El devenir electoral para el 14 de noviembre es como el laberinto de la novela El resplandor, de Stephen King. Se busca el sendero de salida tomando a la izquierda, a la derecha (no es una alusión al rasgo ideológico del rumbo) y se vuelve a doblar. Luego se toma la decisión de seguir en línea recta entre los arbustos. Y cada vez que parece que se encontró el camino, los senderos se vuelven a bifurcar. Se sigue en el laberinto, a lo mejor no se hizo otra cosa que dar vueltas en círculo.

Es un rasgo también de la pandemia. La situación mejora muchísimo, no hay dudas. Y empiezan a llegar las noticias de otras latitudes del planeta: Delta plus, Delta gama, Delta beta, como una serpiente a la que todos los días le nace una cabeza nueva. La era Covid se parece a un laberinto.

Las encuestas estuvieron muy lejos de poder adelantar el resultado de las PASO de septiembre, estaban en el laberinto. El único síntoma que detectaron fue la apatía, el desencanto generalizado en una parte del electorado. Es un síntoma habitual cuando un sector percibe que el cambio de gobierno no implicó un cambio en su vida cotidiana, que la situación tiene una continuidad.

Por supuesto que la pandemia explica en gran medida las trabas de gestión del Frente de Todos durante sus primeros 18 meses. La explicación no le alcanzó a una franja de los votantes de la coalición panperonista.

Los focus group que realiza en provincia de Buenos Aires un consultor que trabaja para todos los sectores políticos –y que pidió total reserva– muestran datos que se subestimaron. La foto de Olivos hizo más daño del que podría imaginarse. Quizás funciona como la gota que rebalsa una situación que tiene sus pilares en otras razones: pandemia, restricciones, dificultad para reactivar la economía y el consumo popular. Puede ser que ese sea el mar de fondo. Sin embargo, en los focus la foto aparece como una de las causas del enojo. El gobierno puede abrigar la esperanza de que también es un tema que va quedando atrás. Pasan tantas cosas, el maremoto de noticias y de imágenes que se genera en la era de los 140 caracteres de Twitter sepulta rápido casi todo lo que ocurre.

El Frente de Todos apostó muy fuerte a que la campaña de vacunación, como salida al laberinto de la pandemia, cambiaría el ánimo social y permitiría construir un paréntesis. El primer tiempo del partido del mandato de Alberto Fernández sufrió una lluvia tropical, el pasto se volvió  intransitable, y hubo que suspenderlo. Con la vacuna, el agua cedió, y empieza de nuevo. No fue así.

El consultor arriesga una hipótesis: el peronismo defiende la presencia del Estado y la vacuna fue asumida como una obligación que no merecía un reconocimiento especial. A esto habría que sumarle la campaña infernal de la derecha mediática, torpedeando todo lo que se hiciera: blanco, negro, celeste; por A, por B, por C. Todo es cuestionado, una decisión y la contraria. Ese es otro laberinto sin salida del oficialismo, el intento de establecer una relación racional con el poder mediático tradicional.

La reactivación producto de las reaperturas ayuda, dice el consultor, al analizar lo que surge en los focus, pero no alcanza. No termina de empujar el voto para remontar de manera más clara la elección. Sostiene que el congelamiento de precios quizás llegó un poco tarde. El efecto se sentirá con más fuerza después de las elecciones.

Entonces cuál es, si es que existe, la posible ruta de salida del laberinto. Hay una respuesta probable (subrayando lo de probable). Y es quizás contraria al estilo que el presidente le quiso imprimir a su gobierno: la polarización. El recuerdo de lo que fueron los cuatro años de macrismo sigue vivo, tira el consultor, y es la memoria de una especie de pesadilla para millones de personas. El temor al retorno del macrismo es tan fuerte que puede ayudar a que, al menos una parte de los decepcionados con el FdT, le den una segunda oportunidad, ahora que el laberinto de la pandemia, al menos ese, muestra un camino de salida.  «