí, la mera denuncia alcanza para considerarlo culpable.

Así reaccionan de inmediato ante cada nuevo escándalo político-judicial los fieles seguidores o detractores de los políticos argentinos.

Así reaccionan, también, funcionarios como Laura Alonso, la jefa de la Oficina Anticorrupción mejor conocida como “técnicamente no es delito” que ya aclaró que ella no está para investigar al presidente. Y sí, por lo visto, para tuitear con altura y profesionalismo… no, mentira, con tono pendenciero y de superioridad moral y chicanas en contra de todo lo que tenga que ver con el kirchnerismo.

O la diputada Graciela Ocaña, quien resucitó esta semana en horario estelar para condenar (obvio) la corrupción kirchnerista después de esconderse para no hablar de las denuncias por lavado de dinero en su campaña. Los aportes truchos convertidos en un misterio divino: nadie de Cambiemos sabe, nadie supo. Ni siquiera los candidatos.

Igualito que la diputada Elisa Carrió. Ella, que también mantuvo discreto silencio sobre el financiamiento de las campañas oficialistas, incluida la suya, dijo que la Virgen le hizo escribir al ex chofer Oscar Centeno la bitácora estilo “Querido diario” que derivó en el mega escándalo de corrupción del momento. Los mensajes celestiales, lo sabemos, siempre le llegan primero a ella.

A este coro de indignadas voces contra la corrupción (ajena, jamás la propia) se sumaron la vicepresidenta Gabriela Michetti, para promover una sesión urgente por el pedido de allanamiento a las propiedades de Cristina Fernández de Kirchner, y el senador Eduardo Costa, quien tramitará la “inhabilitación moral” para expulsar del Senado a la ex presidenta. No se me ocurre mayor candidato a la inhabilitación que Carlos Menem, el ex presidente condenado por tráfico de armas, algo así como el Matusalén de la corrupción, pero bueno, por ahí los políticos ultra antiK no se han enterado, lo importante orita es crucificar a la ex presidenta antes de 2019.

Ay, y la prensa. Ahí sí que se gestó otro milagro. De pronto los medios tradicionales y más influyentes volvieron a las letras catástrofe, los titulares que no caben en las portadas y las coberturas pormenorizadas en una virtual cadena nacional (porque cada vez hay menos tonalidades políticas en los medios, las voces se uniformizan en favor del macrismo). Con Los Cuadernos de las Coimas K revivieron el entretenido Show de la Corrupción. Lástima que perdieron la oportunidad de hacer lo mismo con Los Aportes Truchos M. Seguro hubieran tenido muchísimo rating.

Y ya que estamos, cómo olvidar a los periodistas oficialistas que hace nada estaban en plena campaña “salvemos a Vidal” para defender a la gobernadora y hacer creer que, pobre, está bien preocupada porque no sabía nada de los aportes truchos, la engañaron. Los periodistas militantes macristas (¿o vidalistas?) respiraron con alivio porque el caso fue desplazado por las detenciones de ex funcionarios kirchneristas y empresarios y las nuevas acusaciones contra la ex presidenta.

Lo raro es que hay defensores de Fernández de Kirchner que usan  estrategias y argumentos similares a las que aplican los devotos de Vidal y, en automático, desacreditan cualquier denuncia en su contra. ¿De verdad vamos a creer que una gobernadora no sabe cómo se recaudan los fondos de campaña? ¿De verdad vamos a creer que una presidenta, de mínima, no sabe que en su gobierno hay corrupción, que no tenía nada que ver? Son actos de fe. Es cierto (y lamentable) que a la gobernadora la mayoría de los medios la cuidan y que en los procesos contra la ex presidenta hay un tufillo más a venganza que a justicia, tan cierto como que hay varias acusaciones sólidas en su contra. Lástima que las causas queden en manos de un juez de probada parcialidad que garantiza cualquier cosa, menos justicia.

Lo gracioso (?) es que el diálogo entre unos y otros fieles es algo así como: “lero, lero, ustedes los M también son corruptos”, “no es cierto, los nuestros son ‘errores’, los corruptos son ustedes los K”, “mi periodismo sí es serio y honesto, no como el tuyo, que sólo hace operaciones y/o es militante”. Y así, hasta la eternidad.

Mientras sigue el show de los cuadernos quemados, me puse a pensar en quién será el personaje más bizarro de la corrupción en Argentina de los últimos años. Compiten la monja que le ayudó a José López con los bolsos que tenían millones de dólares en efectivo, el anónimo que le anotó 30 mil pesos de aportes truchos a Darío Lopérfido (que él negó, desde luego) y el chofer que escribió los cuadernos que ahora son una especie de Sagradas Escrituras para los macristas y de Evangelios apócrifos para los kirchneristas.

Creo que gana la monja.

Seguimos. «