El deseo de muerte sobre Cristina Fernández viene siendo desplegado por la derecha argentina desde hace varios años. El pasado 1 de septiembre Fernando Sabag Montiel lo que hizo fue ponerlo en acto. Esa pulsión que los medios dominantes exudan hace tanto tiempo, ese deseo de ver sufrir a CFK, en el sentido físico, fue ejecutado por Sabag.

En su primera aparición pública luego de haber salido ilesa-quizás por un milagro-del intento de asesinato, la vicepresidenta sonó conmovida en su tono de voz, pero fue clara en sus mensajes: cuestionó la distribución del ingreso que tiene la Argentina. Luego de tres años de gobierno del Frente de Todos, esa definición es una crítica a la gestión de la que forma parte. Y vuelve a mostrar las diferencias políticas con el presidente Alberto Fernández.

Aquí se tratará de hacer de modo sintético, con los riesgos de simplificación que eso implica, una descripción de la tensión conceptual que habita en la coalición gobernante.

Hay sectores del FdT que consideran que el segundo mandato de CFK fracasó. ¿Por qué? En aquel momento Alberto mismo lo definía así: “No profundizó el modelo, lo perforó”. La idea era (y es) que el estímulo a la demanda (la distribución del ingreso) y a la industria nacional se volvieron “insustentables” por la restricción externa. La economía argentina demandaba más dólares de los que producía y, por ejemplo, había que importar energía por unos 14 mil millones de dólares. El modelo, según esta visión, mostraba ahí su talón de Aquiles y su dificultad para perdurar. 

Es el punto de partida que está detrás de otra frase recurrente en varios dirigentes de la coalición oficialista: para que la Argentina crezca de modo sostenido tienen que sobrar los dólares. Esta idea contiene una concepción política: los exportadores tienen que ser los grandes motores de la inversión y el desarrollo, aunque haya políticas compensatorias. El país acepta su rol periférico. Impulsa a los sectores que producen lo que los centros de poder mundial quieren comprar. El “modelo nacional”, con todas sus contradicciones y matices, propone como ordenador al mercado interno porque permite desarrollar más potencialidades y no sólo las que le sirvan a los centros de poder. La realidad, por supuesto, es más compleja y contradictoria. (Se advirtió sobre los riesgos simplificadores de este intento de síntesis). Este debate añejo del modelo de capitalismo argentino habita dentro del FdT. 

También es evidente la diferencia sobre el peso de los formadores de precios en la generación de la inflación. CFK reiteró este viernes su visión sobre el tema. Sostuvo que son un factor gravitante, ya que hay sectores clave concentrados en pocas manos y por ende no existe competencia por precios y calidad. Los «dueños del sector» imponen sus precios.

Quienes no comparten esa lectura-y hay varios dentro del FdT- ponen como ejemplo países como Brasil, Uruguay o Chile. Sostienen que sus estructuras productivas están tan concentradas como la Argentina-quizás más-y que tienen una inflación mucho más baja.

También es cierto que tienen una distribución del ingreso históricamente más desigual. El índice de gini de 2021 en Brasil fue del 0,48; en Chile de 0,44; y en Argentina de 0,42. (Mientras más se acerca a cero, mayor igualdad). Es decir que aún en este contexto en que los salarios perdieron participación en el PBI la Argentina es más igualitaria. 

Cristina convocó al debate de ideas y a dejar de discutir personas. No es fácil que la derecha se pliegue a esa invitación democrática. Algunos sectores del radicalismo podrían intentarlo, hasta que se sientan acorralados por el periodismo patrullero y lleguen a la conclusión -de nuevo- de que eso los empujará a la marginalidad política en su propia base electoral. Pero el FdT puede -y debe- dar su debate de ideas. Las síntesis son difíciles, pero no imposibles. Y la victoria de Luiz Inácio «Lula» Da Silva en Brasil prendió una nueva luz en el túnel.   «