Nuestra tarea docente tiene como meta formar estudiantes pensantes, reflexivos, críticos, autónomos y libres. Nuestras niñas, niños y jóvenes son sujetos de derecho, portadores de saberes y de modos de ver el mundo que enriquecen la vida en común y que fortalecen la democracia. Una pedagogía de la memoria debe sustentarse en este horizonte. Bajo este paradigma construiremos sólidos cimientos para la creación de una cultura de Derechos Humanos, basada en el respeto a la igualdad de género y de oportunidades, a la diversidad cultural, a la promoción de la democracia, a la justicia social y a la solidaridad entre los pueblos y las naciones.
En nuestro país los derechos humanos están ligados de manera intrínseca con la memoria. Para nuestras niñas, niños y jóvenes, lo ocurrido antes del siglo XXI es una realidad que poco tiene que ver con las dificultades del presente. Vincular los males del país en que viven, las carencias que hoy se intentan superar, con acontecimientos y procesos ocurridos en la dictadura cívico militar supone comprender los sentidos ideológicos, sociales y económicos, que están en la base de la represión sistemática que se cobró la vida de tantos argentinos y argentinas.
Como educadores tenemos el desafío de que nuestros estudiantes puedan relacionar la memoria y los Derechos Humanos con los reclamos por la impunidad frente a los crímenes de lesa humanidad de la última dictadura cívico-militar y también con el acceso a la salud, a la alimentación, a la educación y a la participación ciudadana. Se impone así una escucha atenta para comprender sus maneras de ser y de vincularse con el presente, con lo que ha tenido lugar y con el futuro que imaginan, sus preocupaciones, sus emociones, las preguntas que se hacen, los modos que tienen de dar sentido a la realidad que viven. Sus voces son claves para el desarrollo de sociedades democráticas e inclusivas que les reconozcan a todas y todos las posibilidades de intervenir en el diseño de pautas y normas del mundo en el que viven.
A 40 años de la reapertura de las instituciones democráticas se hace necesario reconstruir la escuela como un espacio para el ejercicio de la ciudadanía donde se promueva la enseñanza y la defensa de los Derechos Humanos y los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes. Es en la escuela y a esas tempranas edades cuando las niñeces se hacen todas las preguntas, cuando aún no han tenido que doblegarse frente a ningún poder ni tampoco transigir con la injusticia. Es el momento de cultivar y desarrollar esas inquietudes para formar ciudadanos y ciudadanas de la democracia y militantes de las causas nobles. Hombres y mujeres que se indignen frente a la pobreza y la desigualdad, que no se resignen y que crean que el mundo se puede cambiar.
*El autor es educador, escritor y documentalista. Entre sus trabajos está el documental «Se alumbra la vida», sobre abuso infantil, y el libro «Por los niños. Hechos y Derechos».
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