Hace cuatro décadas que se repite la misma historia: gobierno que asume le concede negocios al multimedios Clarín con la esperanza de comprar un rato de gobernabilidad. El rito se inició con la entrega de Papel Prensa dispuesta por la dictadura genocida de Videla y Martínez de Hoz. El control sobre el papel de diario les permitió a Clarín y La Nación despejar el mercado de competidores, restringiendo el acceso a ese insumo fundamental. En pago por ese beneficio, los periódicos ocultaron y malversaron información sobre el gobierno genocida. Hasta que la locura de la incursión militar a Malvinas y –sobre todo– el caos económico de la dictadura sirvieron de excusa para soltar la mano de sus benefactores.

Ya en democracia probaron de esa amarga medicina Raúl Alfonsín –concedió Radio Mitre, pero terminó en guerra por negarse a entregar Canal 13– y Carlos Menem, que cedió el canal pero bloqueó el acceso del Grupo al negocio de las telecomunicaciones.

El desastre del gobierno de la Alianza alteró las necesidades, pero no la práctica: la pesificación asimétrica y la ley de protección a los bienes culturales, entre otras medidas suscriptas por Eduardo Duhalde, fueron hechas a medida y pedido de Clarín.

Néstor Kirchner también canjeó gobernabilidad por beneficios con el Gran Diario Argentino. La prebenda más notoria, pero no la única, fue aprobar la fusión de Cablevisión con Multicanal, que consolidó la presencia hegemónica del Grupo como operador de TV por cable. Se suponía que esa concesión, uno de los últimos actos administrativos de gestión de Kirchner como presidente, alcanzaría para proteger los primeros pasos de su esposa y sucesora, Cristina Fernández. Pero la irrupción del denominado “conflicto con el campo” y, sobre todo, la negativa K a entregar Telecom desataron una guerra que todavía perdura.

Mauricio Macri debutó como presidente cumpliendo varios deseos de Clarín. A poco de asumir firmó el decreto 267/16, que desmontó la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual flexibilizando los topes a la concentración mediática. También amplió el máximo de licencias y encuadró a la TV por cable como “telecomunicaciones”, lo que allanó el camino para que Clarín pueda cumplir su postergado sueño de transformarse en una “telco”.

Por cierto, no es la primera vez que el PRO favorece los negocios de Clarín. Según un informe del legislador porteño José María Campagnolli, durante los ocho años de Macri como intendente porteño el multimedios embolsó unos 1037 millones de pesos por la implementación del Plan Sarmiento. La lluvia de billetes dejó a Clarín a pasitos de los principales receptores de contratos con la Ciudad, como Techint –1700 millones– y el primo presidencial, Angelo Calcaterra, que recaudó 900 millones de pesos.
Con Macri en la presidencia Clarín recuperó el podio de la publicidad oficial nacional y se dispone, ahora, a explotar el lucrativo negocio del cuádruple play a través de Cablevisión y Nextel. El gobierno inició 2017 publicando un decreto y varias resoluciones que ponen a la escudería Magnetto con varios cuerpos de ventaja sobre sus competidores. Es probable que, como sus antecesores, Macri crea que con eso tiene pago el año electoral. Si es así se equivoca: la historia muestra que Clarín siempre exige más. «