Fiel a sus costumbres, Cristina Fernández llegó al borde del cierre de la lista de candidatos sin develar el misterio. El antecedente más recordado es el de aquel 2007 cuando mantuvo al país en vilo con el interrogante sobre si la postulación presidencial del oficialismo recaería sobre pingüina o pingüino. Pero esta vez, su estrategia electoral adquirió ribetes tan audaces que se parece a una apuesta a todo o nada.

El virtual abandono del Partido Justicialista (PJ) para avanzar al frente de una corriente de opinión antiajuste a la que llamó Unidad Ciudadana (UC) es, en principio, un reconocimiento de la crisis de representación de las fuerzas partidarias. En una clara exhibición de vocación frentista, la expresidenta solía afirmar que «con el peronismo no alcanza»; pero antes imaginaba una suma de partidos y ahora de ciudadanos desprotegidos. La jugada también implica cierto desdén por el fetiche de la boleta azul con el escudo justicialista y los rostros de Perón y Evita. Desde su inesperada irrupción nacional, el kirchnerismo tuvo una relación oscilante con el PJ. Néstor Kirchner solía denostar al pejotismo como una rémora conservadora e imaginaba que el alineamiento social entre centroizquierda y centroderecha enterraría la vieja antinomia entre peronistas y gorilas.

Kirchner intentó al principio de su mandato una transversalidad política que no funcionó en las urnas y retrocedió luego hasta ser titular del denostado PJ. En las elecciones legislativas de 2005, Cristina desafió como ahora al dedo acusador de Perón, quién recomendaba «no sacar los pies del plato». La herejía terminó entonces en un rotundo triunfo, ya que la compañera del entonces presidente encabezó la lista del Frente para la Victoria (FpV)y aplastó al ortodoxo Frente Justicialista que impulsó a Hilda «Chiche» Duhalde.

Como si la camiseta del PJ le quedara chica, la expresidenta –invicta aún como candidata– vuelve a jugar un partido decisivo por fuera del tronco partidario, con la diferencia que no enfrenta ahora a la ortodoxia peronista sino a una alianza de centroderecha. Para ello generó una corriente que intenta priorizar las necesidades de la ciudadanía frente al ajuste económico, por sobre las necesidades de la dirigencia política.

La lista de candidatos a diputados revela también un espíritu de apertura, ya que relega a dirigentes de fuste como Daniel Scioli y Hugo Yasky, al quinto y sexto lugar, para ubicar a referentes sociales como el científico Roberto Salvarezza y la dirigente del Sindicato de Judiciales, Vanesa Siley, en el segundo y cuarto puesto. La primera nominación de postulantes a diputados para la economista Fernanda Vallejos es una sorpresa que tampoco guarda la lógica de prioridad para popes de un partido político. Por su parte, las nominaciones de Jorge Taiana como segundo candidato a senador y la de Leopoldo Moreau, como octavo candidato a diputado nacional revelan el espíritu aperturista del espacio, más allá de los límites del riñón cristinista. El resultado electoral dirá si la historia ubicará ineludiblemente a Cristina Fernández de cara a 2019, o si la envía a descansar al sur. Pero ese dilema no solo se jugará en la elección, sino en su lectura posterior. La primaria no distribuye poder institucional sino que consagran candidatos a legisladores para la elección de octubre.

Pero saca una radiografía del humor político de la sociedad y emite un mensaje político potente sobre las fuerzas en pugna. La interpretación de ese mensaje desde el peronismo, desde el macrismo y desde los medios será clave para el futuro. El oficialismo cuenta hoy con la ventaja que tuvo el FPV en el período previo a la alianza PRO-UCR, cuando enfrentaba a una oposición fragmentada. Pero además buscará sumar los votos de Cambiemos en las 23 provincias y los que Elisa Carrió consiga en la Capital bajo el lema Vamos Juntos, para contraponerlos con los que Cristina obtenga en la Provincia de Buenos Aires. Será muy difícil identificar en cambio eventuales triunfos kirchneristas en otros distritos para una suma nacional, porque esos sufragios marcharán en siglas que constituyen un galimatías. El gobierno contará para una lectura sesgada con la invalorable ayuda de los medios hegemónicos, que son los mismos que en 2009 hicieron el trabajo inverso: machacaron con la derrota de Néstor Kirchner en la Provincia de Buenos Aires por 50 mil votos frente a Francisco De Narváez y ningunearon en cambio el triunfo a nivel nacional del FpV. Por supuesto que sería muy difícil ocultar una amplia derrota de Cambiemos en Buenos Aires. Pero la lectura que se imponga tras la votación puede transformar un empate o una victoria opositora estrecha en derrota, lo cual demostrará una vez más que, en política, dos más dos no siempre es cuatro. «