Alberto Fernández suele remontarse al momento en que asumió Néstor Kirchner en 2003 para trazar paralelos y hacer analogías entre aquella situación y la actualidad. La crisis argentina tiene muchos puntos de contacto. En 2003 el país estaba en default, y hoy, según el propio Fernández, se encuentra en un “default encubierto”. Si con el mega-endeudamiento y las condicionalidades financieras puede haber semejanzas (los especialistas incluso advierten que el panorama del presente es más peligroso, por el antecedente de los fallos de Thomas Griesa y el mayor porcentaje de deuda en manos del FMI), en lo que las diferencias estallan a la vista es en el contexto internacional.

El mapa regional ya no muestra una sucesión de triunfos de partidos de izquierda o nacional-populares como el que precedió a Kirchner. Más bien lo contrario. Todo este clima de época que tiene su imagen más icónica en el triunfo electoral de Jair Bolsonaro y la detención de Luiz Inácio Lula Da Silva –en otros tiempos el líder popular más influyente de Sudamérica- fue analizado por el candidato a presidente del principal polo opositor.

En la entrevista con Tiempo, Fernández se refirió a la puja comercial entre Estados Unidos y China pero también analizó el tipo de liderazgo del mandatario mexicano Andrés Manuel López Obrador, el único presidente con trayectoria de izquierda que logró llegar al gobierno en el nuevo contexto regional. En otro tramo del reportaje, el precandidato contestó sobre el conflicto político que atraviesa Venezuela.

“La Argentina, hasta Macri, ha hecho siempre gala de no entrometerse en los problemas internos de otros países. Yo, particularmente, creo que Venezuela tiene un problema interno. No es que no esté pasando nada. Es un problema que hay que prestarle atención. El gobierno de Maduro ha cometido abusos y, bueno, no podemos seguir haciéndonos los distraídos. Pero la solución no es la intervención militar o la acción directa. Lo que yo creo es que hay que ayudar a los venezolanos a ponerse de acuerdo. Como plantean Uruguay y México”, profundiza el ex jefe de gabinete.

Como se sabe, los gobiernos de Tabaré Vázquez y López Obrador se ofrecieron como mediadores entre el oficialismo y la oposición de Venezuela. Con ese objetivo encabezaron una primera reunión de trabajo en la ciudad de Montevideo, realizada el 7 de febrero, en la que hubo representantes de la Unión Europea. Una postura opuesta esgrime el Grupo Lima, del que forma parte la administración de Macri. Ese foro internacional reconoce a Juan Guaidó como la autoridad legítima de Venezuela. Su objetivo, en sintonía con la acción del asesor en Seguridad Nacional John Bolton, es la destitución de Nicolás Maduro. Además, el Grupo Lima apoyó la iniciativa del despliegue de ayuda humanitaria en la frontera entre Colombia y Venezuela.

-China y Estados Unidos se están matando en una guerra comercial. ¿Eso puede complicar la llegada de inversiones al país?

-Creo que no.

-Algunos analistas aseguran que en la causa de los cuadernos, que instruye el juez Claudio Bonadío, hay un trasfondo geopolítico: advierten que algunos empresarios argentinos temen perder la propiedad de sus activos en compras forzosas u hostiles, al haber sido acusados de corrupción incluso internacionalmente.

-¿Y qué tiene que ver eso con la inversión?

-Que algunos analistas sostienen que Estados Unidos, en un repliegue global, tiene una política más agresiva para su posicionamiento en Sudamérica. ¿Cómo debería convivir Argentina con ese escenario?

-Yo no lo veo así. Me parece que Estados Unidos tiene un conflicto con China y con Rusia por el riesgo de que se metan en mercados de ellos. Pero es un problema de ellos. No es un problema que nos afecte a nosotros.

-Pero en los medios estadounidenses aparecieron notas periodísticas que advierten sobre la presencia china en Sudamérica.

-Bueno, eso sí les preocupa. Porque lo que temen es a la presencia de bases chinas militares. A ese tipo de cosas.

-Como la base satelital de Neuquén.

-Por ejemplo. Pero en menor medida. Lo que más les preocupa son las bases de seguridad. Es así. Como a nosotros nos preocupan las bases de seguridad americanas.

-Hablando de China, el lunes pasado usted estuvo en Santa Cruz. ¿Cómo se encuentra la obra de las represas Cepernic y Néstor Kirchner?  

-Recién están empezando en la etapa de remover la tierra. Y le dieron el management a los chinos tras sacárselo a (Gerardo) Ferreyra.

 -Usted llama a disolver o sortear la grieta pero en otros países, en estos tiempos, se percibe una fractura muy fuerte o una polarización hasta cultural. Parece una tendencia global. Trump, Macron, Bolsonaro. En definitiva, a juzgar por el resto del mundo pareciera que las grietas no son tan fáciles de sortear.

-Lo que yo creo es que a la gente, finalmente, lo que la termina dividiendo son los resultados prácticos. No es que la gente se volvió republicana con Trump. Es que Trump les planteó una serie de salidas justo cuando la gente sentía que el establishment político americano no le estaba dando resultados. ¿Se entiende? Entonces, a partir de allí Trump supo meterse en ese lugar. Macron es el resultado de que la gente quedó muy desilusionada con Hollande. Así como Rajoy fue el resultado del enojo con Zapatero, Sánchez es el resultado del enojo con Rajoy.

-¿Y Bolsonaro?

– Bolsonaro es el resultado del enojo de gran parte de Brasil con el PT y con, entre comillas, la corrupción socialista. Y veamos que hoy Bolsonaro está en una crisis enorme. Esto tiene que ver con algo que yo alguna vez escribí y que titulé ‘el teorema de Rajoy’: un artículo publicado en Clarín. Yo ahí planteaba que hay momentos en los que la sociedad se enoja tanto con un gobierno que vota exactamente lo contrario sin medir las consecuencias.

-El espejo inverso, un ejercicio casi dialéctico.

-Exactamente. Pero que al final no miden enteramente las consecuencias (de votar lo opuesto, a causa de ese enojo). Y así se terminan enredando en problemas enormes. Yo lo escribí por Macri. Era un pensamiento que se resumía en algo así como: “yo puedo entender que ustedes estén enojados con Cristina, pero miren que votarlo a Macri va a significar para ustedes un problema”. Lo escribí en Clarín en noviembre de 2015, antes de la segunda vuelta. Eso ocurre. En la modernidad lo que hay es menos ideología. Hay gente que está buscando soluciones prácticas a los problemas que tiene. Y no le importa muy bien de qué lado vienen esas soluciones prácticas. Y también está lo que cada uno representa. Finalmente, la verdad es que la palabra que caracteriza eso es “cambio”. No es casualidad que el oficialismo haya elegido la palabra ‘Cambiemos’. Es el change de Obama. Es cambiar. No me gusta lo que está, entonces cambio. Cambiar. Y un día usan el cambio y lo ponen a Macri. Y otro día usan el cambio y lo sacan a Macri. Es una sociedad que está en la búsqueda. Sin ideologías. Son votantes que se enojan con el momento. Pero el riesgo de esos enojos es que a veces conducen a trampas. Como ocurrió con Macri.