Maurice Politi es uno de los hombres más buscados del seminario regional “El encuentro se discute con memoria” que se desarrolla en la ex ESMA. La situación que atraviesa Brasil después de la destitución de Dilma Rousseff aún está fresca y el referente del Núcleo de Preservación de la Memoria Política aguarda su turno para explicar cómo se orquestó el Impeachment que el 31 agosto decretó a Michel Temer como nuevo presidente brasilero. Antes de eso, Politi, que fue preso político en la dictadura de su país y que pelea por seguir viendo a un Brasil que no olvida todo lo que le sucedió, dialogó a solas con Tiempo. “Estoy convencido de que todo esto que pasó fue para golpearlo a Lula, para que no pueda candidatearse y ganar las próximas elecciones. Ahora irán por él”, cuenta Politi, quien vivió algunos años en Argentina, donde permanecerá hasta el cierre del seminario.

-Dilma ganó en las urnas por más de 3 millones de votos y 61 diputados la sacaron del cargo cuando la gran mayoría de los que votaron a favor tienen causas de corrupción. ¿Cómo se entiende eso?

-Lo que pasó fue una farsa. En realidad derrumbar a Dilma es sacar el proyecto popular que tuvo Lula, porque el gran objetivo de ellos no era Dilma, sino Lula, que es el próximo que quieren que caiga. Una opción es que vaya preso por las denuncias, pero no creo que se animen a eso porque sería realmente muy fuerte, pero hay comentarios de analistas que dicen que en las próximas semanas podrían ir por él. Todo esto fue para golpearlo a Lula, para que no pueda candidatearse y ganar las próximas elecciones. Estoy convencido, y no lo digo sólo yo sino mucha gente más: el propósito de todo esto es que Lula no sea reelecto, porque con su política de disminuir las desigualdades ¬que consiguió con mucha fuerza y con muchos errores¬ dañó muchos de los intereses de las clases dominantes. Primero se enfermó, tuvo cáncer y entonces pensaron que ya no sería un problema. Cuando lo superó y consiguió que gane Dilma por tan poco margen, vieron el peligro de que volviera en 2018. Ahí iba a ser catastrófico para ellos, que iban a ver cómo el PT seguía sumando años en el gobierno. No pudieron aguantar y armaron un plan orquestado a la perfección.

-¿Qué puede hacer Lula ante esta situación?

-Es difícil saberlo. Si lo llevan preso, será una conmoción en todo el país. A nivel legal está muy complicado, porque él apeló y la pata judicial no lo acompaña. Es verdad también que tiene la boca muy suelta y en conversaciones privadas grabadas ha hablado mal de algunos jueces y ahora ellos quieren vengarse. Ha dicho hace muchos años que en la cámara de diputados hay 500 diputados y 350 malandras. Es una situación difícil. Solamente si tiene mucho apoyo, si hay una resistencia de la población a su favor, no lo tocarán. Pero es muy probable que si lo tocan, les interese sólo inhabilitarlo para próximas elecciones. Van a descubrir algo, tal como lo hicieron con Dilma, para decirle que lo que hizo no está permitido y por lo tanto no puede ser elegido por 12 años. Tiene 70, así que es fácil la cuenta para ellos.

-¿Cuánto afectó que los medios dominantes retraten a Dilma como culpable?

-En Brasil es conocida la posición de la red O Globo, que es comparable a la CNN. No hay quien no la vea desde el Amazonas hasta el Sur. La clase media está muy influenciada por esto y en todos los países pasa lo mismo: se rigen por los intereses de los más poderosos. En los primeros momentos de Temer ya organizaron una ofensiva a que hubiera un canal de televisión del Estado, que mal que bien comenzó y ellos ya lo quieren sacar porque dicen que es mucho gasto. Está todo muy claro.

-¿Cómo se hace para mirar hacia adelante después de lo que pasó con la destitución?

-Ese es el gran desafío. Estamos muy pesimistas, estamos viendo con mucho pesar lo que pasó y para salir adelante hay que lograr una organización masiva de la población que pida, o nuevas elecciones inmediatas, cosa que es muy difícil, o lo que se está comenzando a gestionar en Brasil, que es la idea de una nueva asamblea constituyente para reformar la constitución. No puede ser que Brasil siga teniendo una vida política manejada por 35 partidos, que van desde los tradicionales hasta los más absurdos, que se conforman sólo por el “fondo partidario”, que es la plata que reciben del gobierno. Ahí hay de todo, hay un partido llamado “Partido de la Mujer Brasilera”, PMB, que no tiene ni una mujer en sus filas. Lo eligieron porque así iban a conseguir más dinero y que alguien los vote. Necesitamos en el mediano plazo una verdadera reforma política y tener partidos que sean ideológicos. Ahora todo lleva a coaliciones sin principios, sin ideologías y solamente uniones por el voto. Y eso ha mostrado sus falencias.

-¿La pelea es lograr que no se pierdan los derechos que se ganaron con Lula y Dilma?

-Sí, tanto que al lado de la consigna “Fora Temer” hay otra que está en todas las manifestaciones que es “Ni un derecho menos”. Durante los últimos años se ganaron importantes conquistas en todos los campos de los derechos humanos y no hay que retroceder, pese a que se percibe que hay una fuerte tendencia a disminuirlos. En Brasil lo que pasó durante la dictadura estuvo durante 22 años en silencio, porque terminó en 1985 y recién en 2007 se empezaron a discutir cosas, gracias a la posición de dos o tres ministros de Estado, a la Comisión de Amnistía y a una serie de entidades de la sociedad civil que permitieron que se vuelva a hablar de eso. Eso generó que muchos jóvenes estén más interesados en estas políticas y la constitución del memorial de resistencia en San Pablo, que tiene 60 mil visitas al año, la gran mayoría de jóvenes que van a aprender cosas de ese período que antes no conocían. Ni un centímetro debemos retroceder en esas políticas, aunque una de las primeras medidas que tomaron fue eliminar el Ministerio de Derechos Humanos y cambiarlo por uno llamado Ministerio de Justicia y Ciudadanía, además de suspender por 180 días todos los recursos que estaban destinados a derechos humanos.

-¿Cómo se combate, por ejemplo, al diputado que votó en contra de Dilma y juró por los militares?

-Ese es un diputado que tiene su banca, un hijo de la cámara de Brasil, otro hijo en la provincial de Río de Janeiro. Tres de la familia, con el mismo nombre, que son fascistas y que están en contra de, por ejemplo, los gays y de la política de no discriminación. Se los combate con el diálogo y la persuasión. Los que lo están siguiendo ahora, entre otras cosas, no conocen lo que pasó en la dictadura y lo que significa que pueda estar al frente una persona así. Lo vamos a combatir con las ideas y con la presencia de la población repudiándolo. Sin embargo, en las encuestas ya tiene 6 por ciento de intención de votos para presidente.

-Por ahora la resistencia en la calle viene acompañada por una policía que reprime. ¿Hasta qué punto puede llegar esa secuencia? ¿La gente se va a cansar en algún momento de protestar?

– El Gobierno no va a frenar y tampoco va a evitar que los policías sigan reprimiendo en las calles. Pero más que reprimir lo que están haciendo ahora es infiltrarse. Hoy con Facebook es muy fácil y uno hasta se puso en Tinder y descubrió a una joven que era una líder, la denunció y fue presa. Lo que sí es problemático es la capacidad de los jóvenes de salir a cada semana. Algún momento se van a cansar y ese momento será complicado, porque ya no tendrán límites.

-¿Cómo ve a Argentina en estos meses de nuevo Gobierno?

-Lo que se escucha en Brasil de lo que pasa acá es que más allá de los cambios económicos, también hubo un retroceso en las políticas de derechos humanos, con los militares que pasaron a tener prisión domiciliaria y con todo lo que tardó el presidente en recibir a los organismos. Todo eso es preocupante. Hoy está con los empresarios para vender Argentina, es el mismo tipo de política que ahora tiene Brasil. Se formó una alianza, entre Temer, Macri y el que vendrá en Venezuela para terminar con las políticas de inclusión social. El desempleo va a aumentar, las leyes laborales se van a volver cada día peores y la jubilación en Brasil la cambiarán hasta 65 años para los dos sexos. Es una ofensiva que viene de arriba para que el neoliberalismo empiece de nuevo y que haya cada vez menos interferencia del Estado en la vida de las personas.