Eduardo Valdés ingresó a la Cámara de Diputados de la Nación en representación de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en diciembre de 2019, en reemplazo de Fernando “Pino” Solanas. Había quedado en el quinto lugar de la lista de candidatos a diputados nacionales por la CABA, pero el nombramiento del cineasta como embajador en la Unesco lo depositó en una banca estratégica dentro del bloque del Frente de Todos: la presidencia de la comisión de Relaciones Exteriores.

Valdés tiene una extensa carrera política en el peronismo de la Capital y algunos hitos que lo caracterizan como un especialista en impulsar acercamientos políticos allí donde pocos los imaginan. Definido por algunos medios como un “albertista línea fundadora”, participó de la génesis del kirchnerismo en la Ciudad, y fue el encargado de construir el vínculo entre el Papa Francisco y la expresidenta Cristina Fernández, cuando el religioso fue designado en el Vaticano. Aquella gestión y su “militancia” papal lo convirtieron en el embajador de la Argentina ante la Santa Sede entre 2014 y 2015.

En un día cargado de reuniones políticas por videollamadas y participaciones en programas de televisión, Valdés aceptó hablar con Tiempo sobre los debates políticos en torno de la pandemia, el Mercosur y el salario universal que propone el Papa Francisco.

–Esta semana se instaló el debate sobre las prisiones domiciliarias en el contexto de la pandemia de personas que están cumpliendo condenas por delitos leves en las cárceles. ¿Qué opina de esta cuestión?

–Si uno mira el mundo –y nosotros vamos a contraturno de la pandemia, producto de que no entramos aún en el clima frío– vemos que en Italia y España los lugares más vulnerables de muertos por Covid-19 fueron los geriátricos y las cárceles, según muestran los números. Por lo cual aquellos que están privados de su libertad tienen derecho a sentir miedo por sus vidas. Ahora, quienes deciden sobre si las prisiones son en un penal o en sus domicilios son los jueces, no es la política. Recordemos que cuando asumió Alberto Fernández la presidencia, lo quisieron involucrar tanto a él como a la vicepresidenta en que querían interferir en la Justicia, ya sea para liberar a tal preso político o para dejarlo adentro. Permanentemente los quisieron mezclar con eso y la verdad es que al día de hoy, son los jueces los únicos que deciden quiénes van a prisión domiciliaria, porque no estamos hablando de libertad, estamos hablando de prisiones domiciliarias y de una resolución judicial. Creo que todo lo que está pasando ahora sucede en cualquier país del mundo, el tema es que acá se lo cargan todo al presidente porque lo que les molesta es que tenga el nivel de consenso que tiene. Pero guarda, que también lo tiene Horacio Rodríguez Larreta en la Ciudad de Buenos Aires, que viene atrás en la consideraron pública, muy cerca del presidente, porque lo que está valorando la población es que la cuiden, que preserven la vida y no que hagan negocios.

–Menciona a los dos dirigentes que encabezan la consideración pública. ¿Cómo analiza la relación con el sector opositor en el marco de la pandemia?

–Hay un sector que es el que está gobernando, léase gobernadores o intendentes, que no quieren que el coronavirus les gane en sus jurisdicciones, y después están los que no están gobernando, encabezado por el expresidente Mauricio Macri y Patricia Bullrich, que están intimando a los que gobiernan a que salgan de ese acuerdo con el oficialismo. Esto no lo digo yo, lo dicen ellos, hasta ha habido llamados telefónicos de Macri a Larreta. Ahora, el tema es que todas las voces anticuarentena o antipreservación de la vida han quedado como marginales en la sociedad argentina. Por eso tuvieron que inventar esto nuevo de las cárceles, porque el resto quedó sin efecto, como en su momento inventaron algo que duró dos cacerolazos que fue “bájenle el sueldo al presidente, diputados y senadores”. La gente, cuando se da cuenta, prefiere preservar su vida. En el medio pasaron todos los economistas habidos y por haber, anunciando lo peor para la Argentina y tampoco hicieron mella, pasaron por todos los canales de televisión como si fueran rockstars.

–Y en el Congreso, ¿cómo juega el interbloque de Juntos por el Cambio?

–Se vive la misma interna que por afuera de la Legislatura, con un grupo que sigue las políticas de Mauricio Macri y Patricia Bulllrich, que se fueron del recinto el día que se votó que se caigan las jubilaciones de privilegio, y ahora cuando hasta la propia Legislatura de Mendoza funciona virtualmente, provincia gobernada por el titular del radicalismo nacional Alfredo Cornejo, nos quieren pedir que hagamos Congreso presencial nada más que por oponerse, para que no haya sesiones.

–¿Qué piensa sobre la decisión del gobierno argentino de retirarse de las negociaciones entre el bloque regional y Corea del Sur?

–Creo que la decisión del secretario de Relaciones Económicas Internacionales, Jorge Neme, fue buena. Hizo bien en no firmar el Tratado de Libre Comercio con Corea del Sur. Quiero decir que, detrás de Corea del Sur, venía también un TLC con Singapur, que casualmente es un paraíso fiscal y cuyo cónsul honorario se llama Nicolás Caputo, el mejor amigo del expresidente Mauricio Macri. A mí me gustaría ver qué venía escondido detrás de ese acuerdo y me parece que no es tiempo de libre comercio. Una de las cosas que ha hecho el presidente de Estados Unidos, Donald Trump –alguien con quien tengo muchísimas diferencias políticas–, teniendo en cuenta que han sido los campeones del libre comercio, fue demostrar que esta política lo único que generó fue pérdida de empleos y que las empresas americanas se iban a los lugares a donde valía más barata la mano de obra, produciendo desempleo y desabastecimiento en el propio país. Cuando uno hace acuerdos de tratados internacionales tiene que saber cuántos puestos de trabajo va a ganar, no cuántos va a perder. Yo ambiciono una Argentina que tenga pleno empleo porque creo que el trabajo es la principal condición para tener dignidad de vida, y desde mi visión soy defensor del mundo del trabajo y no de los acuerdos de libre comercio.

–¿Cómo ve el salario universal que propone el Papa Francisco para enfrentar la crisis económica por la pandemia?

–Si en todo el mundo tuviéramos un salario mínimo, universal, igual, entonces no se perderían los puestos de trabajo, las empresas invertirían por la calidad de los trabajadores y no por cuánto se flexibiliza el derecho laboral. A mí me parece muy interesante lo que está planteando, y por ahí la idea del Papa está en que la OIT, que es la organización de Naciones Unidas especializada en el trabajo, sea quien lleve adelante un acuerdo de todos los países del mundo de que exista un salario mínimo universal. Que nadie en el mundo gane menos que X dinero, y eso nos va a dar dignidad a todos.

–Hay un gran debate sobre esta cuestión. ¿Cree que puede ser viable, sobre todo, en el mundo pospandemia?

–Claro que puede ser viable. Creo que en el mundo pospandemia va a ganar la vida por encima de todo y será muy proclive a llevar adelante los valores de Francisco, que son el derecho al trabajo para la dignidad humana y el de vivir un mundo sin muros y con puentes. Sin cultura de descarte, donde no se descartará a los viejos, a los discapacitados, a los jóvenes. La pandemia trajo aparejado que las ideologías no se comportaron de acuerdo a lo que correspondía. No es la misma visión cómo se paró frente a la pandemia Alberto Fernández que el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, siendo que pertenecen al mismo espacio político. Sin embargo, Angela Merkel, que lidera un pensamiento político alternativo al de Alberto, comparte la forma de pararse para enfrentar al coronavirus. Desde mi punto de vista, apareció la humanidad allí donde gobiernan mujeres, y en nuestro caso, Alberto Fernández, y se tomaron decisiones de lucha por la vida.