Las primera reflexión que surge luego de conocidos los resultados a nivel nacional de las primarias de ayer, es que el gobierno consiguió renovar el idilio con los electores en medio de un brutal ajuste económico que llevó a muchos a suponer que debería perder apoyo, ya que en la suma nacional obtuvo una cosecha similar a la que logró Mauricio Macri en la primera vuelta de 2015.

A la par de esta conclusión emerge claramente Cristina Fernández como la única dirigente nacional capaz de liderar el enfrentamiento con Macri, con los medios concentrados, con el sector ultraconservador del Poder Judicial y con el establishment económico. Si bien el peronismo en general resultó la mayor oposición, la ex presidenta surge personalmente invicta desde el fangoso territorio bonaerense.

Aparece además como gran ganadora, la indescifrable Lilita Carrió, que consiguió cautivar a casi la mitad de los porteños cuando la otra mitad la desprecia y se instala como competidora de Macri, y aun de María Eugenia Vidal, dentro de la alianza conservadora Cambiemos.

Pero el dato escandaloso lo puso el amañado conteo de los votos en las provincias de Buenos Aires y de Santa Fe, que exhibieron una morosidad llamativa tendiente a empañar la celebración de dos triunfos nítidamente kirchneristas.

A la madrugada, cuando la tendencia demostraba que Cristina Fernandez se ubicaría como la candidata más votada en la Provincia de Buenos Aires por sobre Esteban Bullrich, el Ministerio del Interior suspendió la carga de datos hasta el recuento definitivo que concluirá en una eternidad. Un par de horas antes, el presidente de la Nación, la estrella bonaerense María Eugenia Vidal, la rutilante Lilita que arrasó la Capital Federal y el candidato a senador Esteban Bullrich, habían celebrado moderadamente en el bunker Costa Salguero, aunque por las dudas, no aseguraron explícitamente que habían ganado en la Provincia de Buenos Aires. Luego apagaron las luces y se marcharon. La maniobra estaba en marcha.

Después de que habló Macri, el conteo bonaerense tomó un ritmo más lento. La morosidad creció a medida que Cristina se acercaba a Bullrich, quién había picado en punta a las 21, con algo más de 6 puntos de ventaja y para entonces sólo llevaba décimas. Desde el bunker de Unidad Ciudadana se denunció que el gobierno había despachado a su casa a trabajadores del Correo que habían estado cargando datos. Después se supo que el Ministerio del Interior había suspendido directamente la carga de datos, cuando faltaba computar cerca del 5 por ciento del padrón provincial, correspondiente a municipios de clara filiación peronista.

La bochornosa maniobra evitó la tapa de los diarios de hoy, postergó el festejo, obligó a la ex presidenta a hablar alrededor de las 4 de la mañana cuando muchos argentinos dormían con el triunfo de Cambiemos y –en suma- diluyó el impacto de un triunfo opositor en el principal distrito electoral, que concentra el 38 por ciento del padrón.

Fue como si Cristina se aprestara a patear un penal en tiempo complementario con el partido empatado y la hinchada aguardaba para dar rienda suelta a una alegría contenida, pero el árbitro suspendió el partido hasta la semana que viene. Un escándalo. Para entonces, la elección será un dato para politólogos, periodistas especializados y militantes politicos. Muchos consultores harán cuentas con miras a las elecciones de octubre, pero la mayoría de los ciudadanos de a pie estarán preocupados por pagar la luz, el gas o el agua. Unos se acordarán de los parientes del presidente de la Nación y otros le adjudicarán las onerosas cuentas a “la pesada herencia”, pero obviamente no habrá indeseables celebraciones.

Hasta el momento no hay certeza de hechos que pudieran modificar significativamente el resultado electoral, pero el tramposo conteo de anoche no es propio de supuestos adalides de la transparencia republicana. Todo fue claramente planeado: celebramos nosotros, apagamos las luces y nos vamos antes de que gane la señora.

Una maniobra similar se produjo en Santa Fe, donde finalmente el kirchnerista Agustín Rossi se impuso por ajustado margen al candidato de Cambiemos consiguiendo así un triunfo que el peronismo no consigue desde hace muchos años en el tercer distrito electoral del país

La gobernadora Vidal dijo que en la Provincia de Buenos Aires no ocurrió nada distinto a lo acontecido en las PASO 2013 y 2015, pero aun cuando se hubiera suspendido el conteo, no había una situación de paridad en la el principal distrito electoral del país. Cuando la diferencia es mayor, el conteo de un 5 por ciento del padrón puede esperar, pero es claramente una maniobra cuando el 5 por ciento definiría la elección y mucho más si corresponde a municipios en los que Cristina gana claramente. Dicho de otro modo, faltan cargar los votos que el gobierno no quiere contar. Pero sea como fuere, nadie puede tapar el sol con las manos.