El debate por la legalización del aborto en el Senado no ayudó a espantar el prejuicio de que es un lugar hostil para los movimientos populares, y que es más representativo de las elites provinciales, de las que la Iglesia Católica es pilar constitutivo. Ahora, en esa cancha adversa, se verá si el aborto legal, demanda histórica del movimiento de mujeres, puede romper esas estructuras de poder centenarias. El contraste del debate con la cámara de origen fue profundo.

Lipovetzky vs Fiad

En Diputados, el oficialista Daniel Lipovetzky, a favor del proyecto, organizó el debate de manera equitativa en un ámbito ajeno al activismo popular. Las exposiciones tuvieron un límite estricto de siete minutos y el número de especialistas fue igual de un lado y del otro. En el Senado también fue equitativa la cifra de invitados, pero la duración fue variable. En la Cámara Alta, el debate lo presidió Mario Fiad, radical en contra del derecho de las mujeres a abortar, y en sus funciones de moderador, los límites fueron escasos.

Mientras que en Diputados hablaban primero todos los expositores y expositoras y los legisladores tenían que esperar hasta el final de la jornada para realizar las preguntas, en el Senado esa instancia se daba apenas terminaba de exponer cada uno. Muchas veces, las intervenciones de los senadores antiderechos terminaban en cuestionamientos directos a los especialistas. La radical tucumana Silvia Elías de Pérez le preguntó al titular de la Fundación Huesped si lo financiaba Planned Parenthood y, ante la negativa del médico, insistió tozuda en la acusación.

Uno de los tres presidentes de comisión, Dalmacio Mera, titular de Asuntos Constitucionales, autoridad que tiene que garantizar la disciplina, atacó él mismo a uno de los expositores: el propio ministro de Salud Adolfo Rubinstein, al que llamó ciego y desmemoriado. “Como capitán del barco de la salud, la verdad, me da pena. Me hace acordar al capitán del barco italiano que fue el primero en estar tocando tierra”, dijo en referencia a Francesco Schettino, el capitán del Costa Concordia que naufragó en 2012.

¿Disciplina para quiénes?

Si bien los senadores no fueron llamados a recato durante las aluciones, en los pasillos y las salas se impuso una disciplina de rectoría de colegio secundario. Se pidió a los y las trabajadoras de seguridad vigilar que nadie circulara con el pañuelo verde o  el celeste. Luego, la costumbre de llevarlo se fue imponiendo –de ambos lados- y no generó mayores discordias. Lo que sí generó retos de institutriz fueron los aplausos, que por regla general se les escaparon a las periodistas y activistas feministas. “En el Senado no se aplaude”, fue el reto más común. Como alternativa, se vieron obligadas a levantar en silencio ambas manos y sacudirlas.

Les sorores

Mientras que en Diputados el grupo de “les sorores”, un transversal cruce de legisladores a favor del derecho a elegir, fue clave por su coordinación durante el plenario de comisiones y también en el recinto, en el Senado se hizo cuesta arriba construir una transversalidad intensa. Sí bien las senadoras a favor de la interrupción voluntaria del embarazo se mostraron juntas en una foto, no se notó una estrategia a la hora de plantear preguntas a los especialistas, cosa que sí hizo el bando contrario.

El trío de legisladoras antiderecho –Cristina Fiore, Inés Brizuela y Silvia Elías de Pérez– mostraron una coordinación férrea en base a sus convicciones religiosas individuales.

Último tramo

El proyecto de IVE llegó al recinto de la Cámara Baja con un triunfal dictamen engrosado con 64 firmas. En cambio, en el Senado el dictamen quedó enterrado en una discusión reglamentaria que mostró las debilidades de ambos sectores. Mientras que los a senadores a favor les faltó apenas una firma para lograr mayoría, los antiderecho ni siquiera se animaron a mostrar una flaca suma de rúbricas, lo que evidenció que son menos de los que creen a la hora de sumar voluntades. «