Hace unas horas expiró el último de las grandes figuras del socialismo histórico: Juan Carlos Coral. Tuve el privilegio de recuperar la amistad con él hacia 2003, cuando ya casi todo el mundo lo había olvidado y, quienes lo recordaban, pensaban que ya había fallecido.

La noticia de que había regresado tras un larguísimo exilio en Venezuela y de que no solo vivía sino que estaba plenamente lúcido recorrió los corrillos de la antigua militancia del también antiguo Socialismo Argentino, el sector político que supimos integrar en los años 60 y 70.

Fue un privilegio volver a conversar

con él de nuestra experiencia de aquellos tiempos, la de ese grupo de militantes dispuestos a recuperar la tradición de Alfredo Palacios y su visión humanista, democrática, patriótica, latinoamericanista, capaz de emocionarse con el himno nacional sin abandonar los compases de La Internacional; capaz de reivindicar la escuela sarmientina y evocar el espíritu libertario de la montonera.

Aunque a algunos no le gustara, Coral fue el más directo discípulo del veterano Maestro de América y con él acometimos algunas empresas de las que nunca nos arrepentimos, como editar el periódico Los De Abajo y escindirnos de la añeja estructura partidaria junto a decenas de compañeros y compañeras para identificarnos bajo la sigla PSA-Secretaría Coral. Fue una experiencia breve, que abandonamos cuando Juan Carlos tuvo la idea, insoportable para nosotros, de aliarse electoralmente con el grupo de Nahuel Moreno.

Como diputado nacional, entre 1963 y el golpe de Onganía, Coral acompañó a Palacios en todas sus iniciativas. Diría que desde 1961, cuando don Alfredo ingresa al Senado por voluntad de los porteños, su discípulo estuvo siempre en la trastienda intelectual y política del veterano líder. Y ya como colegas de bloque en Diputados un par de proyectos emblemáticos los identificó aun más, las iniciativas de Ley de Salario Mínimo, Vital y Móvil, la de Reforma Agraria y la de urbanización de las villas miseria. Esos eran los sectores de la sociedad, cuyos intereses preocuparon siempe y hasta el final a Coral: los derechos y condiciones de vida los trabajadores de la ciudad y del campo y los de aquellos que se habían visto obligado a instalarse en los márgenes de las grandes ciudades.

Ya durante el gobierno de Cristina, pude un facilitarle un espacio cercano para que elaborase tranquilo sus memorias. De allí surgió su “Alfredo Palacios, el Socialismo Criollo” que prologué para la editorial La Vanguardia. De esa asiduidad surgía un manantial de anécdotas y recuerdos, la mayoría sobre Palacios pero también aquella que nos divertía al recordar nuestro trabajo en una villa de San Fernando, cuyo local no evocaba ningún emblema socialista sino que simplemente decía : Bar y Pulpería PS Argentino.

Desde entonces, el Socialismo para la Victoria, pero también muchos otros sectores de izquierda, lo tuvieron como invitado en múltiples reuniones y debates. Sus análisis fueron muy útiles. Particularmente me tocó acompañarlo en muchas presentaciones de su libro el que, por cierto, actualizó hasta el final, dejando lista una segunda edición, que nos compromete a presentarla en breve.

Su última participación pública, coincidió con nuestra última conversación telefónica: lo habían invitado al programa Rojo y a la Izquierda de Radio Caput –nombre que le encantó-, y quería constatar conmigo el horario de la emisión. Fue el lunes antepasado. Como siempre, lo atendí con un “Hola, Prócer” y lo despedí con un “Adiós, Prócer”.