Al cumplirse los seis meses de licencia pedidos por el senador nacional José Alperovich, acusado de violación por una sobrina suya en noviembre pasado, los legisladores del interbloque Juntos por el Cambio le solicitaron al bloque Frente de Todos que el tucumano prorrogue su licencia hasta que avance la investigación judicial. Desde el bloque oficialista, en un comunicado firmado por los senadores José Mayans y Anabel Fernández Sagasti, salieron a comunicar que su compañero de bancada seguirá de licencia. 

Hace seis meses, cuando se supo de la denuncia judicial, la presidenta de la Banca de la Mujer del Senado, la senadora peronista Norma Durango, se pronunció a favor del apartamiento del senador de su banca y emitió un comunicado para respaldar la posibilidad de denuncia de la víctima. En tanto, su víctima escribió una carta en la que volvió a pedir justicia.

Tras seis meses en los que la pandemia y la parálisis del sistema judicial frenó la investigación, finaliza el plazo de licencia otorgada a Alperovich, denunciado por violación. A través de un comunicado difundido este martes, los senadores de la oposición expresaron su “rechazo a la posibilidad de que el senador José Alperovich reasuma su banca en medio del proceso judicial en el que se investiga la denuncia por abuso sexual realizada por una empleada de este Congreso, quien a su vez es familiar del senador”. En horas, el bloque oficialista respondió con la comunicación de la continuidad de la licencia. 

Alperovich solicitó licencia por 6 meses sin goce de haberes el 25 de noviembre. Fue aprobada por la mayoría del pleno el 27 de noviembre. La votación se hizo a mano alzada. Durango, la presidenta de la comisión de la banca de la mujer leyó un comunicado “nos revelamos contra la violencia sexual y la muerte de miles de mujeres y niñas. Asistimos conmovidas al relato de todas aquellas mujeres que están hablando de sus vidas, de sus dolores, de años de opresión en primera persona, poniéndole el cuerpo y palabra en todos los ámbitos, a relaciones de poder donde la supremacía del varón marca y somete; denigra y cosifica; vulnera y ultraja. Ya no nos callamos más, gritamos todas, y las historias se multiplican”.

Según el reglamento, es el mismo senador quien debe presentar el pedido de prórroga de licencia y el senado la tiene que votar. El Senado decidirá en cada caso, por una votación especial, si la licencia concedida a un senador es con goce de dieta o sin él. La licencia se tiene que aprobar al inicio de la próxima sesión. 

La carta de la víctima

El domingo 24 de mayo se cumplió un año desde que decidí, con mi ultimísimo aliento y después de un proceso postraumático muy doloroso, enfrentar esta situación de raíz y decirle a él mismo mi “nunca más”. El vencimiento de su licencia en el Senado celebrándose el mismo día del aniversario del vencimiento de mi silencio. Hasta ese momento, y desde fines de 2017, trabajaba en la campaña política de José Jorge Alperovich para las elecciones a gobernador que ocurrieron en junio de 2019 en Tucumán. 

Me lo negué a mí misma durante mucho tiempo porque no podía asumir el peso del miedo, del sometimiento y de la violencia sexual a la que me expuso. No podía, no quería que sea verdad. Lo tapé, creí que iba poder. Viví, seguí adelante. Puse toda mi fuerza en el trabajo, me desafié para demostrar a través de mi desempeño profesional que era una mujer íntegra y respetable por mi labor exhaustiva, útil y sólida. 

Me encargué de absolutamente todo lo relativo a sus actividades diarias y a su salud. Creí experimentar la resiliencia de ese modo, creí que así podría “olvidar” y recuperar mi dignidad. Sentí culpa, vergüenza. Mucha vergüenza. Eso significó además de un trauma, una tarea con la que tenía que lidiar porque no podía dar cuenta a nadie de lo que me pasaba. Para afuera todo estaba bien, no podía ni decírmelo a mí misma. La vergüenza que estas situaciones traumáticas me hacían sentir me condenaba a un silencio pactado conmigo misma. Mi monstruo ni siquiera tenía que hacerse cargo de que me oprimía. Para mayo del 2019 no podía cumplir con mis responsabilidades laborales diarias, no estaba conectada a nada ni a nadie. 

Me sentía totalmente ausente, perdida, haga lo que haga o esté donde esté, hasta que llegó el día en el que directamente no pude siquiera levantarme de mi cama para ir a trabajar, ya no podía más. Anuncié mi falta y junté fuerzas toda esa mañana para animarme a hablar con él. Por primera vez me sentí con las herramientas para cuidarme de la situación, yo ya estaba rota y no tenía nada que perder, a partir de ese momento se trataba de empezar a conceptualizar, llamar a los hechos y a las personas por su nombre. Empecé por elegir un ámbito de seguridad para mí al reunirme con él. 

Decirle a mí abusador que no podía continuar porque necesitaba alejarme de él para sanarme del dolor que me había causado por lo que me había hecho, era una conversación difícil de afrontar. Por eso elegí que fuera en su casa, donde estaría su familia circulando y donde sentí que ante el rompimiento de mi silencio su reacción debía ser controlada y podría salir de ahí a salvo. El 24 de mayo de 2019 mi cuerpo, mi conciencia y mi entereza para enfrentarlo me sacaron de ahí para siempre. No necesito que nadie me diga que José Alperovich cometió actos de abuso contra mi integridad física, sexual y psicológica para que sea cierto, yo sé que es cierto, lo viví, me pasó a mí. 

Elegí elevar mi caso a la Justicia, a pesar de lo difícil que es llevar a cabo una denuncia, por mi necesidad de poner las cosas en su lugar y de decirlas para liberarme de su carga. Creo que legal y socialmente es el lugar en el que le corresponde estar y ser tratado. A nivel personal, trabajo mi recuperación tanto en terapia formal como en otros espacios de ayuda. No le estoy haciendo esto a nadie, ni mucho menos soy una mujer instrumentalizada por nadie, me estoy curando a mí. Arribo una vez más al fin de todo este profundo y doloroso camino: SANAR. Celebro mis avances y continúo para despojarme de este daño que me arrolló y del cual lamentablemente fui víctima, pero con la absoluta convicción de que se puede sanar. “Y más que sentir vergüenza por estar vivas podíamos decidir levantarnos y recuperarnos lo mejor posible (…) ya no se trataba de negar o de morir, se trataba de vivir con”, leí en un libro. Honrar nuestros dolores nos enseña a suprimir la vergüenza, el miedo o la pura ignorancia de cómo enfrentarlos; a tomar la responsabilidad de mi herida y de mi bienestar. 

No siempre superamos los traumas, pero cuando los honramos reconociendo que existen, dejamos de ser consumidos por ellos. Hoy valoro la capacidad de reponerme de esta situación no siendo más condescendiente con el trauma: vivo y siento, como, duermo, me río, me ocupo y estoy presente, me capacito, me divierto, trabajo, me cuido, me rodeo de amor, me elijo. Agradezco a todas las organizaciones y personas que manifiestan su apoyo y acompañamiento. No nos callamos más.