Cinco años se tardaron en cumplir con esa bravuconada de llegar en tres meses a Asunción esos países más poderosos, apoyados con dinero y armas desde Europa. Porque no había cómo atravesar esteros, selvas, montes desconocidos para el invasor. El encierro de don Francia y el primer López, finalmente, había dado resultados. Salvo los paraguayos, nadie conocía ese territorio. Fue una guerra de posiciones donde no sirvió de mucho el nuevo armamento automático ni las técnicas guerreras yanquis premndidas de la guerra civil.

Pero además, Paraguay no habían recurrido a capitales extranjeros para desarrollarse sino a ingenieros extranjeros.

Así había extendido las líneas del telégrafo, instalado una segunda fundición de hierro en Caacupé al mando del ingeniero estadounidense Charles Thompson, llevado la línea férrea paraguaya hasta Villarrica. Construyó astilleros y armerías, hizo importar desde Liverpool la maquinaria mas moderna para hilandería y la industria textil. Cosa de fabricar las camisetas en Paraguay. ​

“En las primeras filas estaban los hombres de todas las mejores familias en el país, y fueron aniquilados casi en su totalidad; centenares de familias, especialmente en la capital, quedaron sin esposo, padre, hijo o hermano”, describió el frente de batalla George Frederick Masterman, un inglés que fue farmacéutico en el hospital de Asunción en esos años.

“Su excelencia el generalísimo Capitán General don José de San Martín, me honró con la siguiente manda: La espada que me acompañó en toda la guerra de la independencia será entregada al general Rosas por la firmeza y sabiduría con que ha sostenido los derechos de la Patria. Y yo, Juan Manuel de Rosas, a su ejemplo, dispongo que mi albacea entregue a su Excelencia el señor Gran Mariscal, presidente de la República paraguaya y generalísimo de sus ejércitos, la espada diplomática y militar que me acompañó durante me fue posible defender esos derechos, por la firmeza y sabiduría con que ha sostenido y sigue sosteniendo los derechos de su Patria”, también que escribió el antiguo enemigo del Mariscal.

En busca de un milagro que le permitiera dar un vuelco a la desigual contienda, el 29 de diciembre de 1869, Solano López había cruzado el paso del Aguaray Guazú y atravesado la cordillera de Mbaracayú, una zona hoy limítrofe con Brasil, desde donde pensaba tomar por detrás a las guarniciones imperiales.

El 1 de enero de 1869, tropas brasileñas al mando del coronel Hermes Fonseca ocuparon y saquearon Asunción, capital de la República del Paraguay. El mariscal  hacía tiempo que estaba en el frente de batalla, comandando ejércitos que, en el más completo aislamiento, se enfrentaban a efectivos de tres naciones sudamericanas. Faltaba poco para el fin de la guerra.

El primer jefe militar de aquella oscura alianza fue el entonces presidente Bartolomé Mitre. Hasta que en una sumatoria de contradicciones dentro de la conducción tripartita y las rebeliones en el interior argentino en rechazo a la masacre contra un país hermano, obligaron a que en 1867 Mitre volviera a Buenos Aires. Quedó la comandancia en manos de Luis Alves de Lima e Silva, el duque de Caxias. Un año más tarde, “Bartolo” terminaría su mandato presidencial.

Fue en entonces que Mitre salió en busca de los fondos para montar el proyecto que le permitiría dotar de contenido ideológico a la clase dominante que quería representar. Una clase nacida de la Revolución de Mayo que con esta guerra fratricida abandonaba definitivamente la utopía regionalista plasmada en el Plan de Operaciones de Mariano Moreno de 1810.

El primer número del diario de Mitre vio la luz el 4 de enero de 1870, con mil ejemplares y una consigna que perdura hasta hoy, en la página de editoriales. “La Nación será tribuna de doctrina.”

Ese es el origen de La Nación, con mayúsculas, la tribuna de doctrina y la historia oficial de Mitre. Se terminó así de forjar la identidad que la elites pretenden para los paraguayos, los uruguayos, los argentinos. Y la de Brasil, que poco tardaría en establecerse como República. Una identidad basada en el ocultamiento de un genocidio.

El ocultamiento se da en la historia oficial de las naciones del Plata. No así en el Paraguay, que recordará a los héroes de la Epopeya Nacional en su Sesquicentenario con actos y presentaciones en todo el país.

En Argentina, por ejemplo, una producción del canal Encuentro realizada durante el gobierno de Cristina Fernández fue eliminada del sitio web de ese medio durante la gestión Macri. Aunque, por esas maravillas de internet, el maerial no está perdido.

Acá pueden verse por Youtube los cuatro capítulos:


Guerra Guasú capítulo 1. 

Guerra Guasú capítulo 2.
 

Guerra Guasú capítulo 3


Guerra Guasú capítulo 4. 


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