Las imágenes son elocuentes. El 1 de mayo de 2016, las cámaras de seguridad registraron a una joven retirando equipos del Centro de Producción e Investigación Audiovisual (CePIA). Para ejecutar la faena, la muchacha arguyó que el equipamiento iba a ser destinado a otras dependencias del Ministerio de Cultura, responsable de la repartición desvalijada. Pero hubo algunas piezas –como una costosa isla de edición de sonido– que nunca volvieron a aparecer. La muchacha del video era Carolina Azzi, novia del entonces ministro –luego degradado a secretario del área–, Pablo Avelluto. 

Las imágenes forman parte de Los ñoquis, un documental cuyo adelanto se exhibió esta semana en C5N. El film fue dirigido por María Laura Cali, una de las víctimas directas de aquel episodio: pocos días después de la visita de Azzi, y dado que sin equipos no era posible producir contenidos, los 23 trabajadores del CePIA fueron despedidos.

Vaciamiento del Estado, sospechas de saqueo en beneficio propio y destrucción de empleo. El episodio que protagonizaron Avelluto y su novia constituye una síntesis de la gestión macrista. Una muestra gráfica de que el desastre que se abatió sobre la Argentina no fue una fatalidad. 

La gestión del propio Avelluto refleja acciones, intenciones y consecuencias de las políticas macristas. «Cuando llegué al Ministerio despedí a 1600 empleados. Y lo hice porque tuve el coraje, la audacia y la voluntad política de hacerlo», confesó el secretario, evidenciando que la destrucción de la Argentina fue diseñada y ejecutada como parte de un plan de gestión. No fue «mala praxis» o «impericia», como explican los exgroupies del oficialismo que ahora buscan cobijo en el arca albertista. Algunas cifras del culturicidio a modo de evidencia:

-El último informe del Sistema de Información Cultural de la Argentina (SInCA) –que se conoció esta semana– reveló una caída sistemática en el sector. «La Cuenta Satélite de Cultura muestran que en 2018 la actividad cultural disminuyó en un 2,7% respecto del año anterior, caída que replica la de la economía total», sostiene el trabajo, que se publica a año vencido.

-Cifras actualizadas advierten que este año el derrumbe fue aun mayor. La Asociación Argentina de Empresarios Teatrales (AADET) informó que en el primer semestre de 2019 se registró una caída interaunual del 11% en la venta de tickets, recorte que asciende a un 19% respecto de dos años atrás. La crisis se sintió con fuerza durante las vacaciones de invierno, en la temporada alta del teatro infantil: la cantidad de espectadores cayó un 65%, reveló entonces el productor Daniel Grinbank.

-Imágenes similares se replicaron en el cine. Entre enero y junio la concurrencia cayó un 8%, lo que implicó dos millones menos de espectadores en salas. Con un inquietante dato adicional: los cinco títulos más vistos concentraron el 45% del público.

En su defensa, Avelluto podría argüir mal de muchos: su fracaso está en línea con la paupérrima gestión macrista. Pero a la calamidad general el secretario le agrega bochornos de cosecha propia. «Voy a los shows de Caetano Veloso desde hace 25 años. El autoritarismo es lo que mostrás en tus imágenes. Me gusta Caetano, soy macrista. ¿Nos lincharán los nuevos comisarios estéticos del pueblo? Ojalá @caetanoveloso reconozca que su público está más allá de esta locura», tuiteó el viernes, molesto por manifestaciones políticas pacíficas que incluyeron pedidos de «Lula Livre» y el flashmob «Larreta ya fue». 

La bravata del secretario anticipa la táctica que llevará a cabo el macrismo en su retirada y, luego, en el despoder: profundizar la polarización como modo de justificar la gestión fallida y victimizarse frente a las inminentes revelaciones del latrocinio. Es evidente que el gobierno, que actuó como un victimario despiadado estigmatizando y persiguiendo a opositores, cree a todos de su condición.

Total normalidad.  «