Sobre el 2500 de la Avenida Rivadavia se posa una de las esperanzas de Horacio Rodríguez Larreta para reelegir como jefe de Gobierno porteño muy a pesar de crisis económica y política. Las escalinatas de la entrada comunican con un gran salón repleto de líneas de computadoras y teléfonos que fatigan a los vecinos porteños para conocer su opinión sobre las últimas medidas tomadas por el ejecutivo porteño.

“Nos piden que informemos sobre los logros de gestión y que no entremos en ninguna discusión política”, explica uno de los “voluntarios” que realiza turnos semanales. Son tareas que deberían realizar los militantes del PRO, pero que también recaen sobre empleados públicos. “No tengo mucho margen para decir que no”, se queja el no-tan-voluntario.

Los turnos se realizan en el mismo horario donde los empleados deberían prestar servicios en sus reparticiones de origen. En cambio, les piden relevar los niveles de satisfacción de los vecinos con las políticas que ejecuta Horacio Rodríguez Larreta, como los créditos Primera Casa o Alquilar se puede. O informarles sobre las nuevas estaciones con bicicletas amarillas que el estado porteño inauguró en los últimos meses.

En el gobierno saben que no tienen margen de error. “Mauricio bajó mucho. No llegó a arrastralo a Horacio igual”, explican en el PRO. El dato es preocupante para el oficialismo: en su patria chica el Presidente acumula el rechazo de más de la mitad los vecinos.

Según un estudio de la consultora Analogías realizado entre el electorado porteño la imagen del presidente cayó casi 7 puntos desde abril y casi 13 desde diciembre del año pasado. Larreta está en la otra orilla: su gestión tiene un diferencial positivo de 20 puntos y una aceptación del 77% entre los mayores de 60 años.

“Horacio bajó menos que María Eugenia Vidal”, respiran aliviados en Parque Patricios. Pero la tranquilidad es relativa: con una economía deprimida será difícil mantener los niveles de aceptación.

“Hay que concentrarse en terminar las obras que empezamos”, explican en el gobierno. El pasado jueves Larreta compartió un asado con los obreros que trabajaron en la Villa Olímpica de Lugano. También estuvo Mauricio Macri y ambos posaron sonrientes.

¿Qué le aportan a Larreta esas fotos? “No tiene mucho margen para no hacerlas”, comentan casi con resignación en el oficialismo capitalino. “Macri se va a sumar a todas las inauguraciones que pueda”, agregan.

Larreta ya mandó a la Legislatura un proyecto para unificar las elecciones porteñas con las nacionales para intentar traccionar votos a para el Presidente. Además, Macri exigió que haya Cambiemos en la Ciudad: en un escenario muy ajustado el líder del PRO quiere asegurar cada voto y muy especialmente los 250 mil que consiguió Martín Lousteau. Por eso el ex embajador en EEUU tendrá la tan reclamada primaria con el alcalde porteño.

Las malas noticias que llegan de Nación no solamente tienen que ver con la marcha de la economía. Macri acordó con las provincias una reducción de Ingresos Brutos que tuvo su correlato en la Ciudad. Además, para atenuar el impacto del tarifazo, el distrito capitalino absorbió una parte de las tasas incluídas en las boletas de agua y gas. Esta medida, junto al reparto de bombitas LED para bajar el consumo energético, tendrá un costo de $1500 millones.

A esas erogaciones inesperadas se sumará en los próximos días la transferencias de las empresas eléctricas que funcionan en la Ciudad.

Para hacer frente a esas nuevas obligaciones la Ciudad ralentizó las obras de la nueva Autopista Illia y postergó la aplicación del estacionamiento medido que iba a aumentar a 10 mil las cuadras donde existen parquímetros.

“Eso está frenado por la Justicia, pero la verdad es que no podemos seguir cargándole gastos a los contribuyentes”, le dijo a Tiempo un dirigente macrista que tiene trato cotidiano con el jefe de Gobierno. «