En los cuatro días que siguieron a su triunfo electoral, Donald Trump ha dado señales contradictorias sobre un tema crucial: ¿qué hará con sus promesas de campaña? Trump, o algunos de sus asesores cercanos, han ratificado un puñado de ideas y han relativizado otro tanto. Un plan de obras públicas de alcance nacional y una reducción de impuestos, entre las primeras; la continuación del acuerdo de defensa con Corea del Sur y la preservación de partes del Obamacare, entre las segundas.

Trump personifica un intento de salida a la profunda crisis que atraviesa a Estados Unidos, tanto social como política y económica.
En poco tiempo más se recordará que han transcurrido diez años desde el estallido de la crisis financiera, que sus causas están totalmente vigentes y que las respuestas de los gobiernos de George Bush y Barack Obama han acentuado la pobreza y la diferenciación social, además de generar una enorme deuda pública que pone al Estado más cerca de la insolvencia.

Las promesas de campaña de Trump expresan el intento de un sector del establishment de ajustar cuentas con otros sectores al interior del mismo establishment y con los capitales contra los que compite en todo el mundo, además de cargar el peso de la salida de la crisis en el conjunto de la población trabajadora estadounidense. De ahí que son propuestas agresivas.

Trump prometió muchas cosas durante su campaña electoral. La Argentina no queda exenta de las consecuencias que surgen si se aplican algunas de ellas. La anunciada suba de la tasa de interés podría provocar que Estados Unidos se transforme en una aspiradora de fondos con los cuales pretende financiar sus planes de obras públicas. Ese solo recurso podría transformar en quimeras a varias de las vigas maestras del esquema económico del gobierno de Mauricio Macri, como la «lluvia de dólares» para inversiones o el blanqueo.

Otras medidas de Trump podrían generar, contradictoriamente, un beneficio para el sector agrícola, si producto de una profundización de los choques comerciales con China, el gigante asiático decidiera restringir el ingreso de soja y maíz y sus derivados de origen estadounidense. La Argentina y Brasil podrían aparecer como alternativas de suministro.

Con todo, no hay que perder de vista que cualquier promesa económica rupturista que Trump quiera realizar, chocará con los intereses de los grandes grupos financieros y productivos que se benefician con el actual estado de cosas. Hechas las salvedades, conviene hacer un repaso de las principales promesas de Trump, cuyo cumplimiento debería preocupar al gobierno de la Argentina.

1) La suba de las tasas de interés de la Reserva Federal.
La postergada suba de tasas de la FED, pensada para financiar el plan de obras públicas, condicionaría la política que definió el gobierno nacional de tomar crédito externo para financiarse. Según señaló a Tiempo Argentino el economista Agustín D’ Attellis, «primero hay que ver si realmente quiere hacer lo que dijo y, segundo, si un país como Estados Unidos le va a dar margen para hacerlo. Si sube las tasas, la estrategia de endeudamiento de la Argentina queda trunca, porque se va a encarecer el crédito en forma directa y por la volatilidad que va a generar. De hecho, ya se incrementó el riesgo país», graficó. Además, una medida de esa naturaleza producirá una caída de los precios de las commodities.

2) Rever los acuerdo de intercambio de información financiera.
Otro frente crucial para el gobierno nacional que podría complicarse es el del blanqueo de capitales. Es que Trump ya declaró su intención de revisar los mecanismos de intercambio de información financiera que había suscripto el gobierno de Obama. Así las cosas, según D’Attellis, «los que estaban dudando si ingresar al blanqueo o no, ahora se van a sentir más protegidos y se van a volcar en un sentido contrario». El gobierno pretende que se declaren entre 60 y 80 mil millones de dólares depositados en cuentas en el exterior.

3) Proteccionisimo, devaluación y guerra de monedas.
La suba de las tasas sería contradictoria con la política proteccionista anunciada, toda vez que valorizaría la divisa norteamericana obligando, entonces, a reforzar su proteccionismo por la vía de la política arancelaria, exacerbando los conflictos entre naciones y, a su turno, reanimando la «guerra de monedas».
Así las cosas, la política de apertura comercial de la Argentina choca con la realidad actual, que un gobierno de Trump podría agravar. Según la Organización Mundial del Comercio, por primera vez en muchos años el comercio internacional creció menos que el producto bruto mundial. «Esto indica que los países apuestan al mercado interno. La Argentina busca globalizarse justo cuando el mundo se desglobaliza. Y Trump amenaza con agravar esa situación», razonó D’Attellis.

4) Guerra comercial y financiera con China.
Con la llegada de Trump al poder se agitaron los fantasmas de una guerra comercial entre Estados Unidos y China. Sin embargo, para el especialista en comercio internacional Enrique Aschieri, creer que habrá una lucha entre ambas potencias por ganar mercados a expensas de la otra o por bloquear la entrada de sus productos es un error. «Lo que quiere evitar Trump es que las inversiones chinas sean de origen estadounidense, que las empresas de su país pongan dinero allá. La única manera en que China puede crear una estructura industrial que le permita llegar a todo el mundo es canalizando las inversiones norteamericanas, si no fuera así, no podrían ingresar a ningún lado. Lo que busca Trump es crear un escenario para que las empresas estadounidenses inviertan en su propio país y que ni los capitales ni la mano de obra se vayan al exterior». Esta idea madre podría afectar la llegada de inversiones estadounidenses a nuestro país, en un momento donde no se advierten capitales genuinos de origen local para reactivar la economía.

5) Prohibición del offshoring.
Una de las formas en las que Trump prometió generar puestos de trabajo fue a partir de una ley que prohíba el offshoring (traslado de las empresas norteamericanas a otros países). Dante Sica, de la consultora ABECEB, opinó que esa ley no tendría un gran impacto en Argentina. «No afectaría a las empresas que ya están instaladas, sino a aquellas que aún no lo han hecho. Hoy no hay una tendencia de las empresas estadounidenses a trasladarse, sino todo lo contrario. Están regresando las empresas que se fueron en los ’90 por los precios que tiene la energía», explicó. Finalmente, aclaró que es muy difícil llevar a la práctica una ley de ese calibre, sin comprometer a otras actividades. «Es más una declaración de campaña que un objetivo a realizar», concluyó.

6) Desestimar el impacto del cambio climático.
Otro punto polémico en el que Trump salió a romper la tendencia mundial es la producción de energía renovable, mucho más cara que las tradicionales, pero más amigable con el medio ambiente. Trump alega que es “mentira lo del cambio climático” y que va a “remover todas las restricciones a la producción de energía”. Esto haría que Estados Unidos pase a gastar mucho menos por la generación de energía. El director del Instituto del Petróleo y el Gas de la Facultad de Ingeniería de la UBA, Víctor Bronstein, analizó: “Puede ser favorable para Argentina, si Macri se anima a seguir el mismo camino y abarata costos de producción y sale de la agenda ‘verde’. Si no, sería negativo el impacto, ya que Vaca Muerta, que ya está en un punto crítico, perdería aun más competitividad”. concluyó. «